Los límites de la complacencia
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Lo peor del priismo diazordacista-echeverrista-lopezportillista se conjunta para definir a Porfirio Muñoz Ledo como un sujeto histórico de la élite priísta que reventó en 1968, que resistió la alternancia a la derecha con el PAN de Vicente Fox en el 2000 y que regresa victoriosa un tercio de siglo después de su derrota.
Pero lo más grave del efecto político de la candidatura de Muñoz Ledo como presidente de Morena no está en el hecho de que Morena sea el partido heredero de la izquierda universitaria y del comunismo burocrático, sino en la amarga realidad de que las bases sociales militantes o simpatizantes de Morena hayan perdido la memoria histórica y prefieran a un priísta histórico como líder partidista.
La Corriente Democrática del PRI se fundó en 1985 para meterse en la sucesión presidencial de 1988 que se resolvió en 1987, pero no buscó redefinir el proyecto histórico del PRI o regresar al Partido de la Revolución Mexicana cardenista como partido de clases corporativizadas, sino para acotar –no evitar– el proyecto neoliberal de los tecnócratas de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari. Se trataba de la dialéctica pendular que mantuvo al PRI en el poder, la oscilación entre populismo y neoliberalismo.
Una generación después, las bases morenistas pospriístas llevan adelante en la encuesta a Muñoz Ledo, el más típico representante de la élite política demagógica, capitalista-progresista, burocrática, presidencialista y sobre todo priísta. Y lo más grave se exhibe en el hecho de que el Partido Comunista Mexicano cedió su registro para fundar en 1989 el PRD y desde entonces la autodenominada izquierda no ha sido más que una dirigencia priista chabacana, placebo del fracaso ideológico del pensamiento revolucionario. Por ello los sobrevivientes del PCM y su pensamiento marxista vulgar –Gramsci y Revueltas– están dentro de Morena y ya con la conciencia priísta asimilada están aceptando la dirección política e ideológica de Muñoz Ledo en Morena.
La élite opositora del 68 encontró en el PRD y ahora en Morena el espacio de operación política porque los dos partidos han sido, en esencia, el mismo PRI de siempre: una gran coalición de intereses, corrientes, tribus y élites burocráticas girando en torno al poder. Y si la Corriente Democrática del PRI se sostenía con el débil y casi invisible hilo político del poscardenismo, en Morena ni siquiera se huele algún tufo de enfoque social de clase.
Lo de menos, pues, es Muñoz Ledo; como todo burócrata de la élite en busca de la siguiente chamba, Porfirio es lo que siempre fue: una caricatura de su propio discurso demagógico. Lo importante es ver que la base militante y simpatizante de Morena va a optar con Porfirio por el regreso del PRI a la vida nacional, echando por la borda las grandes luchas sociales contra el PRI de la Revolución Mexicana que se robaba el dinero, que defraudaba en las urnas, que engañaba a los ciudadanos con compromisos inexistentes. Basta confirmar hoy las declaraciones de Muñoz Ledo con las que dio para justificar a Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, Fox y Calderón.
En este sentido, la victoria –de darse– de Muñoz Ledo sólo confirmaría que somos un pueblo priísta.
EE. UU.: a 26 días de las elecciones. El temor de Joe Biden a un segundo debate con Donald Trump habla de la fragilidad de las encuestas. La polarización ideológica y de razas está fortaleciendo a Trump y está llevando a Biden a pactar alianzas con la “izquierda” de Sanders que sigue asustando a Wall Street. Y luego de que el The Washington Post y la progresista revista The New Yorker pidieron en editoriales formales el voto por Joe Biden, el The New York Times en un editorial también requirió el voto por el demócrata. Por tanto, toda la cobertura informativa de esas publicaciones lleva la parcialidad ideológica por Biden y contra Trump.
Política para dummies: La política es el antídoto de la memoria. ¿O al revés?