Libros de ayer y hoy
Por: Pablo Hiriart
MÉXICO, 21 de abril del 2017.- El ex gobernador de Veracruz merece muchos años de cárcel, de acuerdo con las acusaciones y las múltiples evidencias publicadas en la prensa y en portales de internet.
Sí, pero tiene derechos humanos que se deben respetar en un proceso legal.
No hay mayores dudas de que saqueó el erario de Veracruz con una compulsión digna de un enfermo de poder, que piensa que puede hacer todo eso y no iba a pasar nada.
Pero la justicia, en todas las circunstancias, debe ser implacable y fría.
Y no lo está siendo en el caso de Javier Duarte.
Hay un circo mediático en torno a él que no lo habíamos visto ni en el caso de los peores criminales.
La foto de portada de ayer en El Universal es evidencia demoledora de cualquier vestigio de derechos humanos en un proceso legal.
Aparece Duarte derrumbado, con las rodillas hacia arriba y las manos en la espalda, sobre el piso de una camioneta: “Policías aventaron a Duarte dentro de una celda en la patrulla. Cayó, el golpe resonó en la lámina y quedó en el piso con las manos esposadas en la espalda”.
Poco antes, en la caminata donde fue exhibido mientras se quitaba los zapatos, lo empujaban contra la pared y lo cateaban, entre el tumulto de periodistas y camarógrafos, alguien le dio un palmazo en la cabeza.
¿Así debe ser la justicia? Tal vez quien lo hizo sólo pretendía llamar la atención del reo, pero la reacción en redes fue de una euforia que supongo existía en el circo romano.
Repito, Duarte se merece todo el peso de la ley y cárcel por muchos años debido a los delitos que cometió, de acuerdo con las acusaciones que se le imputan y las evidencias dadas a conocer en los medios de comunicación.
Sin embargo es indigno que sea sometido a un festín de crueldad y de sevicia como el que estamos viendo.
Llama la atención que los que abogan por los derechos humanos de criminales cuando atacan al Ejército o a la Marina o a la Federal y son abatidos en combate, festejen ahora el show mediático y degradante con la detención de Duarte.
Quien le dio el palmazo en la cabeza a Duarte (si esa era su intención), ¿se lo hubiera dado al Chapo? ¿Verdad que no?
Aquí en México protestan porque criminales y secuestradores son abatidos por las autoridades en condiciones de superioridad.
¿Cómo en ese combate murieron tantos sicarios y sólo unos pocos militares?, se quejan y protestan.
Lo que se le hace a Duarte no es en combate, sino en un proceso legal, y se aplaude a los que abusan de un esposado.
Ahora resulta que los policías guatemaltecos que lo aventaron como bulto a la camioneta, son justicieros.
El que le dio el palmazo en la cabeza en medio del barullo del linchamiento mediático (tal vez involuntariamente), es un héroe.
Defensores de los derechos humanos de los que mataron, incineraron y machacaron los huesos de los normalistas de Ayotzinapa, ahora festejan el trato dado a Duarte en Guatemala y se frotan las manos para cuando venga a México.
La sed por ver sangre que baje por las escaleras de la pirámide nos dice que hemos cambiado muy poco desde la veneración a Huitzilopochtli a nuestros días.
En las redes sociales hay un triste espejo de lo que todavía somos. Lamentable.
Duarte debe ser juzgado y pagar sus culpas con todo rigor.
Pero no degrademos más a la justicia con un circo mediático que habla más de nuestra pobreza humana que de las pillerías del inculpado.