Libros de ayer y hoy
QUERÉTARO, Qro., 31 de enero 2018.- En buena hora el gobierno federal invocó a instancias internacionales para llevar a cabo la investigación de la tragedia que le costó la vida a Martha Erika Alonso, gobernadora de Puebla y a su esposo, Rafael Moreno Valle, líder de los senadores del PAN y ex mandatario estatal.
Y sin duda es acertado convocar a instancias internacionales para llegar al fondo de lo ocurrido en Puebla porque pocos creerían –si no es que nadie–, el resultado de una investigación del gobierno que –en tanto juez y parte–, era el mayor adversario político de los fallecidos.
En buena hora el gobierno federal invocó a instancias internacionales para llevar a cabo la investigación de la tragedia que le costó la vida a Martha Erika Alonso, gobernadora de Puebla y a su esposo, Rafael Moreno Valle, líder de los senadores del PAN y ex mandatario estatal.
Y sin duda es acertado convocar a instancias internacionales para llegar al fondo de lo ocurrido en Puebla porque pocos creerían –si no es que nadie–, el resultado de una investigación del gobierno que –en tanto juez y parte–, era el mayor adversario político de los fallecidos.
¿Imaginan la escandalera si Obrador se hubiese negado a que participara una instancia internacional en la indagatoria de lo ocurrido en Puebla?
Incluso, son muchos los ciudadanos de a pie y organizaciones civiles que exigen que los investigadores no sólo sean los canadienses que ya trabajan en México, sino que se llame a los mejores del mundo –norteamericanos–, para evitar toda sospecha sobre lo ocurrido.
Y es que un gobierno democrático, como el que algunos creen que es el de López Obrador, no debe permitirse un ápice de sospecha sobre lo ocurrido a la gobernadora Erika Alonso.
Sin embargo, más allá de que la indagatoria está en manos del equipo de expertos canadienses –y que muchos otros reclaman que intervenga la máxima autoridad de aviación, de origen estadounidense–, lo que pocos quieren ver es que en tanto no se produzca un dictamen oficial de lo ocurrido –en tanto expertos no den un veredicto–, siguen abiertas todas las posibilidades sobre el origen de la tragedia.
¿Y cuales son todas esas posibilidades? Perogrullo; todas las posibilidades son todas, desde un accidente hasta un atentado.
Pero resulta que hoy lo políticamente correcto –en tiempos de la santificación de AMLO–, es regalar “cheques en blanco”, creer a pie juntillas y no cuestionada nada, a riesgo de ser parte de la nueva “mafia del poder”, de los “mal pensados”, los “neofascistas” y los “mezquinos” que son el mal en persona.
¿En serio, alguien puede asegurar que la tragedia de Puebla fue un accidente y, en otro extremo, otro puede asegurar que fue atentado? Ni una ni otra. Nadie tiene elementos para ninguno de los extremos.
¿Entonces, por qué habremos de dar el beneficio de la duda al atentado y/o al accidente, si pudo ser cualquiera de los extremos? ¿Por qué satanizar a los que mantienen viva la duda…?
Por décadas, los lopistas dudaron de todo; que si la anciana que habría violado militares, que si “no mas sangre” que si crimen de Estado en Iguala, que si Tlatlaya… todas las estupideces que se le ocurrían a lo lopistas contra Fox, Calderón o Peña debían ser creídas.
Hoy, lo políticamente correcto es creer todo lo que digan los aplaudidores de AMLO –mismos que satanizaban a Fox, Calderón o Peña–, a riesgo de ser crucificado en redes.
Sin embargo, mientras no se de a conocer el resultado de una indagatoria seria, de expertos –que no son los canadienses–, todo puede pasar y todo puede ser viable.
Incluso que se trató de un atentado.
Al tiempo.
porque pocos creerían –si no es que nadie–, el resultado de una investigación del gobierno que –en tanto juez y parte–, era el mayor adversario político de los fallecidos.
¿Imaginan la escandalera si Obrador se hubiese negado a que participara una instancia internacional en la indagatoria de lo ocurrido en Puebla?
Incluso, son muchos los ciudadanos de a pie y organizaciones civiles que exigen que los investigadores no sólo sean los canadienses que ya trabajan en México, sino que se llame a los mejores del mundo –norteamericanos–, para evitar toda sospecha sobre lo ocurrido.
Y es que un gobierno democrático, como el que algunos creen que es el de López Obrador, no debe permitirse un ápice de sospecha sobre lo ocurrido a la gobernadora Erika Alonso.
Sin embargo, más allá de que la indagatoria está en manos del equipo de expertos canadienses –y que muchos otros reclaman que intervenga la máxima autoridad de aviación, de origen estadounidense–, lo que pocos quieren ver es que en tanto no se produzca un dictamen oficial de lo ocurrido –en tanto expertos no den un veredicto–, siguen abiertas todas las posibilidades sobre el origen de la tragedia.
¿Y cuales son todas esas posibilidades? Perogrullo; todas las posibilidades son todas, desde un accidente hasta un atentado.
Pero resulta que hoy lo políticamente correcto –en tiempos de la santificación de AMLO–, es regalar “cheques en blanco”, creer a pie juntillas y no cuestionada nada, a riesgo de ser parte de la nueva “mafia del poder”, de los “mal pensados”, los “neofascistas” y los “mezquinos” que son el mal en persona.
¿En serio, alguien puede asegurar que la tragedia de Puebla fue un accidente y, en otro extremo, otro puede asegurar que fue atentado? Ni una ni otra. Nadie tiene elementos para ninguno de los extremos.
¿Entonces, por qué habremos de dar el beneficio de la duda al atentado y/o al accidente, si pudo ser cualquiera de los extremos? ¿Por qué satanizar a los que mantienen viva la duda…?
Por décadas, los lopistas dudaron de todo; que si la anciana que habría violado militares, que si “no mas sangre” que si crimen de Estado en Iguala, que si Tlatlaya… todas las estupideces que se le ocurrían a lo lopistas contra Fox, Calderón o Peña debían ser creídas.
Hoy, lo políticamente correcto es creer todo lo que digan los aplaudidores de AMLO –mismos que satanizaban a Fox, Calderón o Peña–, a riesgo de ser crucificado en redes.
Sin embargo, mientras no se de a conocer el resultado de una indagatoria seria, de expertos –que no son los canadienses–, todo puede pasar y todo puede ser viable.
Incluso que se trató de un atentado.
Al tiempo.