Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
No es de extrañar, pese al repunte de la izquierda, lo que acaba de pasar en Chile. Las largas dictaduras dejan asentados en los intereses del país, su presencia. Y esos intereses por lo general se expresan en riqueza. Un ejemplo lo vemos en España con un franquismo que permanece vivo, pese a los casi 47 años que Franco lleva de muerto. Otro caso parecido lo estamos viendo en Nicaragua. Y se asume parecido porque son sectores intermedios que se consideraron dueños del país, gracias al favor que les hizo el Frente Sandinista, de liberarlos de Somoza. Es el caso de los Chamorro y otros sectores de la burguesía y clase media de ese país, que han estado en permanente inquina contra el sandinismo y que en determinado momento, cuando menos se esperaba, se treparon al poder vía Violeta Chamorro. Perdido el control, hacen lo imposible por recuperarlo. En muchos países está apostada esa expresión y sin ir más lejos en nuestro país, en el que una dictadura perfecta como la define el derechista Mario Vargas Llosa, sentó sus reales por muchas décadas al grado de que la soberbia de sus herederos (Alito en el ejemplo). quiere mantener la prestancia de dueño, pese al enorme declive que sufren. Son los venidos a menos que quieren mantener el orgullo y sus bienes y que en el caso de Chile, despuntó grotescamente el pasado 4 de septiembre.
LA LUCHA POR RECUPERAR LO QUE DA EL PODER, SIEMPRE ESTÁ AL ACECHO.
Pese a que se expresan con muchas cataduras, los que han disfrutado del poder en México están al acecho de cualquier evidencia, Leí en estos días la columna de una persona que se refiere a Ricardo Monreal como una expresión de apertura para vislumbrar un retorno. Otros lo están viendo así. Es una periodista que tuvo las mieles del sistema priísta. Pero también ven esos signos todos los que probaron esas mieles en aquellos sexenios y quienes se consideran apropiados para apoderarse de nuevo del país. Si el viejo porfirismo rebuzna en grupos y formas de vivir, por que no volver a incorporar en esos resabios lo que aportó en su camino el priísmo.
LOS QUE SE CREEN DUEÑOS DE UN PAÍS TILDAN DE INTRUSOS A LOS OTROS
De Chile he puesto de ejemplo el caso de la monja española que vivió en ese país y en cuya residencia me hospedé en Roma, que se refería a la presencia de Salvador Allende como una herejía en el poder, visión que compartía con su iglesia, y se alegraba de su muerte vía Augusto Pinochet. Para ella, Allende y sus allegados eran unos intrusos, como Pedro Castillo lo es para las élites peruanas su actual presidente y lo denigran de la peor manera. El acceso al poder de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es visto así por la derecha y la rebaba priísta. Un chairo en la presidencia es un despropósito, una intromisión, como lo fue Vicente Guerrero un campesino en la silla, frente a grandes ilustrados como el conservador Lucas Alámán y su cómplice en el asesinato, el presidente Anastasio Bustamante. Por lo general en esa perspectiva del poder, sobre todo en las provincias cuando gana alguien que no se considera de la clase, suele haber una componenda entre el que ejerce el poder y los poderosos. Así se habla en Estados Unidos del poder oscuro que realmente gobierna. La componenda convierte en realidad al que gobierna, en empleado de las verdaderas fuerzas reinantes. Cosa que al menos en el caso de AMLO, no han tenido ni podido.
EN CHILE, LA LUCHA SEGUIRÁ, DICE EL PRESIDENTE GABRIEL BORIC
Calmado, frente a algo que en realidad intuía, el presidente Gabriel Boric ha aceptado el fracaso de que la nueva constitución no haya sido aprobada y permanezca la pinochetista, Y ha hecho el llamado a seguir luchando hasta que se consiga el cambio en Chile. No hay otra cosa que hacer. En buena parte, la historia gira alrededor del poder, su forma de obtenerlo, su ejercicio y su pérdida. Las grandes novelas de América Latina, giran en torno de esas visiones. Yo, el supremo de Augusto Roa Bastos, El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, Conversaciones desde la catedral de Mario Vargas Llosa, El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez son algunas de las muchas secuelas noveladas de lo que dejan los dictadores en los pueblos. Llagas difíciles de curar por largo tiempo, que se expresan de muchas maneras. En El otoño del patriarca (Plaza & Janes 1975, Colombia) se han encontrado similitudes con Franco aunque desde la perspectiva latinoamericana. Pero en toda esa novelística, aunque a veces se ha dicho expresamente el nombre del novelado, hay la similitud que tienen todos los dictadores aquí y en China. Y que quedan como huellas acentuadas que cuesta eliminar, como lo están viviendo los sectores progresistas de Chile en este momento.