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Vuelta de tuerca.
En Guerrero no habrá reparto de culpas. Claro y contundente ha sido el mensaje presidencial. Si el gobernador Ángel Aguirre quiere ayuda, la tendrá, pero la federación no asumirá ni funciones ni responsabilidades que corresponden al ámbito local. Enrique Peña Nieto va más lejos al advertir que ese estado padece una grave debilidad institucional. El Gobernador, acusa recibo.
El diagnóstico es rotundo. Las policías municipales en Iguala, Chilpancingo y Acapulco, están podridas.
El mandatario guerrerense, con la cola entre las patas, se sacude; reconoce las mentes criminales enfermas amparadas en el uniforme, la placa y el arma; acusa a los asesinos.
Las corporaciones municipales de Guerrero apestan por donde se les huela. Son malas por ineficientes, malas por improvisadas, malas por mal pagadas y malas además, por estar al servicio con la delincuencia.
En Guerrero, como en Michoacán o Tamaulipas, ciudadanos y gobernantes duermen con el enemigo; aplica la ley de plata o plomo.
Los uniformados no tienen de otra más que aceptar las balas de plata de los “barones” del crimen… y ni siquiera son los viejos cañonazos de billetes; basta con poco dinero sucio para comprar conciencias y lealtades puercas.
Iguala es otro síntoma de la violencia latente; del tejido político descompuesto.
Aún no sabemos que y quién encendió la mecha. La única certeza –a cien horas de la noche triste– es que los detenidos efectivamente dispararon sus armas contra los normalistas de Ayoztinapa. Otros, con más suerte, huyeron del pánico. Caminaron durante horas largas hasta encontrar refugio. 38 siguen en el limbo. Al menos 25 fueron capturados y subidos a patrullas; hay imágenes de las detenciones.
Resulta increíble que a estas horas, aun nadie sepa a donde se dirigieron los autos oficiales.
El ataque a los “Avispones de Chilpancingo”, es otra historia. Versiones corren, brotan, se esparcen y distraen. Hay quien dice que una célula del cártel de “Los Rojos” habría disparado contra el autobús de los jóvenes futbolistas presumiendo la presencia intrusa de la banda enemiga de “Los Guerreros Unidos”.
En el palenque sangriento, Chilpancingo contra Iguala… ¡y cierren las puertas señores!
Los huecos de la historia son hoyos negros del débil entramado institucional de Guerrero. Un mapa inconexo, repleto de cabos sueltos, sin vasos comunicantes entre los distintos niveles de gobierno.
Los municipios son islas alejadas del poder estatal, entre el Palacio de Gobierno de Chilpancingo y las alcaldías de todo el estado. Los grandes vacíos institucionales quedan llenos por la mano peluda del hampa.
Guerrero requiere ser rescatado. Se forma en la fila de los estados fallidos en desgracia. Reclama con urgencia una transfusión para sobrevivir, pero sobre todo, una completa cirugía reconstructiva, capaz de poner en pie al paciente que agoniza.
BORREGAZOS: El alcalde de Iguala, José Luis Abarca Velázquez, ahora sí va a bailar con la más fea. Deja el cargo dizque para facilitar las investigaciones. La verdad es que perdió el paso por andar cargando seis muertos a lomo… como burro. Mientras, los fantasmas de Ayotzinapa persiguen a Ángel Aguirre. Los tres muertos del 12 de diciembre de 2011 lo vienen a saludar… y los cadáveres de Iguala son sus nuevas pesadillas.
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