La suerte de Cuitláhuac, el indeseable
Dra. Lisdey Espinoza Pedraza, Directora de Programa de la Licenciatura en Relaciones Internacionales del Tec de Monterrey Campus Querétaro.
Contradictorio, así es como se podría definir el enfoque de seguridad del actual gobierno. El presidente inauguró su mandato presidencial con esta política: «abrazos, no balazos». A pesar de la clara militarización del país, sigue diciendo que es mejor atacar las raíces de la violencia: pobreza, desempleo y desigualdad. Su gobierno ha significado un grave deterioro en esos tres aspectos. El resultado ha sido una explosión de violencia sin precedentes que ha alcanzado niveles récord, y cada año supera al anterior.
Hay 3 factores que caracterizan un estado fallido:
Hay regiones en México que tienen el control total de los delincuentes. Las autoridades federales y estatales están ausentes en zonas rurales de los estados de Michoacán, Jalisco, Sinaloa, Estado de México, Guerrero y Guanajuato. Oponerse a los cárteles de la droga y su impulso por el dominio ayudó a llevar las tasas generales de violencia a un máximo histórico en 2020, y la fecha continúan aumentando.
La pandemia expuso la falta de control del gobierno el territorio. Esos vacíos de poder han sido llenados por cárteles, quienes ejercen una poderosa influencia sobre las autoridades. Han limitado la autoridad gobernante de funcionarios electos a través del soborno y la infiltración para garantizar su impunidad. Además, en los estados y municipios con menores grados de participación política y multipartidistas, los actores políticos localmente dominantes a menudo gobiernan opacamente limitándolos derechos de los ciudadanos.
La seguridad no es el único servicio que no está proporcionando el gobierno. La pandemia expuso el déficit de salud del gobierno como resultado de sus políticas. El gobierno se ha vuelto completamente ineficaz. AMLO se ha obstinado en recortar los presupuestos bajo el nombre de austeridad. Estos recortes están destruyendo la eficiencia y la eficacia del gobierno.
A menos que cambie de estrategia pronto, la incompetencia gerencial y el absurdo ideológico de AMLO llevarán a México hacia la bancarrota y a convertirse en un estado fallido. La seguridad debe considerarse como una parte integral del proceso de democratización y reforma del Estado. Hacer que México vuelva a ser seguro no es tan simple como fortalecer la policía; la policía debe contar con el apoyo de sistemas judiciales y de enjuiciamiento sólidos y eficientes. Estos 3 factores conforman un estado de derecho sólido y efectivo. En México, desafortunadamente, estos factores están severamente fracturados. Sin una reforma estatal efectiva y sin intentos de deshacerse de la impunidad y la corrupción generalizadas, las perspectivas parecen sombrías. Esta administración no ha roto con los vicios y malas prácticas del pasado, al contrario, estas prácticas antidemocráticas se están afianzando. El presidente no ha logrado controlar sus crisis institucionales y de legitimidad, y su creciente déficit de liderazgo.
La presidencia actual sigue acumulando fracaso tras fracaso en seguridad, economía y política. La gran cantidad de destrucción que un presidente egocéntrico, egoísta, dogmático, narcisista y Trumpiano infligirá en México durante un período de tiempo tan corto será realmente notable, y esto, junto con la miopía y la terquedad del presidente para rectificar, permanecerá como los legados de su gobierno.