Libros de ayer y hoy
Escandalizarse por el aumento de suicidios en el mundo -que en México, solo para el caso de los adolescentes de entre 15 y 19 años se ha convertido en la tercera causa de decesos- es solo una aproximación superficial a la tragedia de una muerte auto infligida de seres humanos cuya desesperanza o frustración, les abruman al grado de no apreciar su propia vida. Los efectos para la familia, los compañeros de escuela, maestros, vecinos, terapeutas etc. son impactantes, pues en diversos niveles la culpa aparece empezando por la duda de: cuanto más podría haber hecho pasando por ¿Cómo es que no me di cuenta? hasta llegar al ¡aquel fue el responsable!
Como en cualquier caso, la prevención es lo más importante y para prevenir nada mejor que conocer el problema sus causas y sus efectos.
En temas tan sensibles como éste, la primera reacción es de negación: “es que la gente está tan desesperada que su única salida es aventarse al metro” “La falta de educación es lo que los lleva a esos extremos” “No quiso ver el sufrimiento de sus hijos y por eso se mató” “Nunca superó la muerte del ser amado”, son algunas de las frases evasivas para tratar de entender; pero lo cierto es que solo en México el 30 por ciento de las suicidas tenían educación superior y contrariamente a lo que se supone, casi el 81 por ciento de quienes deciden cortar su vida son hombres.
¿Podemos alegar falta de inteligencia en Ernest Hemingway, Van Gogh, Virginia Woolf o Tchaikovski? Varios estudios han encontrado que el gremio de los escritores y creadores en general acumula un alto grado de suicidios: Reinaldo Arenas, poeta y escritor cubano, Horacio Quiroga, son algunos de los que luego de escribir como obra póstuma su carta explicativa del temor a enfrentar una enfermedad incurable, su decepción por el rechazo sentimental de alguien cercano y hasta su afán de provocar alguna conducta en alguien amado, se matan y así tenemos a Ian Curtis, Marilyn Monroe y un buen número de rockeros –o cercanos a estos como el caso de Samuel Epstein representante de los Beatles- negados a aceptar para sí o para la pareja un destino que no desean
Quitarse la vida supone gran variedad de métodos, el veneno es quizá uno de los más antiguos y en esta lista podemos incluir a Sócrates, Cleopatra, Nerón o Marco Antonio. De entre las medidas de prevención más simples, sobre todo para el caso de adolescentes está la de evitar armas de fuego – el 60 por ciento de todos los suicidios en los Estados Unidos son por armas- en casa.
Son tantos los casos de jóvenes, desde secundaria hasta universidad, que han usado la pistola de los padres para matar a compañeros y luego suicidarse, que casi nos hemos vacunado frente a la emoción que produce una tragedia de tales alcances la cual en la mayoría de las veces supone para el perpetrador un acto de justicia. Si esto parece casi normal en el siglo XXI, es importante recordar épocas pretéritas en la cuales matarse por honor era usual, como el caso de Lucrecia –mujer de César sobrino de Lucio Tarquinio- quien se apuñala luego de denunciar la violación de un primo que además de ultrajarla le amenazó con exhibirla como supuesta amante de un esclavo. Aun cuando este tipo de motivación no es muy de moda y ya no existe el método de los duelos en los que una de las partes acudía sabiendo que el resultado sería su muerte, algunos suicidios como el del ex alcalde de Saint-Cyprien en Francia o el de un ex presidente surcoreano, podrían agregarse a la categoría de “honor” o reivindicación por culpas como la corrupción.
Hoy día, además de colgarse, pegarse un tiro o arrojarse de lo alto o al paso de un vehículo, los elementos más comunes para auto infligirse la muerte son, las pastillas –sacadas del botiquín de los padres o robadas en algún establecimiento- y muchos otros químicos que van matando poco a poco, lo mismo a niños que jóvenes o adultos. Aun cuando impacta más el suicidio de un solo acto, son millones los seres humanos que van matándose lentamente por ingerir alcohol o cualquier otra droga -sobredosis con medicamentos de venta libre o intercambiada con amigos y compañeros- y otros que lo hacen por omisión al evitar alimentarse –bulimia, anorexia y abstinencia de comida en ancianos que deciden ya no seguir en el mundo- lo ideal sería no esperar al mes de septiembre para evitar que en México se quiten la vida 16 jóvenes cada 24 horas y que 25 más lo intenten en ese mismo lapso.
Observar datos de depresión, trastorno bipolar, sentimientos de irritabilidad o agitación, desesperanza, complejo de inferioridad, insomnio; es responsabilidad básica de los padres y, en el caso de que éstos sean sospechosos de abusos en consumo de alcohol y drogas o perpetradores de abuso emocional, físico o sexual, es imperativo que algún otro miembro de la familia, la escuela o el barrio intervenga si es necesario con apoyo de las instancias protectoras de la infancia.
Saber que las niñas tienden a suicidarse -cortándose o por ingesta de pastillas- y que lo piensan el doble que los varones, es tan importante como tener consciencia que los niños fallecen por suicidio cuatro veces más que las niñas. Además de las causas intrínsecas propias de la adolescencia la potencialidad del suicidio aumenta cuando del exterior existen acosos como el bullying escolar o cibernético, la hostilidad sexual o el verse atrapado en rencillas financieras que involucran a miembros de la familia o amistades muy apreciadas por los adolescentes. No dejar pasar señales de advertencia –retraimiento, regalo de sus pertenencias, considerar el suicidio como tema de conversación y desarrollo de conductas autodestructivas como excesos de manejo de juegos cibernéticos o peligrosos- es el mejor método de prevención y eso es posible con la intervención de adultos maduros y estables.