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TLAJOMULCO, Jal., 29 de septiembre 2016.- Nadie muere de hambre. Se muere de pobreza, como le pasó a Sol y sus hijos. La mañana del 30 de agosto de 2016, los habitantes del fraccionamiento Los Agaves, en el municipio de Tlajomulco, Jalisco, se despertaron envueltos en un olor nauseabundo. Así lo informa Excelsior.
Mientras dormían, un olor fétido se había metido a sus casas. Siete días antes había comenzado un ligero mal olor, pero ese martes se había transformado en un manto invisible que provocaba arcadas. El aroma había avanzado en los días que el vecindario de casas de interés social se negaba a decir lo que la mayoría pensaba: huele a muerte y el origen es la casa de Sol, de 35 años, y de sus hijos Alberto, de 14, y Óscar, de 7.
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