Líneas Quadratín
Teresa Gil [email protected]
El libro Matar Crónicas desde el infierno, del escritor norteño Carlos Sánchez, es un documento de lo que fue creando un sistema en el ser humano, hasta llegar a los extremos de la negación de la vida. En momentos en que se desbrozan los triunfos y las derrotas de los apabullantes comicios del 6 de junio, se ha dejado de lado el análisis del porqué de las muertes y agresiones en este proceso. Sería ligero asegurar que era con fines intimidatorios ¿para quien si hubo pérdidas en casi todos los partidos?, si fue la intención del crimen de mostrar su poderío, si fueron casos aislados en los que se aprovechó la circunstancia para ejercer venganzas. Cualquiera que haya sido la situación, evidencia la deshumanización que alcanza todo proceso social en el que hay un interés. Nochixtlán y la desaparición de los 43 se incluyen por ejemplo en la implantación de una reforma educativa en el pasado sexenio, entre otros hechos que ocurrieron en la intención de privatizar la enseñanza. Pero la negación del ser como tal, del que es eliminado y el que elimina, con la frialdad de lo pueril, es algo más de fondo que se tendría que analizar.
LOS SISTEMAS CARCELARIOS, EL INFIERNO DE LA NEGACIÓN DE UN SISTEMA
En meses pasados se exhibió el verdadero rostro de los penales del país, varios de los cuales, federales, están en manos privadas. Con informes en la Mañanera y en medios con datos de investigaciones, unos de Animal político de enero pasado, se relaciona íntimamente todo el andamiaje de esos lugares donde se muestra la corrupción del sistema, la avaricia de un sector privado, un entorno de caudillaje delictivo, drogas, prostitución, agresiones, muerte. O sea una vinculación de hechos que lleva a la depredación y al hundimiento de los protagonistas, así sea el presidente de la República de ese momento como ocurrió en el 2010 con Felipe Calderón, empresas de alto nivel, autoridades en cárceles y los reos que la sociedad expulsó de su entorno, a veces desde la infancia. La entrega de la administración y la construcción a veces de los penales, de parte del panista Calderón en contratos sin concurso y licitación que llegan a los 20 años, no mejoraron en nada la anterior administración de esos lugares, pero en cambio generaron grandes ganancias para los que se beneficiaron de esos contratos. Sin haber ofrecido, además, el destino final de una pena: la inserción social del delincuente. En el 2020 había a nivel nacional 210 mil 287 presos algunos de los cuales quizá se mencionan en el libro Matar Crónicas desde el infierno, (ediciones Proceso 2020). El libro está dedicado al periodista y escritor Javier Valdez, cuyo asesino Juan Francisco “P”, El Quillo fue sujeto a sentencia en estas fechas.
CARLOS SÁNCHEZ UN ESCRITOR Y REPORTERO QUE DA CLASES EN PENALES
Carlos Sánchez nació en Hermosillo en 1970 y lleva muchas décadas dedicándose al periodismo y lo singular de su oficio es que en buena parte se desarrolla en los penales de Sonora, en especial de los capitalinos. En el prólogo, Javier Aranda Luna señala que el libro de Sánchez es sobre la gente del barrio, los desplazados, la gente del margen, ”es un coro de los de los sin nada, de los destripados, de los que perdieron la vida, dicen, para sobrevivir”. Es tan impresionante su lectura que el también escritor Eusebio Ruvalcaba confiesa en la contraportada que al tratar de releerlo, “las lágrimas nublaron mi vista”. Y es cierto, para leerlo hay que prepararse emocionalmente, leerlo con calma, escuchar como si estuvieran enfrente de nosotros a todos esos expulsados de la vida, aunque aún naveguen en ella cuando cuentan como se convirtieron en criminales y descifrar, cuando uno no está enterado, el lenguaje de muchachos que no tuvieron nunca nada y de pronto se lanzaron a la vida a buscar su destino uno de ellos matar. Algunos de los entrevistados por Sánchez, mataron un número indeterminado, otros lo hicieron como parte de su quehacer, y unos más empujados por la droga ilimitada que se metían. La mayoría son jóvenes y algunos estaban o están en centros de readaptación. Es un libro excelentemente escrito, que a veces emociona, por los deslices humanos que afloran en los declarantes. Pero en general, está la castración de la vida de la víctima y del agresor, como un instante que se convierte en eterno. Los relatos se interrumpen con pequeños ejemplos:
Hálito
Dejó de respirar. Me quedé mirándola. Tuve la necesidad de besarla, tenía los labios helados. De a poco fui desenredando el cable del teléfono de su cuello. No me di cuenta en qué momento lo enredé con tanta fuerza, hasta dejarla sin aliento. (párrafo que consta en las hojas de un expediente)