Libros de ayer y hoy
Ojo, no ha ganado
Pablo Hiriart
¿Este arroz ya se coció, como dijo López Obrador al ver la encuesta de El Financiero?
Por supuesto que no. El arroz se cuece el día de la elección. Y las encuestas no son la olla.
Si fuera por las encuestas en Chihuahua gobernaría el PRI, en Durango también, en Tamaulipas igual, en Tlaxcala el PAN y en la Casa Blanca despacharía Hillary Clinton.
La encuesta de El Financiero es excelente: muestra la foto del momento y coincide con la tendencia que marcan otros ejercicios demoscópicos: AMLO va arriba casi dos a uno.
Se trata de una ventaja muy amplia que tal vez convierta a López Obrador en el próximo presidente de México. En efecto, eso podría ser. Pero falta la elección.
Falta también la reflexión del voto, pues hay indecisos aún entre quienes dicen que van a votar por AMLO.
Tan no la tiene segura, que sus adeptos en medios de comunicación han comenzado a hablar, de manera insistente, en que se gesta un “fraude” electoral para impedir la victoria del candidato de Morena.
Opinan que las encuestas son la verdad definitiva, y no es así.
De pronto salieron fieles creyentes en las encuestas, cuando en elecciones anteriores las descalificaban con el argumento de que estaban cuchareadas, no indicaban la realidad, y ellos tenían “otros números”.
Si López Obrador pierde el 1 de julio no será por fraude, sino porque la reflexión del voto provocó un viraje del hígado al cerebro. O al corazón.
Resulta bochornoso verlos, leerlos y oírlos festejar las encuestas como si se tratara de una proeza histórica.
Comenzaron cuatro años antes a hacer campaña presidencial, mientras sus contendientes utilizaron sus tres meses que les asigna la ley.
Si algún fraude habrá en esta elección, gane quien gane, será la campaña anticipada del candidato López Obrador que recorrió cuantas veces quiso el territorio nacional con un baúl de promesas de lo que haría cuando gane la presidencia.
Eso es ilegal, y de darse el triunfo de López Obrador será porque contaron con la complicidad de los órganos electorales que no le sancionaron ninguno de sus actos anticipados de campaña.
Miles de millones de pesos derrocharon en campaña anticipada para promover a su candidato presidencial. Hubo más de tres millones 500 mil spots en los que salió la figura o la voz de López Obrador.
Sus contendientes respetaron las reglas y los resultados se reflejan en las encuestas.
Obviamente no es lo único que tiene a López Obrador arriba. Hay que contar los errores en el gobierno, en el PRI y en el PAN.
Pero la campaña anticipada también cuenta, y fue ilegal.
Y el INE, que guardó silencio ante las ilegalidades de López Obrador con la campaña adelantada y la utilización de dinero de procedencia desconocida antes de que Morena tuviera registro, ahora se pone en plan valiente y hace callar a empresarios que tienen todo el derecho a expresarse.
Qué árbitro tan curioso. Dejó pasar las ilegalidades de quien se ubicó, en parte gracias a ellas, como puntero en las encuestas, y silencia a los que hacen uso de las facultades que les da la ley.
Pero en las encuestas no se cuece el arroz, sino el día de las elecciones.
Y para ello falta que el electorado recapacite y reflexione sobre el sentido de su sufragio.
México es nuestra casa, todos los que habitamos en este país somos una gran familia.
¿A cuál de los tres candidatos le vamos a confiar nuestra casa y nuestra familia por seis años?
Faltan pocas semanas para resolver esa pregunta. Hay una tendencia que indican las encuestas, pero la interrogante se resolverá definitivamente hasta el último minuto, a solas en la casilla electoral.
Ellos lo saben. Por eso pretenden hacer creer que con las encuestas ya ganaron.
Y que si pierden, como es posible que suceda, será por fraude.