Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Por Bryan LeBarón
El día 6 de septiembre se llevó a cabo una marcha que es una de las expresiones del debate más importante que tiene México en su historia moderna. Porque si hablamos de seguridad, hablamos de todo lo que actualmente impacta al país.
“Velada por la Paz” se nombró esta manifestación, y fue una marcha muy simbólica del Ángel de la Independencia al Senado de la República, lugar donde se recibió la minuta que pretende realizar las reformas necesarias a fin de que la Guardia Nacional pase a ser parte la Secretaría de la Defensa Nacional.
No pocas voces han señalado que esto es parte de la militarización del país, todo porque el Ejército se encargaría de la seguridad de los pueblos y comunidades, en general de procurar por la integridad física y patrimonial del México.
Sin embargo, es un tema tan lleno de oportunidades, como de inminentes riesgos. Hoy en día, la situación de violencia en el país sin duda, exige de medidas extremas, ya es necesario que alguien ponga orden y sea capaz de enfrentar la violencia que todos días padecemos.
Pero hoy el Ejército y las fuerzas del orden están atados de manos. El presidente tiene una política de “abrazos no balazos” que ha dejado en plena vulnerabilidad a los cuerpos de seguridad; vemos con tristeza a criminales y narcotraficantes sobajando a las autoridades, se pasean sin pudor alguno tomando las calles, y las balaceras y fuegos cruzados quedan sin consecuencias.
Podemos recordar también los episodios de camionetas disparando al azar a la gente en Reynosa, camiones incendiados bloqueando caminos, cuerpos ejecutados apilados sobre las carreteras, niños siendo capacitados por si de repente se encontraran en medio de un intercambio de disparos.
Mientras los grupos criminales, a quienes les podríamos nombrar “narco terroristas”, afinan cada vez más sus capacidades para extorsionar, secuestrar, dar muestras de su poderío, las fuerzas armadas del país, pareciera que cada vez se les limita más, cada vez tienen menor capacidad de acción, y cada vez más se les amarra las manos.
Así que de nada va a servir tener en las calles a cuerpos policiacos de adorno, o simplemente paseando en sus ostentosas camionetas, las cuales a veces no tienen gasolina para llegar a los lugares de enfrentamientos.
Quizá el presidente “no entiende que no entiende” y es que dirigir estrategias de seguridad encerrado en un palacio, limita la verdadera versión de los mexicanos de la realidad, y eso hace que planear el futuro del país se haga sobre fantasías y enormes desconocimientos.
Hay una variable que veo sumamente peligrosa, hoy percibo un presidente que le está costando aprender cómo funciona la realidad del país en cuestión de seguridad, pero no lo veo mal intencionado; pero la gran reflexión es ¿Qué pasaría si un día llega un presidente tiránico, un lobo con piel de oveja? Tendría a su disposición todo el ejército que ya ocuparían las calles y pueblos de México. Ese sí es un serio problema, porque estamos quitando el liderazgo civil a la Guardia Nacional, estamos retrocediendo muchos años.
Así que mientras tengamos cuerpos policíacos de adorno y el país arda, el poco margen de acción que nos dejan a los mexicanos es manifestarnos, y pasar una velada pensando que todo podría estar mejor.