Trump tiene su modo
El vibrante mosaico cultural y las bellezas naturales de México han sido desde siempre un imán para visitantes de todo el mundo. Sin embargo, en tiempos recientes, la actitud del gobierno hacia el turismo ha sido, en el mejor de los casos, desconcertante, y en el peor, alarmante.
El turismo, ese titán económico que aportaba el 8.4% del PIB del país y creaba millones de empleos, ha enfrentado un viaje tumultuoso en la montaña rusa presupuestaria. En 2019, la industria recibió un presupuesto de 8 mil 786 millones de pesos. Pero en un giro dramático, los fondos se desplomaron a 5 mil 034 millones en 2020, lo que encendió las alarmas sobre la verdadera importancia que el gobierno le da a esta joya de la corona económica.
Y justo cuando parecía que el viaje volvía a ascender al tener un salto a 38 mil 613 millones en 2021, nos damos cuenta de que gran parte fue para el ambicioso Tren Maya. Un proyecto del sureste mexicano que ha levantado dudas sobre su viabilidad y ha generado un terrible impacto ecológico.
Con cifras sobre el presupuesto de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público que siguieron creciendo cuando para 2023 se autorizaron 145 mil 565 millones, el panorama para el turismo seguía estancado pues no se dedicaba a la materia sino a las obras emblemáticas presidenciales.
El pronóstico para 2024 nos ha dejado con el viento en contra al observar una brusca caída a 1 mil 973 millones. Esta dramática disminución plantea preguntas incómodas. ¿Dónde está la Secretaría de Turismo en estos debates? ¿No es hora de que defendamos más firmemente a uno de los principales generadores de riqueza del país?
Francia, destinó en 2023 sólo para promoción turística 3 mil 400 millones y España 2 mil 500 millones de euros, así como Estados Unidos 2 mil 200 millones de dólares, los tres principales destinos del mundo reconocidos por la Organización Mundial del Turismo (OMT). Estos recursos vale la pena recalcar fueron destinados sólo a promoción. México ese presupuesto lo destina sólo gastos adminsitrativos y burócratas.
Por un año más, los destinos y la iniciativa privada turística se quedan solos con el papel protagónico para mantener y potenciar los atractivos que tenemos. Deberán apostar aún más por las alianzas estratégicas entre pares, innovar con la búsqueda de estrategias conjuntas entre aerolíneas, hoteles y agencias para lograr generar la promoción que se requiere. Participar de forma más activa y disruptiva en las ferias internacionales y generar experiencias auténticas que destaquen sobre las que existen en el mercado.
Además es imperativo el enfoque en la sostenibilidad. Se requiere mejorar la infraestrucutra y servicios e implementar tecnologías emergentes. Están solos y la unión y proactividad es esencial en este momento para que los mercados emisores no continúen con la caída que han tenido en los últimos meses.
Estamos en un punto de inflexión. Necesitamos líderes comprometidos que reconozcan el valor inigualable del turismo. Que no vean este sector como una simple montaña rusa de cifras, o como una placa en la entrada de una oficina anunciando un cargo que no se representa, y que se haga lo necesario para recuperar el reconocimiento del lugar que tenía y debe tener en la prioridad política y econónica del país. Porque, como sabemos, el turismo no sólo se trata de números, sino de personas, tradiciones y un legado que debemos proteger y promover a pesar de la montaña rusa errática en la que nos han subido.