Libros de ayer y hoy
CIUDAD DE MÉXICO, 26 de noviembre de 2017.- En sobremesas con amigos, cuando la madrugada nos alcanza y el deseo de convivencia permanece, no falta quien pone en la mesa temas controvertidos o extravagantes para espantar el sueño o simplemente por llamar la atención de los presentes.
Recuerdo que no hace mucho, en casa de un buen amigo, hubo quien afirmó haber sido presa de la acción de brujos que fueron contratados para hacerle daño. La declaración por sí sola nos generó suspicacia y despertó variadas preguntas de todos los concurrentes.
Yo participé sugiriendo la lectura del libro “Los Brujos en el Poder”, de mi profesor en la maestría en periodismo, José Gil Olmos, periodista agudo de la revista Proceso que ha dedicado tiempo a investigar a políticos y empresarios que han acudido en diversos grados y modalidades a los recursos de la santería para alcanzar sus objetivos materiales.
Decidí que antes de pasar a entrevistar al maestro José Gil Olmos tendría que conocer de cerca este ambiente. Fue así que me animé a visitar el mercado de Sonora de la Ciudad de México.
El más extravagante e icónico de nuestro país. Lo mismo encuentras todo tipo de disfraces, que animales caseros o exóticos, y sobretodo, lo que le ha dado fama internacional: los remedios esotéricos para cualquier mal. Visitarlo es toda una aventura. Su bullicio te da la bienvenida, sus aromas a hierba de temporada y las miradas de reconocimiento tan típicas de esta gran ciudad.
Me dirigí a la sección de herbolaría y esotérica para buscar a “Santa”. Una de las santeras y espiritualistas más famosas de este mercado que alberga a casi un centenar de hechiceros como ella. A pesar de que la Suprema Corte de justicia de la Nación (SCJN) resolvió que es válido sancionar penalmente el delito de fraude específico, a los brujos o yerberos que obtengan un lucro indebido de la ignorancia, preocupaciones o superstición de la población.
Eso parece no preocuparles a estos peculiares personajes. Al recorrer sus estrechos pasillos de esta sección llenos de visitantes confirmó una vieja idea: Los mexicanos confiamos más en la suerte y en la magia que en la ciencia.
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