Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Desde el regreso al poder de Juan Domingo Perón en 1975, Argentina se encontró sumida en una política económica populista. La propuesta de gobierno de Javier Milei no es otra cosa que una terapia de choque económico neoliberal para cancelar de manera definitiva el populismo peronista, a través de lo que ha definido la economista canadiense Naomi Klein cómo la “doctrina del shock”, una mezcla del modelo de mercado de Milton Friedman y el Fondo Monetario internacional, pero a través de mecanismos de psicología de control político-social.
Aunque con particularidades muy identificables, Milei podría tener puntos de referencia con la doctrina del shock aplicada en México por los gobiernos de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari en 1982-1994 para enfrentar el colapso económico de dos crisis sucesivas: la de Echeverría y la de López Portillo, ambas potenciadas por programas de corte populista que fueron financiadas con gasto público y circulante artificial y condujeron al ciclo perverso de inflación-devaluación-inflación.
La candidatura de Milei llegó en Argentina de la mano del impacto psicológico del estilo estridente del candidato, recordando que De la Madrid y Salinas crearon un ambiente de pesimismo social y agotaron la vía populista mexicana con el argumento de que “no queremos promesas, queremos realidades”. Y el realismo económico instaló en México de 1982 a 2018 un modelo de mercado que liquidó todas las políticas sociales a partir de que el gasto improductivo era responsable de la crisis.
Milei se encontró con una gravísima crisis económico-social: el PIB promedio anual de Argentina en los últimos doce años fue de 0%, lo que quiere decir que en ese periodo no hubo generación de empleo formal ni riqueza, acumulando uno de los problemas más graves de las economías improductivas: el empleo informal que transforma a los trabajadores que perdieron su empleo o que no lo han encontrado en un lumpenproletariado capitalizable por el populismo o por neoliberalismo.
Las otras cifras –que recuerdan el colapso populista mexicano– revelaron la irresponsabilidad de las políticas económicas de los gobiernos peronistas: la deuda externa pasó de 15,000 millones de dólares en 2006 hasta casi 50,000 millones de dólares en 2023. El tipo de cambio se salió de control: de 19 pesos argentinos en 2018 a 350 pesos en las últimas semanas previas a las elecciones, pero con mercados controlados y con tipo de cambio mucho más altos en los mercados clandestinos.
Y para cerrar la lista de adversidades económicas, al gobierno peronista del presidente Alberto Fernández y la vicepresidenta Cristina Fernández Kirchner se le desbocó la inflación: una tasa promedio de 72% anual de 2018 a mediados de este año y promedio de 25% de 2011 a 2018, los años en los que Cristina Fernández Kirchner fue presidenta y encabezó una profundización del modelo populista argentino.
En su lenguaje diplomático, el FMI destacó la falta de cumplimiento de compromisos firmados en una Carta de Intención de política económica por la decisión del Gobierno peronista de no aplicar las doctrinas de estabilización macroeconómica para controlar la inflación en el corto plazo con disminución de la demanda sobre todo social y el gasto público y con ello no se lograron las metas de estabilización del tipo de cambio. En la declaración del personal técnico del FMI en julio de este año, el organismo internacional señaló con claridad que “los objetivos clave del programa (de estabilización) no se cumplieron”, aunque aceptó la argumentación del equipo económico peronista de que la culpa había sido de la sequía, pero de todos modos los observadores del Fondo señalaron también la responsabilidad a “los desvíos y retrasos en las políticas” gubernamentales.
Algo similar ocurrió en México: en 1975, el gobierno del presidente Echeverría firmó una Carta de Intención con el FMI para comprometerse aplicar un programa neoliberal de estabilización macroeconómica y obligó a la extensión de los compromisos en el gobierno de López Portillo. Sin embargo, la llegada del petróleo y su exportación sustituyó la necesidad mexicana de créditos del Fondo y México decidió no cumplir los compromisos estabilizadores, pero en el segundo semestre de 1981 se cayeron los precios de petróleo, se redujeron al mínimo los ingresos por exportaciones petroleras y se cometió el error estratégico de sustituir el dinero del petróleo vendido en el exterior por créditos internacionales de corto plazo. En año y medio el colapso económico destruyó el populismo mexicano y abrió el camino al neoliberalismo delamadridista-salinista.
El arribo de Milei en Argentina puede leerse con el aterrizaje en México del liberalismo fondomonetarista de De la Madrid y Salinas de Gortari: el fracaso de los populismos.
Política para dummies: la política es economía en acto.
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