Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
En toda capital del mundo, como la Ciudad de México, existen servicios públicos que deciden el voto.
Servicios como el agua, la recolección de basura, la seguridad y, sobre todo, el transporte público.
Un gobierno y un partido político que cumplen y garantizan la calidad de esos servicios pueden estar seguros de que los votantes lo acompañan. Eso se conoce, incluso, como gobernabilidad.
Sin embargo, en Ciudad de México el Metro hoy se ha convirtió en uno de los mayores problemas cotidianos de los capitalinos.
Y es que si bien el Metro es la columna vertebral de la movilidad y del transporte público; también es un servicio público que hasta hace cuatro años era bueno –a secas–, pero también seguro y barato.
Un transporte que en sólo 40 meses se ha convertido en un peligro para millones de usuarios que se juegan la vida en cada viaje.
Un servicio público que, paradójicamente, no solo es el mayor lastre de la jefa de gobierno de CDMX, sino que ya se convirtió en su tumba
En efecto, el mal servicio de Metro, la estulticia de saquear su presupuesto con fines político electoral y el abandono del mantenimiento ya le costó la candidatura presidencial a la señora Claudia.
¿Lo dudan? Vamos paso a paso.
Primero fue el colapso de la Línea 12 del Metro. Un crimen de Estado que, además de provocar la muerte de una treintena de ciudadanos, dejó sin servicio de movilidad a 370 mil personas que a diario utilizaban esa ruta para sus actividades cotidianas.
A la tragedia, provocada por la criminal falta de mantenimiento, le siguieron escándalos de corrupción y desdén oficial –por el austericídio oficial–, que golpearon de manera directa a dos de los presidenciables más aventajados: Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum.
En el primer caso, Ebrard es el responsable de la montaña de corrupción reportada en la L-12M; obra de la que el hoy canciller y su brazo derecho, Mario Delgado, se llevaron a sus cuentas privadas miles de millones de pesos.
En el segundo caso, el de la jefa de gobierno del DF, la impunidad total sobre la tragedia fue ordenada por la propia señora Shienbaum, ya que ella es la responsable de haber cancelado todo el mantenimiento en el Metro para, de esa manera, desviar el dinero a su campaña presidencial.
Y es que en el fondo, la tragedia de la L-12M no solo costo la vida de usuarios de Metro sino que destapó una cloaca de corruptelas que involucra a políticos, gobernantes y empresarios –al canciller, Marcelo Ebrard; Mario Delgado, presidente de Morena, a Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de CDMX y a Carlos Slim–, quienes hoy gozan de total impunidad.
Así, frente a la tragedia –y con el paso del tiempo–, la jefa de gobierno de CDMX se ha convertido en “tapadera” de las escandalosas corruptelas que tienen colapsado a todo el Sistema de Transporte Colectivo, Metro; al extremo de solapar a la ex directora, Florencia Serranía, responsable directa de la tragedia ya que conocía a la perfección las deficiencias a causa de la falta de mantenimiento, lo que al final provocó el colapso de la L-12M.
Luego se desató la crisis de seguridad en todo el Sistema.
Es decir, que a diario los usuarios no sólo debían perder horas a causa de retrasos, incendios, explosiones y hasta suicidios en las vías de los trenes, sino que ponían en riesgo sus vidas por el incremento de la intensidad y frecuencia de las explosiones en vagones y andenes.
Pero tampoco era una novedad. ¿Por qué?
Porque al arranque de la gestión de Claudia no pocos sindicalizados del Metro advirtieron sobre el peligro inminente por la falta de mantenimiento del Sistema, al que algunos calificaron “como bomba de tiempo”.
Un Sistema que nació en septiembre de 1979, con la Línea 1 y que a lo largo de más de medio siglo llegó a contar con 12 líneas; que recorrían 227 kilómetros de la capital del país, con 195 estaciones y que en su clímax, en octubre de 2019, transportó 146 millones de personas, sólo en ese mes.
Debido a su bajo costo y a la eficacia que llegó a tener en sus mejores momentos, el Metro se convirtió en la columna vertebral de la movilidad de la capital del país y la zona conurbada, con un promedio diario de 2.3 millones de usuarios diarios hasta antes de la pandemia y de la tragedia de la L-12M.
Hoy el Metro vive uno de sus peores momentos, ya que están fuera de servicio las líneas 1 y 12; la primera por mantenimiento profundo y la segunda por el derrumbe de la estación Tláhuac.
Esa situación afecta a casi un millón de usuarios al día; mexicanos de clase media y media baja que deben desembolsar cinco o seis veces el costo original del Metro, para conseguir otra alternativa de movilidad.
Pero al enojo cotidiano por la mala calidad del servicio del Metro, por el elevado costo de otras alternativas y por la inseguridad imperante en el transporte público concesionado se traduce, a querer o no, en una mala imagen de la jefa de gobierno; en votos potenciales en su contra.
Y es que crecen sin freno las rutas de “micros” y camiones en donde las bandas criminales han encontrado una veta inagotable para sus fechorías.
En Tláhuac, por ejemplo, las llamadas “mototaxis” no sólo son el único medio de transporte popular para recorrer toda esa alcaldía sino que, al mismo tiempo, son parte de las mafias criminales para llevar a cabo el cobro de piso, el robo y, sobre todo, la distribución y venta de droga.
A su vez, en toda la zona conurbada de la capital del país, a través de todas o casi todas las rutas de “micros” y autobuses, el asalto, el despojo y el robo son “el mejor negocio criminal”.
Sí, los ciudadanos de toda esa región del país están hartos de viajar a sus trabajos, oficinas, escuelas y empleos –la mayoría de ellos en CDMX–, “con el Jesús en la boca”, ya que el día que no son asaltados, son despojados, robados, secuestran y, en el extremo, los matan.
Y por eso obligan preguntar.
¿Qué sociedad, de qué país del mundo, está dispuesta a seguir tolerando a gobiernos criminales y nefastos como los de Morena en la capital del país?
¿De qué tipo de agravios de Estado deben ser víctimas los habitantes de la Ciudad de México, para reaccionar en algún momento contra la jefa de gobierno y para reprochar en las urnas al peor gobierno que han tenido los capitalinos en medio siglo?
¿Hasta cuando, millones de trabajadores, empleados, estudiantes, amas de casa y ciudadanos en general, tolerarán la burla y la ofensa de que son víctimas a diario, por parte de la señora Claudia Sheinbaum, por el mal servicio del Metro?
¿Quién, qué autoridad será capaz de sancionar el uso clientelar, electorero y abusivo del presupuesto del gobierno de Ciudad de México?
Lo cierto es que el Metro y la inseguridad en la capital mexicana ya se han convertido en la mortaja político de la señora Claudia Sheinbaum; un ataúd que canceló todas sus posibilidades electorales para 2018.
Al tiempo.