Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
RICARDO ALEMÁN
La anterior convicción está lejos de significar un deseo personal o una mera ocurrencia, producto del momento difícil que viven el presidente mexicano y su gobierno.
Tampoco se trata de sacar “raja política” de la evidente crisis de ingobernabilidad que enfrenta el Estado mexicano, una vez que el jefe de las instituciones muestra claros signos de incapacidad para el desempeño de sus responsabilidades constitucionales.
Lo cierto es que hasta la mañana de hoy –miércoles 26 de abril del 2023–, México lleva casi 70 horas sin gobierno; sin autoridad, sin presidente y, lo peor, que los ciudadanos no sabemos quién manda, quién decide y a partir de qué ley o reglamento algunos cercanos del presidente ya asumen las funciones del ejecutivo.
Por eso, por una razón elemental de Estado y por la urgencia de garantizar la gobernabilidad y la estabilidad política, económica y social, los poderes Legislativo y Judicial deben asumir su responsabilidad en el reemplazo urgente del presidente, empezando por llevar adelante la renuncia de López Obrador.
Pero vamos por partes.
Primero debemos aclarar que aquí estamos lejos de pretender aplicar hoy la misma fórmula rencorosa y vengativa del “ojo por ojo”, que en su momento lanzaron contra el presidente Peña Nieto el entonces poderoso opositor motejado como AMLO y su claque lacayuna.
Sin duda muchos recuerdan que –palabras más, palabras menos–, el candidato López escribió en sus redes sociales que frente al rumor de una imaginaria enfermedad del mandatario mexicano de entonces, ese era el mejor “momento de renunciar”.
Sí, López Obrador invitó al presidente en funciones a renunciar con el pretexto de una enfermedad salida del rencor social fomentado desde el Partido Morena, contra el mandatario en funciones.
Y como desde entonces ocurre con todo aquello que propone el líder de Morena, sus seguidores montaron toda una campaña contra Peña Nieto a partir del señuelo lanzado por el tabasqueño.
Hoy, sin embargo, la realidad es muy distinta.
¿Por qué?
Porque como ya se dijo líneas arriba, hoy está claro para todos que México vive una de las peores crisis de ingobernabilidad de su historia; crisis que se caracteriza precisamente por la ausencia de gobierno y la debilidad de las instituciones, lo que pone en riesgo a todo el sistema.
Porque hoy México y el mundo entero saben que, lamentablemente, la salud del presidente mexicano no es la mejor y que sus capacidades para la conducción de las riendas del país aparecen seriamente disminuidas.
Y es que más allá de los actos de fe que exigen muchos seguidores del presidente; más allá de las malquerencias naturales a causa de la polarización social y más allá del culto que otros reclaman en éste momento frente a Obrador, lo cierto es que llegó el momento de la verdad.
Sí, llegó el momento de que los poderes Legislativo y Judicial, con la ley en la mano y con los instrumentos de la razón de Estado, analicen con seriedad la renuncia y sustitución del presidente López Obrador.
Llegó el momento de que los partidos opositores, los líderes sociales, los aspirantes presidenciales, los capitanes de empresa y la sociedad toda analice y discuta una renuncia que ya resulta inevitable no sólo por los evidentes motivos de salud, sino por el tamaño de los fracasos mostrados.
Y es que debiera estar claro –para todo aquel que quiera ver la realidad–, que por encima de la pasión política está la razón de Estado; que no es otra cosa que el interés general por encima de los intereses individuales.
Y es que México y los mexicanos no puede seguir en medio de la más peligrosa crisis de ingobernabilidad en décadas; una crisis política, social, económica diplomática y de seguridad y violencia que crecen y pone en peligro la estabilidad del Estado todo.
La sociedad mexicana no puede seguir sin el jefe del gobierno y el jefe del Estado: sin la directriz en las instituciones, frente al creciente riesgo de un golpe de Estado; del peligro de que manos criminales tomen las riendas del país para provocar un colapso de todo el sistema.
Y por eso las preguntas obligadas
¿Cuál es realmente la salud del presidente Obrador?
¿Quién manda en Palacio?
¿Quién es hoy el jefe de las Fuerzas Armadas?
¿Quién toma las decisiones propias del jefe de Estado y de gobierno?
¿Quién autorizó el mandato, a aquellos “hombres del presidente” que hoy asume las decisiones presidenciales?
La respuesta es obligada, López Obrador debe renunciar y en su lugar se debe nombrar un presidente interino.
Al tiempo.