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GUADALAJARA, Jal., 7 de marzo de 2022.- Su grito es de dolor. En busca de justicia. Que necesita ser escuchado en todo Jalisco. Ese grito es del señor David Salomón, padre del menor Eduardo Salomón, quien fue sacado de su casa y asesinado en el municipio de Tlajomulco.
El joven de tan sólo 16 años de edad presintió el terror que llegaba a su domicilio ubicado en el fraccionamiento Hacienda de los Fresnos 2 y con las agallas de un superhéroe resguardó a sus tres pequeños hermanos del peligro, dejando que unos delincuentes se lo llevaran sólo a él.
Días después fue localizado en una vivienda del centro de Tlajomulco de Zúñiga, lamentablemente sin vida. Su cuerpo estaba junto a cartuchos, chalecos tácticos, objetos contundentes, punzocortantes, pasamontañas y vehículos utilizados por el crimen organizado.
Hoy, a poco más de un mes de aquella terrible tragedia el señor David Salomón sólo pide justicia por su hijo y que la historia de su joven héroe que le salvó la vida a sus hermanitos sea reconocida por la sociedad.
Don David recuerda con mucho dolor y tristeza a su adolescente, un niño bueno, un menor preocupado por los suyos y por los demás.
“A mi hijo me lo quitaron. Un niño que era bueno, que no le hacía daño a nadie. Un niño con el que dábamos gracias a Dios por los alimentos, que nos preocupamos por el ambiente de los demás, que pedíamos a Dios que, si alguien no tuviera qué comer, que alguien se apiadara y le diera un pedacito de pan aunque sea. Me arrebataron a un apersona que era muy buena, muy buena. Una persona con la que discutía de convivir con él. Un día antes teníamos la discusión de que quería aprender un juego que él descargó en su celular y habíamos quedado que el sábado íbamos a salir a jugar ese juego. Así era nuestro convivio, convivir padre e hijo, padre y sus hijos, el día a día era expresarles el amor que les tengo”.
La historia de Don David y Lalo apenas se escribía, los capítulos de su adolescencia eran temas de charla, incluso de bromas entre ellos, bromas que hoy recuerda con mucho dolor, pero sabe que como padre hizo hasta lo imposible para que su hijo, sus hijos, fueran felices y cubrir esa parte que a él le faltó con su padre.
“Recuerdo día a día. Yo con Lalo siempre he sido de, a la hora de irme a trabajar le daba su bendición, lo abrazaba, le daba un beso en la frente, en el cachete, en la cien diciéndole te amo, siempre he sido así con él, siempre. Mi padre, tuvimos un tiempo que no nos vimos y me faltó ese tiempo y yo de alguna manera quiero cubrir eso que me faltó con mi papá con mi hijo, por eso siempre he sido amoroso con ellos, los he guiado y los he regañado”.
Las lágrimas de don David no soportaron más, y resbalaron por su rostro, ese que se ve cansado y con la mirada perdida en momentos. Con la voz entre cortada y con mucho esfuerzo recordó lo que unos delincuentes le arrebataron, a ese chavo al que nunca le enseñó a afeitarse, con el que no habló cosas de padres e hijos.
“Con Eduardo perdí a mi muchacho que me estaba enseñando a ser padre de un joven de 16 años. Me faltaba enseñarle a rasurar, me faltaba enseñarle el cómo ligarse a su chica; no tenía novia, inclusive en algún momento yo me acerqué y le dije: oye mijo si te gustan los hombres dímelo no es nada malo, tenme la confianza. (Respondió) ‘No papá, sí me gustan las mujeres’. No hay problema hijo, tú ya tienes quince y no te conozco una novia. ‘No papá, es que ahorita no me interesan’. Ha perfecto, pero si por algo te gustan los hombres lo entiendo, créeme, lo entiendo y tú sigues siendo mi hijo y yo sigo siendo tu padre y te voy a querer mucho. ‘No sí papá, no te preocupes, me gustan las niñas’, esa confianza había de hablar con él”, dijo nostálgico don David.
