Trump tiene su modo
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¿Septiembre negro?
Algo tiene de inquietante el mes de septiembre, en particular su onceavo
día. En esa jornada tuvo lugar la destrucción de las torres gemelas de Nueva York
hace 23 años, con lo que, según algunos historiadores, parió el verdadero siglo
XXI.
Entre nosotros, este mes, a más de evocar el aniversario de la gesta de la
independencia, nos ha obsequiado con cinco potentes sismos desde 1985,
movimientos tectónicos que nos llenaron de espanto y nos sumieron en luto.
Un repaso histórico septembrino revela hechos en ocasiones dolorosos y en
otros espeluznantes sucedidos una y otra vez en esa fecha. Muchos dirán que
fueron casualidades y otros sostendrán que no. Pero no siendo la parapsicología
hagiográfica el fuerte de JdO, permítaseme alguna reflexión ociosa en lugar de la
esperada apología patriótica de la temporada.
En la noche del 10 al 11 de septiembre de 1541 tuvo lugar la tormenta y
deslave que arrasó un pueblo de la Nueva España y mató a doña Beatriz de la
Cueva, viuda del “conquistador” Pedro de Alvarado, hecho que el notario Juan
Rodríguez cronicó con el título de “Relación del espantable terremoto que agora
nuevamente ha sucedido en las Yndias en una ciudad llamada Guatimala. Es cosa
de grande admiración y de grande exemplo para que todos nos enmendemos de
nuestros pecados y estemos aperecibidos para quando dios fuese servido de nos
llamar”.
Don Juan nunca imaginó que su crónica sobreviviera los siglos y que unos
historiadores la bautizaran como punto de arranque del periodismo en América.
Cuando en la capital yanqui fue establecido el “Museo de la noticia”, Newseum,
una de las copias sobrevivientes recibía a los visitantes apresada en un bloque de
acrílico.
Un año después, 1542, las fuerzas de Michimalonco destruyeron la ciudad
de Santiago de Nueva Extremadura, en territorio que hoy llamamos Chile.
Juego de ojos
Miguel Ángel Sánchez de Armas
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En 1649 Cromwell se cubrió de gloria con la masacre de Drogheda.
En 1943 los nazis iniciaron el exterminio de los judíos en los guetos de
Minsk y Lida.
En 1965 llegó a Vietnam la primera división de caballería del ejército yanqui
y quedó sellado el destino de cientos de miles de jóvenes gringos y vietnamitas,
peones en un tablero de ajedrez manipulado desde Washington, Moscú y Pekín.
En 1972 el comando palestino “Septiembre Negro” secuestró a once
israelíes en los Juegos Olímpicos de Munich.
En 1973 el general Augusto Pinochet derrocó y asesinó al presidente
democráticamente electo Salvador Allende con el apoyo y bendición de
Washington.
En 1982 Israel invadió Líbano y se dieron las masacres de Sabra y Shatila.
En este 2024 en México sufrimos una de las más violentas olas de violencia
criminal del siglo, ante la mirada pasmada de las autoridades que piden
“prudencia” a los criminales.
Son muchos los episodios septembrinos que se podrian citar, pero estos
ejemplos ilustran. De todos, sólo uno, el de Guatemala en 1541, fue un desastre
natural. Todos los demás tienen que ver con lo humano. Permítaseme el lugar
común de “Homo lupus hominem”.
El tiempo, que todo pone en su lugar, un día levanta los velos y nos
enteramos de las razones ruines, frecuentemente cobardes, casi siempre
impunes, con que los poderosos siegan vidas y destruyen pueblos por “razones de
Estado”, cuidando siempre que tales “razones” se cumplan puntualmente en las
vacas del vecino y no en las propias.
Hay en el documental Farenheit 9/11 de Michael Moore una escena
conmovedora en donde el robusto director se apersona en las afueras del
Congreso de Estados Unidos e invita a los padres de la Patria que votaron por
invadir Irak, a que enrolen a sus hijos en el ejército y los envíen a defender la tierra
que los vio nacer. Todos sin excepción -a semejanza del señorito Aznar, que
declaró haber sido “engañado” en ese asunto-, huyen con risas nerviosas.
Juego de ojos
Miguel Ángel Sánchez de Armas
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El Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad de Georgetown (NSA,
por sus siglas en inglés), publicó las transcripciones de telefonemas entre el señor
presidente Nixon, el señor profesor Kissinger, asesor de seguridad nacional, el
señor secretario de Estado Rogers y el señor director de la CIA Helms, que
confirman lo que era evidente: en septiembre de 1973 el gobierno de Estados
Unidos organizó y estuvo tras el golpe militar de Pinochet, tal como organizó y
estuvo tras los asesinatos de Madero y Pino Suárez en 1913, el golpe de Estado
en Guatemala en 1954 y una relación de atrocidades más larga que la Cuaresma.
