Líneas Quadratín
¿Nervios en Morena?
Pablo Hiriart
Si algo debería haber en Morena es tranquilidad y buenos modales, pues según sus cálculos tienen casi el 60 por ciento de la intención de voto.
Las señales que mandan, sin embargo, van por otro lado.
Cuando Morena y su presidenta Yeidkol Polevnsky comienzan a hablar de fraude a unos cuantos días de las elecciones, quiere decir que en ese campamento están nerviosos pues no tienen asegurado el triunfo.
¿No que estaban 30 puntos arriba?
¿De dónde les entró el nerviosismo?
En una democracia nadie tiene el triunfo asegurado hasta que sale el resultado. Así es.
Los estados de ánimo alterados no son buenos consejeros ni infunden seguridad.
Antes fue el tigre, si hay “fraude”. Ahora es el mismísimo diablo el que se nos vendría encima.
Palabras de la presidenta de Morena: “Que no se atrevan a hacer un fraude porque sí se van a encontrar con el diablo. No les vamos a permitir un fraude. A ningún precio. No lo vamos a aceptar”.
Tal vez sea algo más que nerviosismo. Miedo, hasta cierto punto entendible.
Miedo a las mayorías silenciosas que han definido las elecciones y referéndums recientes, contra los pronósticos de muchas encuestas.
Dijo la presidenta de Morena: “Esta elección ya está definida. Está decidida. No queremos manos ni manipulaciones que quieran hacer una cosa por otra”.
Momentito. ¿Cómo que “esta elección ya está decidida”?
¿Quién la decidió antes de que los ciudadanos voten?
Las elecciones se deciden en las urnas, no antes.
Lo que está diciendo Yeidkol Polevsnky es que si su candidato presidencial pierde es porque le harán fraude.
Otra vez sale a flote la vena antidemocrática de algunos miembros de Morena, que la refrenda el candidato de ese partido.
Luego de haber dado a conocer, hace unos días, el tono el discurso que dará el 1 de julio por la noche durante la celebración de su “victoria”, ayer López Obrador dio un giro de 180 grados.
Dijo que “antes de pensar en festejos, primero se tiene que estar pensando en salir a votar… le digo a la gente que no nos confiemos”.
Y soltó un “tuitazo”: Estamos arriba con 25-30 por ciento. No hay que confiarse, la mafia del poder existe y los jefes están desesperados”.
De nuevo viene la pregunta. ¿Cuál es su preocupación si va 30 puntos arriba?
Otra vez desempolva el fantasma de la mafia del poder, deja abierta la posibilidad de un fraude, y la presidenta de su partido amaga con que “se van a encontrar con el diablo” si AMLO no gana.
Todo se reduce a una inquietud bastante extraña, porque el factor incertidumbre es inherente a la democracia: López Obrador puede perder el domingo.
Ni AMLO, ni Meade ni Anaya pueden cantar victoria o llamarse víctimas de un fraude si es que pierden, pues aún no hemos votado.
Nadie se ha robado (todavía) una urna ni incendiado casillas.
Hemos tenido una elección dura, reñida, pero limpia.
El número de quejas ante el INE por utilización electoral de los programas sociales, tradicionalmente abundantes, en estos comicios ascienden a ocho. Sólo ocho.
AMLO puede perder por la sencilla razón de que aún no se ha votado. También puede ganar, sí, pero eso lo veremos el domingo.
Ayer en The Wall Street Journal se publicó un artículo, firmado por Mary Anastasia O´Grady, que asegura que “una derrota de López Orador no puede descartarse”.
Y toca el punto: “las probabilidades hoy favorecen a AMLO. Pero el voto que hizo a Donald Trump presidente de Estados Unidos, el Brexit y el referéndum colombiano sobre el acuerdo entre el presidente Juan Manuel Santos con el grupo terrorista de las FARC sorprendió a todos los encuestadores. Una derrota de AMLO no puede descartarse”.
Según diarios europeos que circulan en México, Tayyip Erdogan estaba políticamente acabado y en la elección presidencial de anteayer en Turquía no le alcanzaría para doblegar a su más cercano opositor.
Resulta que Erdogan barrió, le sacó 22 puntos al que se consideraba el candidato sorpresa y no necesita segunda vuelta electoral.
Nada está decidido en una democracia hasta que se vota.
Los nervios son comprensibles, pero hablar anticipadamente de fraude no se justifica, y mucho menos amenazar con tigres o con demonios.