Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
La mayor oportunidad de la oposición se presenta en el ámbito local, donde también se dará la mayor debilidad del oficialismo. Hay quien señala una ventaja importante para Morena, que gobierne casi 22 entidades y un número importante de municipios. Esto significa que los gobiernos harán su parte para que Morena y sus candidatos prevalezcan, que conlleva medios legítimos e ilegales como es el financiamiento subrepticio. Sin embargo, también cuenta la capacidad operativa y desde luego la reputación del gobierno local o municipal. Lo que es una ventaja bien puede resultar en un problema.
Mucho de esto que ahora se presenta atiende a dos consideraciones, el centralismo que caracteriza al gobierno federal y la mala gestión de los gobernantes de Morena en entidades y municipios.
El gobierno de López Obrador ha dejado en condiciones muy precarias a las haciendas locales y municipales a partir de la idea de que todos son corruptos, por lo que su margen de venalidad debe reducirse disminuyendo drástica e ilegalmente los recursos a los que tienen derecho. Ciertamente, la corrupción persiste, acentuada con el tráfico de influencia y la asignación directa de contratos, prácticas generalizadas de este régimen, donde el gobierno federal no es modelo de probidad, menos con la falta de transparencia al invocar la seguridad nacional como forma de contenerla, dejando en reserva información que debería ser sujeta de acceso público y de escrutinio.
El centralismo afecta a todos por igual, pero el opositor puede denunciar y reclamar, los del oficialismo deben apechugar. Hay actos de penosa sumisión, como el que una gobernadora, Mara Lezama, designara a su secretario de seguridad pública y el nombramiento fuera revertido por el centro al cuarto día. Todo estaría bien si los resultados hubieran avalado la rudeza, pero no fue el caso, como constatan las cifras oficiales en materia de criminalidad en Quintana Roo.
Otro tema por el que los gobernantes oficialistas llevan las de perder es en materia de salud. A partir del sometimiento a las decisiones del gobierno federal, los estados gobernados por Morena perdieron patrimonio, atribuciones e instalaciones hospitalarias en beneficio de aquél. Servicios de salud con arraigo en las comunidades transitaron a la operación federal, en algunos casos cargada de despotismo, corrupción e ineficiencia.
El otro aspecto tiene que ver con la calidad de los gobiernos de Morena en el ámbito local. Los sondeos de opinión en entidades muestran que los gobernantes peor evaluados son morenistas; igual que alcaldes en los municipios densamente poblados. Por cierto, los mejores resultados son del PAN, y el caso singular de Coahuila en tiempos del gobernador Miguel Riquelme y ahora con Manolo Jiménez.
Un dato para considerar es que de las 50 alcaldías y municipios más poblados del país, que suman poco más de un tercio de la lista nominal, 31 están gobernados por partidos diferentes a Morena y aliados, autoridades bien evaluadas en su mayoría y prestas a buscar su reelección. Se estima que en ese segmento Xóchitl Gálvez podría obtener más de la mitad de sus votos, que plantea la necesidad de una estrategia regionalizada para articular la campaña presidencial con la de los presidentes municipales o alcaldes; además de plantear una oferta política a partir de lo que los ciudadanos padecen por el estrangulamiento presupuestas de las haciendas locales en temas como seguridad salud, educación y servicios. Sin duda, la oposición allí tiene condiciones de ventaja, y es un aspecto a ser considerado fundamental en la estrategia de los partidos opositores.
Sobre el 50% las cabeceras de los trescientos distritos federales se ubican en las cien ciudades más pobladas que hacen la mitad de la lista de votantes. Sin embargo, el factor para la intención del voto no es la elección de legisladores, ya que los ciudadanos no le conceden interés o relevancia, sino la de alcaldes. Una campaña opositora que privilegie a la elección de ayuntamientos, además de aportar los votos y oferta para la campaña presidencial, tiene la virtud de potenciar la posibilidad opositora para ganar la Cámara de Diputados y, en muchas entidades, la de Senadores.
Para el oficialismo lo local es fortaleza… que se vuelve debilidad.