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Frontera Corozal, a 10 de abril 2021.- El crimen organizado tomó el control en este punto fronterizos de México con Guatemala, ubicada en la zona de la Selva Lacandona para el tráfico de menores migrantes centroamericanos, que se ha incrementado en los últimos meses; debido a la falta de vigilancia del Instituto Nacional de Migración (INM) y Guardia Nacional (GN).
María Elena, de Santa Bárbara, Honduras, quien viaja con sus tres nietos de entre cinco y ocho años de edad; hizo un receso en este punto fronterizo con México, mientras sus familiares en Estados Unidos le envían dinero para continuar su viaje a Carolina del Sur donde espera reencontrarse con ellos.
Ella, al igual que cientos de migrantes provenientes principalmente de Honduras y El Salvador, entre ellos familias con menores de edad; optó por tomar la ruta selvática del departamento del Petén, Guatemala; para llegar a la frontera con México aprovechando la escasa vigilancia de las autoridades.
De ciudad Guatemala, hasta este punto fronterizo conocida como La Técnica, la mujer viajó en autobús por casi nueve horas por la Selva del Petén, conocida por sus majestuosas ruinas mayas de Tikal y Yaxhá; pero también por ser territorio del crimen organizado.
En este pequeño poblado, ubicado a orillas del río Usumacinta, que comparte con el poblado de Frontera Corozal, México; la mayoría de los migrantes hacen un receso del viaje, mientras los coyotes logran reunir el número de personas que trasladarán de forma irregular a Estados Unidos.
Pero quienes viajan por cuenta propia, esperan que familiares les manden dinero ya que han pagado a policías corruptos de Guatemala para no ser detenidos y deportados a sus países de origen.
Sentada en uno de los embarcaderos del afluente, María Elena relata que hace cuatro meses falleció su hija y se hizo cargo de sus tres nietos, con quienes tuvo que huir debido a que intentaron matarla. Se queja que en Honduras no hay trabajo, que tienen un gobernante corrupto ligado con el narcotráfico y rebasado por las pandillas que están asesinando a quienes no pagan el “impuesto de guerra”.
“Espero encontrar lo que en Honduras no tenemos, voy a luchar por mis nietos para que tengan un futuro mejor”, señala la mujer. María Elena dice estar consciente de los peligros que hay en el camino, pero no tiene opción. “Todos sabemos el peligro que corremos, pero hay que agarrarnos de Dios, él es que decide si vamos a poder pasar a Estados Unidos o no”.
En este mismo lugar, donde retumba el aullido del mono, decenas de jóvenes con mochilas en el hombro también se quejan que en Honduras no hay oportunidad de trabajo; además que son acosados por las pandillas para reclutarlos. “Tenemos un presidente corrupto, narcotraficante y que está en contra del pueblo; no podemos luchar contra él por que manda al ejército y la policía, no podemos luchar contras las fuerzas armadas”, se queja Verardo Raudales.
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