
Historia de un «secuestro»; caso Teresa, Alberta y Jacinta 3-3
SAN JUAN DEL RÍO, Qro., 29 de noviembre de 2013.- LOS HECHOS: Cerca del medio día del 26 de marzo del año 2006 fui informado que en Santiago Mexquititlán, perteneciente a Amealco, tianguistas del lugar habían privado de la libertad a agentes de la extinta Agencia Federal de Investigación (AFI), motivo por el cual decidí trasladarme a ese lugar.
Una vez en Santiago Mexquititlán, en la entrada del poblado me di cuenta de que había un fuerte operativo por parte de la policía municipal de Amealco, la policía estatal, la PIM (ahora DID), y los federales.
Al entrevistarme con los jefes policiacos que controlaban el operativo (la mayoría de San Juan del Río), se me informó que la gente, casi todos tianguistas, habían retenido a 6 agentes federales desde temprana, entre estos el agente del ministerio público de la federación, que llegaron a hacer decomisos como parte de la lucha contra la piratería.
Los representantes de la ley me advirtieron sobre lo ocurrido y que la gente estaba enardecida porque se les había quitado su mercancía, recomendándome que no entrara al tianguis solo. Sin tomar en cuenta el comentario, me dirigí a lo que eran las instalaciones de la delegación y donde, supuestamente, estaban encerrados los agentes federales; con la finalidad de obtener las gráficas para el medio en que prestaba mis servicios en ese momento, dándome cuenta de que ningún otro periódico había llegado.
En la plaza donde estaba más de un centenar de personas fui testigo de una riña entre dos grupos antagónicos, los cuales presentaban un visible estado de alcoholismo y discutían por la situación que vivían. Al tomar las fotografías de la pelea fui sorprendido por la gente, quienes enseguida gritaban que me quitaran la cámara, lo que me obligó a replegarme al operativo que estaba a varios metros de distancia.
Minutos después se me informó que un negociador, por parte de la autoridad federal, había llegado para tratar de buscar un arreglo respecto la liberación de los supuestos rehenes; de inmediato me puse una chamarra, para no ser reconocido, y regresé al lugar de los hechos.
A escasos metros de la carretera y de la delegación observé a un grupo de personas que dialogaban con el agente federal, del que se me dijo era el negociador, quien planteaba la situación a los comerciantes, o al menos se pensó que lo eran en ese momento. En una primera propuesta solicitaban más de 100 mil pesos en efectivo, como parte de la reparación de los daños, para “ver” su buena voluntad se solicitó que soltaran al agente del ministerio público, a su oficial secretario y a tres agentes, dejando a un oficial “como garantía” de que regresarían con el dinero.
Pocos minutos después el negociador regresó con los policías, por lo que fui tras de él para ver lo que se decía del otro lado -además de que trataba de tomar la fotografía a los liberados- pero se me negó acercarme a ellos. Estando con el grupo de policías es que me di cuenta –por parte del agente federal- de las exigencias de los comerciantes y del dinero que se tenía reunir, y entre sí decían que lo más preocupante para todos era el estado del agente que se había quedado.
Fui testigo cuando, entre los policías, surgió la propuesta de reunir el dinero entre todos los que estaban en el lugar, puesto que la autoridad federal iba a mandar a “alguien” desde la capital del país con lo necesario para cumplir con las exigencias, e incluso se hablaba de refuerzos para sabotear el secuestro con un rescate.
Sin embargo, la preocupación de los policías los llevó a tomar la medida de juntar el dinero, y en cuestión de media hora se reunieron más de cien mil pesos; pero al tratarse de una negociación se le indicó a quien estaba en el dialogo con los ciudadanos, que se les ofreciera nada más 70 mil pesos, cantidad que fue reunida en un fajo, y 10 mil más en otro para que fueran ofrecidos.
Al regresar con los tianguistas, el negociador les propuso primero los 70 mil pesos y al no aceptar sacó los 10 mil pesos más, y al ver el dinero -el cual se le entregó a una mujer- se llegó a un acuerdo y se liberó al elemento que quedaba.
Posteriormente a ello, todos salieron de Santiago Mexquititlán con un mal sabor de boca, pues trataron de despojarme de mi equipo y de agredir a mi persona, en al menos cuatro ocasiones.