La semana previa al 4 de febrero la situación de Lalo y su padre don David era buena, incluso hubo cambios en sus rutinas que les dieron más acercamiento, los unieron más como padre e hijo y por consecuencia los hermanitos fueron parte de esa unión, una que ya no será posible y por ende el dolor aún es más grande.
“Un lunes antes, normalmente yo llegaba de trabajar y yo le daba de cenar a mis hijos y Lalo aprovechaba esa hora u hora y media para salirse a jugar a la calle con sus amigos. Esa hora y media se hizo costumbre y yo ya no cenaba con mi hijo y el lunes de esa semana yo le pedí de favor a mi hijo que cenáramos juntos, porque lo extrañaba mucho, extrañaba que nos sentáramos a cenar y no estaba él, y él me dice, ‘sí papá cenamos juntos’, me entiendes hijo, es que quiero tiempo contigo, ‘sí papá te entiendo’, ese día señamos juntos, nosotros somos de dar gracias a Dios por los alimentos, él siempre se sienta a junto a mi lado derecho y entre él y yo está David, el más chiquitito, se sienta en una silla periquera y nos agarramos de la mano y entre Eduardo y yo le estábamos enseñando a rezar a mi hijo David, es algo que se pierde, es algo que se pierde”, dijo entre lágrimas.
Todo se acabó, el 4 de febrero será un día que nunca olvidará don David y su familia, perdieron al mayor de sus hijos, a su hijo por quien no le dieron la oportunidad de cambiar su vida por la de él.
“Esa mañana que lo vi, esa mañana que me despedí de él, te lo juro Antonio, que si yo hubiera sabido que eso le iba a pasar, no voy a trabajar, no me hubiera importado que me hubieran descontado el día, para estar con él y ser yo el que se haya ido y no él, un chavo de 16 años que le faltaba mucho por vivir, tenía una vida por delante, tenía muchas cosas por conocer”, se lamentó David Salomón.
El proceso de luto para algunos es difícil para otros mucho más pues no solo es haber perdido al su ser amado, es ser también la persona fuerte, el que tiene que decir que se encuentra bien para poder fortaleces a los suyos, el que no puede derramar lágrimas delante de los suyo y quien tiene que seguir luchando para que los suyos estén bien, es el caso de don David, quien a un mes de la muerte de su hijo tiene que hacerse el fuerte y tragarse sus lágrimas por el bien de los suyos.
“Mira, no tengo de otra, tengo que hacerme el fuerte y tragarme las lágrimas y la impotencia y dar la cara con una sonrisa a un funcionario o a los compañeros de trabajo y estar batallando en mi cabeza con: me falta hacer esto, tengo que hacer esto otro, me piden… hubo una semana que me pidieron documentación, yo no entendía por qué, estoy buscando la documentación, estoy entreteniéndome en algo, mi cabeza está por explotar. El día de ayer (viernes), fue un día tan pesado psicológicamente, tan pesado que, eran las 10 de la noche, estaba a punto de dormir y todavía traía dándome vueltas la cabeza con cosas que: tengo que buscar esto, tengo que hacer esto otro, gracias a Dios hemos recibido muchas llamadas de diferentes instancias donde nos brindan el apoyo, y el que nos brinden el apoyo yo tengo que estar al pendiente de sí le contesté con la información, y que no falle yo porque si yo fallo mis hijos se quedan sin la ayuda”, dijo.
A su pérdida don David y familia le suman los cambios radicales en su vida, pues de tener una casa con un cuarto con espacio suficiente para cada quien, hoy se tienen que adaptar a lo que les ofrecen, y lo aún más complicado es contarle a los más pequeños, dónde está Lalo.
“Ha sido difícil, después de llevar a mi hijo al panteón. Hemos tenido que adaptarnos en un hogar que no es nuestro hogar, hemos estado batallando, de por sí la pérdida es difícil, el día a día en una casa ajena, que mis hijos estén preocupados por el ¿dónde está Lalo? y el estarles explicando que no lo vamos al volver a ver si no hasta en sueños y que lo llevamos en nuestro corazón, eso ha sido lo más difícil, explicarle a una niña de 4 años que Lalo está en su corazón; el que mi esposa está muy afectada, muy afectada, ella en momentos parece que no lo asimila, en momentos le gusta pensar que Lalo está trabajando”.
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