Celebra Hawái a Wisdom: el albatros más longevo pone huevo a los 74 años
No todos los placeres nacen iguales pero terminan siéndolo
MÉXICO, 22 de marzo 2016.- 3,4-dihidroxifenilalanina. Eso es lo que está en el fondo del placer. Una sustancia química producida por las células nerviosas en el cerebro para darle señales a las demás. Sin embargo, no es tan simple… ni tan complicado.
Nuestro circuito de placer puede ser desencadenado por algunas cosas obvias y otras no tan obvias.
«Hay algunas de las cosas que nos gustan porque estamos programados para que nos gusten, como consumir alimentos, tomar agua y tener relaciones sexuales», le explica a la BBC David Linden, profesor de Neurociencia en la Universidad Johns Hopkins de Baltimore y autor de un libro llamado «El compás del placer».
«Hay otras cosas que aprendemos a disfrutar. Por ejemplo, mientras que estamos programados para que nos guste el dulce, las preferencias personales están determinadas más que todo por la experiencia individual, el aprendizaje, la familia, la cultura: todas las cosas que nos hacen individuos», dice Linden.
«A la gente le gustan las cosas con las que crecieron -agrega el experto-. Por ejemplo, yo vivo en Baltimore y aquí hay gente a la que le gustan los chiles y a otras no. Si yo viviera en México, es muy probable que a casi todas las personas que conociera les gustarían».
Y, ¿pasa lo mismo con los animales? ¿Aprenden las mascotas a disfrutar las cosas que comen sus dueños, a pesar de sus instintos?
«¿Desarrollan los gatos mexicanos el gusto por el chile? No, nunca. Esto es algo que los humanos pueden hacer pero otros mamíferos no, y no sabemos bien por qué».
Nada de amarguras
Sea por lo que sea, señala Linden, parece que estamos programados a evitar el sabor amargo. En la naturaleza, las cosas amargas a menudo son tóxicas, así que no debes comerlas o tienes que prepararlas con cuidado.