El presupuesto es un laberinto
Nueva policía federal en la
SSPC perfila un FBI mexicano
La Secretaría federal de Seguridad y Protección Ciudadana esperó el cerrojazo
legislativo para la reforma del artículo 21 constitucional para operar su lanzamiento como
nueva policía de investigación complementaria a la del Ministerio público federal y a la de
la Guardia Nacional.
El operativo Enjambre en el Estado de México para desarticular –y este es el
principal mensaje de seguridad– las estructuras políticas, administrativas y de seguridad
municipales fueron los primeros golpes del secretario Omar García Harfuch ya investido
con la autorización de convertir a su dependencia en policía federal con dos tareas
centrales: investigación e inteligencia.
La estrategia de seguridad del secretario García Harfuch se convirtió en una tercera
etapa en el sangriento período 2006-2024: la primera fue la guerra contra el narcotráfico
ordenada por el presidente Calderón sin mecanismos de inteligencia y luego vino el ciclo
de “abrazos, no balazos” que apelaba al modelo de gobernanza criminal para que los
grupos delictivos se comprometieran a no generar violencia en las comunidades, pero
ninguna de las dos atendió el punto nodal del auge del crimen organizado: ninguna banda
criminal-delictiva puede existir y consolidarse sin la complicidad de las autoridades
políticas de los tres niveles de gobierno.
La operación Enjambre definió el rumbo de la tercera etapa de la crisis de
seguridad de los últimos 20 años y mandó mensajes muy precisos de los nuevos
mecanismos de las autoridades responsables: primero, la capacidad de investigar sobre la
configuración no de las bandas en sí mismas, sino las instancias de complicidad con las
autoridades locales; segundo, el realineamiento de las instancias de inteligencia para
temas de seguridad interior que habían venido operando de manera aislada; y tercero, en
la parte más importante, la capacidad de operación de resultados a través de cuerpos de
seguridad que no sean copados o cooptados por los delincuentes.
Toda proporción guardada, el FBI de Estados Unidos como oficina de investigación
nació de la configuración de un grupo de investigadores alejados de las tentaciones de la
corrupción, bajo el mando duro –inclusive hasta el abuso– del jefe J. Edgar Hoover y con
ello crearon una doctrina de la lealtad institucional de las policías, a pesar de los pocos
casos de traiciones y perjurios. La SSPC podría estar armando una especie de FBI
mexicano.
El secretario García Harfuch has dado los primeros pasos para comandar una
nueva policía federal de investigación y una fortalecida Secretaría del gabinete
presidencial que deben de mantenerse ajenas a las luchas burocráticas, a las tentaciones
de corrupción y al verticalismo negativo que impide el aprovechamiento de otras
estructuras no oficiales de seguridad que estarían centralizándose en la Secretaría –en
términos reales– de Seguridad Interior.
La operación Enjambre el pasado fin de semana en el Estado de México colocó
mensajes muy directos y entre ellos el más importante: la forma de debilitar al crimen
organizado se encuentra en la desarticulación de sus relaciones políticas y de poder. En la
lista de funcionarios mexiquenses detenidos con cargos de extorsión, secuestro y
homicidio se dejaron ver los hilos de poder con cárteles locales y organizaciones
criminales federales, y no debe dejar de atenderse los espacios de operación de esos
funcionarios: oficinas de seguridad municipal, oficinas del DIF y desde luego el arresto de
la presidenta municipal de Amanalco.
La estrategia de Calderón puso como objetivos a los grandes capos y la política de
seguridad de López Obrador le apostó a la no-confrontación, pero ambas decisiones
permitieron que el crimen organizado avanzara en la captura territorial e institucional de
porciones de la soberanía del Estado, es decir, consintieron que estructuras de poder
pasaron a formar parte de la red de relaciones políticas delictivas.
El golpe de la Secretaría de García Harfuch fijó mensaje muy directo: si la autoridad
del Estado ejerce su poder para impedir que estructuras institucionales se pongan al
servicio de los delincuentes, la cadena de complicidades se romperá en los eslabones que
representan la capacidad de poder político e institucional de las bandas delictivas.
Y si bien se entiende la operación Enjambre, entonces la estrategia de seguridad
de la presidenta Sheinbaum y el secretario García Harfuch comenzará a ver resultados
efectivos destrozando el corazón del poder político del crimen organizado que
representan las alcaldías y las oficinas municipales de seguridad.
Y si la operación Enjambre queda como un mecanismo permanente, los operativos
de seguridad contra alcaldías aliadas al crimen serán el primer gran paso para combatir en
serio la delincuencia.
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Política para dummies: la política es, por sí misma, una acción de seguridad del
Estado.
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