Libros de ayer y hoy
El presidente Trump lo hizo el pasado 6 de enero.
Intentó un golpe de Estado contra el Congreso de su país, para impedir que avalara la victoria presidencial de Joe Biden.
Al final, el golpe fue impedido gracias a la fortaleza de las instituciones político-electoral de Estados Unidos, a pesar de que muchos golpistas acusaron de censura a las redes sociales, manipuladas por Trump.
Hoy la historia se repite, pero en México, en donde el mandatario López Obrador intenta un golpe de Estado al proceso electoral en marcha –previsto para el primer domingo de junio–, a través de la propaganda inconstitucional que todos los días promueve contra opositores y críticos, a través de sus mafiosas conferencias “mañaneras”.
Y es que, como todos saben, mediante un grosero ejercicio diario de propaganda inconstitucional –en Cadena Nacional y en redes–, el presidente mexicano mete mano a las elecciones, sataniza a los opositores, critica sus alianzas y objetivos político-electorales, al extremo de que el INE y el Tribunal Electoral exigieron la cancelación de las “mañaneras”.
¿Por qué se deben cancelar las “mañaneras” del presidente?
Elemental, porque se trata de un ejercicio propagandístico en donde el mismísimo presidente viola la Constitución; porque el presidente se mete de manera ilegal a las elecciones y porque desde Palacio Nacional, en los hechos, se trabaja en la construcción del mayor fraude electoral de la historia.
Lo curioso del caso es que, muchos de quienes aplaudieron que las instituciones fundamentales de Estados Unidos hayan impedido el golpe de Estado, lanzado por Trump contra la democracia de aquel país, hoy prefieren guardar silencio en el caso mexicano.
¿Qué instituciones resultaron clave para la defensa de la democracia norteamericana, a manos del gobierno golpista de Trump?
Todos lo saben; instituciones públicas como el sistema de justicia; el Congreso, legisladores, partidos políticos, casi todos los medios –televisión, radio y prensa–, y en especial las redes; todos cerraron filas en defensa de la democracia y la legalidad norteamericanas y, al final, derrotaron los afanes golpistas de Trump.
¿Dónde están –en el caso de la violación electoral promovida por el mexicano López Obrador–, tanto el Congreso como sus legisladores; dónde están los partidos políticos, los medios –prensa, radio y televisión–, y sobre todo las redes sociales?
Lo cierto es que ante las “mañaneras” ilegales y violatorias de la Constitución que promueve López Obrador, no solo guardan silencio de complicidad el Congresos y todos sus legisladores –opositores y del partido oficial–, sino la Corte, los partidos y, sobre todo los grandes medios de prensa, radio y televisión.
Está claro que el presidente tiene sometidos a legisladores de casi todos los partidos; convertidos en verdaderos lacayos del nuevo rey. Es evidente que la Suprema Corte carece de independencia y que todo el Poder Judicial fue atrapada por el presidente dictador.
Y también es cierto que poco o nada debemos esperar los ciudadanos de los partidos políticos, la mayoría de ellos en la ruina política, ideológica y hasta ética.
Sin embargo, es posible que la mayor complicidad contra la democracia mexicana se esté produciendo en el terreno mediático.
¿Por qué?
Porque precisamente los medios –prensa, televisión, radio y hasta las redes–, son las plataformas por las que corre la ilegal propaganda oficial; son esos canales por los que se difunde en Cadena Nacional la difamación y la calumnia presidencial a los críticos; son esos medios por donde el mandatario viola la Constitución y por donde polariza, siembra odio y miente de manera sistemática a los ciudadanos.
Todas las grandes televisoras y las frecuencias de radio –Televisa, Imagen, Milenio, Azteca, Formula, Radio Centro y cientos de estaciones de todo el país–, están al servicio de la mentira y el engaño presidenciales; están al servicio del golpe de Estado que día a día y de manera sistemática lleva a cabo el presidente contra la democracia.
La mayoría de la gran prensa –salvo Reforma, El Universal y El Financiero–, difunden las mentiras presidenciales sin cuestionar un ápice la violación constitucional del mandatario, las mentiras sistémicas y menos les importa decirle a la audiencia que López Obrador miente.
¿Qué debieran hacer los grandes medios frente al golpe de Estado diario que lanza el presidente López Obrador?
En rigor, debieran suspender las trasmisiones de una propaganda ilegal y mentirosa, cuya señal sale de Palacio y cuyos mensajes salen de la boca del mismo presidente.
Pero los grandes concesionarios no se atreven, ya que también están sometidos a la llamada “mafia del poder”.
Sin embargo, la cobardía y la complicidad de los medios es tal que no son capaces, siquiera, de promover una mesa diaria entre especialistas que en tiempo real desmonte las mentiras presidenciales, exhiba al mentiroso de palacio y que, con los instrumentos del periodismo, defiendan la democracia.
Sí, en la destrucción de la democracia mexicana, a manos de López Obrador, buena parte de los medios también juegan el feo juego de la complicidad con el poder.
Y la historia sabe que también esa complicidad se paga.
Al tiempo.