El pesado Andrés Manuel

López Obrador no cabe de contento. Tiene dos poderosas razones para celebrar.
Primero, el avance de Morena al debutar con el pie derecho, lo cual podría darle 40 diputaciones federales, cinco o tal vez seis delegaciones políticas en el DF y la primera minoría en la Asamblea Legislativa.

Ni en sus mejores sueños habría aspirado a tanto; hasta ríe por ver de cerca Palacio Nacional, Catedral y Bellas Artes, al haber conquistado la Cuauhtémoc.

El segundo motivo del gozo es la debacle perredista. A nivel nacional, Morena apenas quedó dos puntos y medio por debajo del Sol Azteca. En el bastión capitalino enderezó una tunda soberbia a Los Chuchos, a la deficiente operación de Héctor Serrano –operador político de Miguel Ángel Mancera– y al propio desgaste del Jefe del GDF; hasta los tres triunfos priistas y la victoria de la panista Xochitl Galvez le saben a miel…

Pero la victoria podría ser una ilusión; la cruda realidad muestra que la izquierda dividida termina vencida…

La presencia de Morena vino a fragmentar el voto que antes concentraba el PRD; la clientela de la izquierda no creció, simplemente se dividió en dos fracciones que habían vestido la misma camiseta; ¿Será que Morena es la misma gata na’más que revolcada?

El 8.37 por ciento ganado por el partido de Andrés Manuel a nivel nacional dista mucho del 36 por ciento obtenido en 2006 y el 32 por ciento de la elección federal de hace tres años, cuando fue candidato presidencial perredista. Por ahora, las cuentas no cuadran a la hora de los pronósticos; si el señor López pretende ganar en 2018, debe cuadruplicar la votación de su partido en sólo tres años…

Para intentarlo, López Obrador mantiene su discurso; advierte que con el PRD “ni a la esquina”, porque olvidó principios e ideales; con PRI y PAN, ni pensarlo; que su alianza es con los ciudadanos quienes confiaron y votaron por Morena… y no por la mafia del poder.

Sin duda Andés Manuel está pesado; será la clave para incrementar la feligresía de su partido… y tal vez convertirlo en la tercera fuerza nacional, pero del dicho al hecho de pelear por “la grande” aún queda mucho trecho.

EL MONJE LOCO: El senador Ernesto Cordero respinga; revela el encono calderonista contra la camarilla maderista que se ha adueñado del partido; que todo pone, quita y dispone; que ha tolerado los moches de los mochos. Viene una larga noche de cuchillos largos ante la inminente elección de la nueva dirigencia panista entre Ricardo Anaya y Margarita Zavala.
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