Líneas Quadratín
La mayor frustración está en las mujeres morenistas que agachan la cara ante el abuso que enarbolaron en otros tiempos como bandera de lucha. Ahora son indignas de mantener la congruencia ante la evidencia.
No se trata de terquedad presidencial, se trata de anteponer el poder sobre la moralidad pregonada durante lustros. Ahora es moneda falsa que sacrifica los principios seductores de millones de mujeres que llevaron al poder a Morena y a Andrés Manuel López Obrador.
Es de cobardes no reconocer la valentía de Basilia Castañeda, quien enfrenta el trauma del recuerdo en Chilpancingo, en casa de Félix Salgado Macedonio, cuando fue ultrajada y violada, siendo la pareja del operador del ahora candidato al gobierno de Guerrero por Morena.
Las acusaciones tienen rostro, Basilia acudió a la Comisión Nacional de Honor y Justicia de Morena para sostener su verdad, ahí le pidió a López Obrador que procese penalmente a Salgado Macedonio.
Una petición congruente y directa, cuando el líder moral y político de la Cuarta Transformación no duda en ejercer la fuerza de su báculo para doblar voluntades, intimidar poderes, y otorgar indulgencias a lacras funcionales de su proyecto.
En esos rostros que arriesgan su seguridad al denunciar a Félix está el del ex Fiscal General de Guerrero, Xavier Olea. Declaró que el gobernador Héctor Astudillo Flores le ordenó en el 2016 frenar la investigación por violación y acoso.
La defensa de Andrés Manuel no tiene escrúpulos ni memoria, el 8 de enero señaló que atacan a Salgado Macedonio como lo atacaron a él: «Yo fui acusado injustamente, son elecciones y los opositores quieren a un oponente débil” (video https://youtu.be/jqFjIfifxDc).
Ahora Basilia le responde: «Le diría al Presidente que sea serio, que se ponga en el lugar de la víctima, no puede defender a un violador porque, desde que me pasó todo esto, me ha jodido la vida. Esto no se supera con nada, yo creo que 100 años que viva y que tenga conciencia, voy a decirle lo mismo».
«Estoy yo aquí dando la cara y no me van a callar, a menos que me maten; mientras, no. Quisiera que todo esto se aclarara y se arreglara para que no tuviera yo que pedir asilo político, porque si no llega a haber ninguna respuesta buena del Presidente, porque él es el que tiene la última palabra, tendría yo que pedir asilo a cualquier país que me quiera apoyar».
Pero tal vez la mayor frustración del feminismo esté en las mujeres morenistas que agachan la cara ante el abuso que enarbolaron en otros tiempos como bandera de lucha. Ahora son indignas de mantener la congruencia ante la evidencia.
El 1 de febrero la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum Pardo en una posición indigna y convenenciera sentenció que las acusaciones contra el precandidato de Morena no eran suficientes porque no había ninguna sentencia, a pesar del histórico vía crucis de las mujeres en este tipo de procesos: “Eso se lo dejo al partido”, dijo (video https://youtu.be/085sqWRG1sM).
Dos días después, el 3 de febrero, la Secretaria de Gobernación y ex ministro de la Suprema Corte, Olga Sánchez Cordero, quien realizó el proyecto para liberar a la secuestradora Florence Cassez desde el Poder Judicial, también lo defendió con argumentos legaloides: «Hay presunción de inocencia, debido proceso y garantía de audiencia».
Indudablemente, pero no se trata de hacer un juicio sumario que sustituya al penal, sino del cinismo cómplice de un partido que a pesar de las atrocidades, de las acusaciones directas y la valentía de víctimas que arriesgan su seguridad, la Cuarta Transformación apuesta por la expansión del poder político, sin importarle la podredumbre y la traición.
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