Líneas Quadratín
CANCÚN, QRoo, 4 de abril de 2020.- La economía de una nación se semeja mucho a la excelencia en relojería.
Los mejores resultados derivan de sofisticadas y precisas vinculaciones entre infinidad de partes que funcionan en perfecta armonía.
México no sería un buen ejemplo de operar como un reloj preciso, exacto, confiable.
A pesar de contar con piezas de oro, casi en cantidades infinitas, no ofrece la hora con confiabilidad y en ocasiones ni la hora ofrece.
Atrasado en la lucha contra la pobreza y la pobreza extrema, nuestro país requiere asumir con decisión el reto de ser un país equitativo, menos desigual. Es finalmente una muestra clara de que ese reloj no marcha como pudiera.
En México, según cifras de Leticia Merino, investigadora de la UNAM, hay alrededor de 12 millones de ricos, que concentran los recursos económicos de más de 84 millones de personas con ingresos bajos o muy bajos.
En 2002 la riqueza de los cuatro mexicanos más acaudalados representaba el dos por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), y en 2018 fue equivalente a 10 por ciento del PIB.
La probabilidad de que esto se revierta en poco tiempo es muy remota ya que según los datos más recientes de distribución de la renta, por cada 100 pesos que se generan en la actividad económica 26 pararán en el bolsillo de los trabajadores y 74 serán incorporados a las cuentas bancarias del capital.
En las naciones más justas o menos injustas esta relación es precisamente opuesta.
La única forma de avanzar en el reto tiene que ver con la aplicación de una Reforma Hacendaria, como llegamos a comentar en la columna anterior.
Una verdadera Reforma Hacendaria que incorpore nuevos gravámenes y escale la tasa en proporción al ingreso del contribuyente, que incorpore a la informalidad y avance en la simplificación es ineludible si queremos buenos resultados ya que la pandemia, lejos de mantener las cosas en el estado de gravedad en la que se encontraban, las extremó.
La pandemia habría generado el incremento de nueve millones de mexicanos al ejército de pobreza y pobreza extrema, habrá tenido una pérdida de 2.4 millones de trabajos formales y un tanto indefinido de trabajos informales. Los salarios de empleos recuperados se ha reducido y lo poco que México consiguió avanzar antes de la pademia en lo relativo al combate a la pobreza se ha retrocedido en su totalidad.
El Gobierno debe de redefinir su papel en la probabilidad de que ello se revierta colocando el combate a la pobreza y pobreza extrema y estructurando un programa económico que tenga como eje fundamental un país con dinámicas de distribución del ingreso distintas respecto a las observadas hasta ahora y con la idea de atenuar esas calamidades en el siguiente cuarto de siglo.
Eso no se logra con una Reforma Fiscal para 2022 sino con una profunda Reforma Hacendaria y ésta última no se impone, se consensúa.
No creo que el gobierno tenga las posibilidades ya de consensuar esa estrategia fiscal de transformaciones profundas sino de imponerla en el país colocándola en el terreno de la confiscación y medidas que podrán valorarse como expropiatorias.
La relación entre IP y la figura del Presidente ya no es buena y es complejo pensar que se acerquen por un asunto que afectará fundamentalmente a quienes menos tienen.
No es buen augurio, por cierto, el escuchar que mientras la titular del SAT habla de cambios administrativos en la reforma que se ya perfila en el escritorio para el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera el asunto va con nuevas cargas fiscales. O sea que una promueve una canción de amor de tonos delicados y armónicos mientras que su jefe está pensando en una tonada de rock que sacuda a los contribuyentes. Lo cierto es que cualquier aumento importante en la contribución deberá ser acompañado con compromisos específicos en el gasto. No hacerlo así es una apuesta equivocada.
Lo bueno es que esto apenas comienza.
Ya veremos cómo termina.
@etorreblancaj
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