Libros de ayer y hoy
El poder judicial pide poquito:
sólo violar La Constitución
En su pronunciamiento más formal, nueve organizaciones del Poder Judicial
explican su enfoque de la reforma de la judicatura y los 36 puntos se pueden resumir en
uno solo: violar la Constitución para defender su Constitución.
Organizaciones con registro y grupos políticos añadidos con estructuras formales
piden/exigen/reclaman/reivindican/advierten que la reforma judicial en proceso
legislativo se detenga, se limite y se someta a los criterios del Poder Judicial en
configuración de poder fáctico.
En caso contrario, todos los trabajadores y empleados del sector judicial ya
votaron un paro total de labores que rompería el orden constitucional y que dejaría al país
sin estructura judicial que procese los millones de asuntos que todos los días pasan por las
oficinas judiciales del Estado.
Las exigencias en modo de populismo conservador y de amenaza callejera –como
si se tratara de bloquear calles o carreteras– para violar las leyes legales y obligar a las
autoridades a asumir decisiones en función de los demandantes con poder de
movilización popular en realidad sacan el proceso democrático constitucional de los
espacios institucionales de los poderes reales y legítimos y lo llevan a las calles. En modo
Nicolás Maduro, trabajadores, empleados y apoyadores del sector judicial anulan la
función constitucional del parlamento como expresión del sistema representativo
constitucional y quieren obligar a la autoridad a someterse al poder de la calle, de la
protesta y del paro de labores.
En los hechos, el Poder Judicial –que se encarga como Tribunal Constitucional de
vigilar el respeto y aplicación de la Carta Magna– tira a la basura la reforma de 1994-1995
y se pone al tú por tú con el gobierno y su partido para dirimir controversias en las calles y
en las huelgas de contenido político.
La Constitución señala con claridad la división de poderes: el Ejecutivo como poder
central de decisión, el legislativo que se encarga de diseñar y aprobar las leyes y el judicial
que cumple su tarea vigilando que no se violen los mandatos legales y constitucionales.
Y si se entiende bien el escenario político-legislativo de la reforma judicial, Morena
ganó la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en el Senado, por interpretación
legal se enfila a una mayoría calificada de dos terceras partes del Congreso y está
procesando iniciativas de ley que cumplen con la técnica legislativa constitucional.
La mayoría decide, pero la minoría se erige en poder fáctico para generar
inestabilidad política, económica y social y obligar a los más que se sometan a los deseos
de los menos. En términos legales-constitucionales, trabajadores, empleados y aliados del
Poder Judicial participaron en el proceso electoral para definir las mayorías legislativas —
con marchas y votos a favor del PRIANREDE– y perdieron, pero ahora quieren anular el
proceso electoral para amenazar con paros de labores e imponer sus exigencias de
mantenimiento de privilegios administrativos y de funciones jurídicas.
La democracia diría que esta oposición a la reforma judicial debería de aceptar el
funcionamiento legislativo de mayorías absolutas y calificadas y prepararse para ganar el
poder legislativo en las elecciones federales de 2027. Pero los encargados de vigilar las
leyes, aplicarlas en funcionar como tribunal constitucional se están poniendo en modo de
Sección 22 de maestros, de ejidatarios que cerraron la carretera de Puebla cuatro días y
de narcobloqueos para tirar a la basura el proceso electoral-constitucional que determinó
las mayorías en el poder legislativo.
En este contexto, el Poder Judicial transita de poder constitucional a poder fáctico
y traslada la definición de leyes y su aplicación a las calles y a la confrontación ciudadana
que anula la democracia electoral y rompe el orden constitucional. Es decir sustituyen el
Parlamento y las leyes por la dinámica de la confrontación y el grito en las calles a partir
de la ruptura del orden democrático que reconoce el valor y la viabilidad de la definición
de mayorías a través del voto popular como esencia de la democracia.
Esta decisión de aplastar a la democracia electoral, a la mayoría parlamentaria y a
las decisiones constitucionales está avalada y aprobada en los hechos nada menos que
por los ministros de la Corte que se oponen a la reforma judicial, encabezados por la
ministra presidenta Norma Piña Hernández, cuya ineficacia e impericia en el manejo del
cargo condujo a la Corte a una confrontación constitucional primero con el Poder
Ejecutivo y ahora con el poder legislativo, sentando las bases de lo que puede ser ya
considerado como el principio de una dictadura de la toga y el birrete, mucho más
peligrosa que cualquier otra dictadura o autoritarismo de los otros poderes que se basan
en resultados constitucionales.
El paro de labores del sector judicial rompería el orden constitucional por quienes
tiene la obligación de defenderlo.
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Política para dummies: la política muchas veces es también antipolítica.
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