Nixon murió hace 30 años, Rogers hace 23, Helms hace 22 y Herr
Professor Kissinger estuvo vivito y coleando hasta cumplido el centenario en
noviembre del año pasado. ¿Pisó la cárcel por ser autor de hechos que hubiesen
caído en la jurisdicción del tribunal de Núremberg, como los bombardeos secretos
a Camboya o el asesinato de Allende? ¡Claro que no! Al contrario, recibió el Nobel
de la Paz, galardón al que, en comparación, tendría más derecho el Dr. Simi.
Poco después de la asunción de Allende en 1973, ese feroz retoño de
Metternich -Kissinger, no Allende- gritaba a Helms: “¡No permitiremos que Chile se
vaya por el drenaje!”
Dice el NSA: “Después de que Nixon habló personalmente con Rogers,
Kissinger grabó una conversación en la que el secretario de Estado estuvo de
acuerdo en “decidir a sangre fría qué hacer y después llevarlo a cabo”, aunque
procediendo con prudencia “para que no salga el tiro por la culata”.
El secretario Rogers consideró que “después de lo que hemos dicho acerca
de las elecciones [democráticas], si la primera vez que un comunista [las] gana
Estados Unidos intenta impedir el proceso constitucional, nos vamos a ver muy
mal’”.
Las transcripciones revelan que unas semanas antes del golpe de Pinochet
y la CIA, Nixon llamó a Kissinger y le dijo: “Creo que el tipo chileno ése podría
estar en problemas”. “Sí”, respondió Kissinger. “Definitivamente está en
dificultades”. Nixon, dice el NSA, procedió a culpar al director de la CIA y al
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Miguel Ángel Sánchez de Armas
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antiguo embajador en Chile, Edward Korry, por no haber impedido la asunción de
Allende tres años antes. “La regaron”, dijo el presidente.
Demos dar gracias a Walpurga o a nuestra deidad teutona favorita, de que
el señor profesor Kissinger, a imagen y semejanza de los represores de izquierda
y derecha con los que no estuvo dispuesto a convivir, haya grabado secretamente
conversaciones telefónicas como la que tuvo el 16 de septiembre de 1973 con su
jefe Nixon. Es posible que tenga efectos eméticos en algunos lectores, por lo que
se recomienda precaución:
(Saludos respetuosos. Nixon pregunta si hay novedades.)
K. No. Nada de importancia. El asunto chileno se está consolidando. Claro
que los periódicos están desgarrándose porque un gobierno pro-comunista fue
derrocado.
N. Vaya, vaya. Qué cosas.
K. Digo, en vez de celebrar. En la administración de Eisenhower seríamos
héroes.
N. Bueno, no lo hicimos –como sabes- no aparecimos en esto.
K. No lo hicimos. Quiero decir los ayudamos … generamos condiciones tan
amplias como fue posible (¿?).
N. Así es. Y así es como se va a jugar. Pero escúchame, en lo que toca a la
gente, déjame decir que no se van a tragar ninguna mierda de los liberales en
esta.
K. De ninguna manera.
N. Saben que es un gobierno pro-comunista y eso es lo que es.
K. Exactamente. Y pro-Castro.
N. Bueno, lo principal fue … Olvidémonos de lo pro-comunista. Fue un
gobierno totalmente anti estadounidense.
K. Ferozmente.
N. Y los fondos de que dispusiste. Vi el memorándum que giraste acerca de
la plática confidencial … para una política de reembolsos para expropiaciones y
cooperación con los Estados Unidos y por romper relaciones con Castro. Bien;
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Miguel Ángel Sánchez de Armas
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diablos, ese es un gran aliciente si lo piensan. No, de ninguna manera te fijes en
las columnas [periodísticas] y en los desgarres sobre eso.
K. Oh. No me molesta. Sólo se lo informo a usted.
N. Sí. Me lo informas porque es típico de la mierda a la que nos
enfrentamos.
K. Y la increíblemente sucia hipocresía…
N. Eso lo sabemos.
K. De esa gente. Cuando se trata de Sudáfrica, si no los derrocamos arman
un escándalo.
N. Sí. Tienes razón.
Ofrezco disculpas por la necedad de citar continuamente a los grandes
filósofos, pero fue uno mexicano, Jesús Hernández Toyo, quien estableció una
tipología universal para el análisis de la personalidad de los políticos.
Aunque no se puede regatear a Kissinger el mérito de gruesos y pertinentes
volúmenes y un matusalénico tiempo en las aulas, después de leer la anterior
conversación tampoco nadie estaría en desacuerdo, creo, con la sentencia de
nuestro compatriota: “La política apendeja a los hombres inteligentes y enloquece
a los pendejos”.
22 de septiembre de 2024