Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
“El 27 de febrero de 1938, el general Cárdenas me pidió que fuera a ver a nuestro embajador en Estados Unidos, el general Francisco Castillo Nájera, para tratarle el asunto de las compañías petroleras. Cuando estuve frente a él, en Washington, me preguntó:
— ¿Cómo ves la cosa?
—Pues señor, una intervención temporal.
—Eso lo arreglo yo.
—O la expropiación-, le solté.
Y entonces el embajador, abriendo los ojos me dijo esta frase histórica:
— ¡Ah chingado (va a haber cañonazos)!”
Jesús Silva Hérzog suelta la carcajada y nos advierte con el dedo en alto, “ven, ven, eso pasa porque ustedes me hacen hablar”. No hemos olvidado en ningún momento, mientras el reloj de pared da campanadas, que estamos ahí, escuchando su testimonio sobre la expropiación petrolera. El despacho lleno de libros y los sillones y los tapetes con flores de color lila son como nosotros, sombras para este hombre cuyos ojos han dejado de ver la luz. Sin embargo, parece percibir sensiblemente los sonidos y sigue los rostros y responde profundamente, elevando la voz.
Abajo, en el sótano, hay una valiosa biblioteca en la que están los tres famosos tomos de color azul que sirvieron de base para el fallo final en contra de las compañías petroleras, antes del 18 de marzo de 1938. Esther Rojas, esposa de Silva Hérzog –y secretaria suya mientras elaboraba el informe pericial hace 42 años-, nos va mostrando las hojas editadas en ditto, en las que se fundamenta el auge de las compañías petroleras. El primer capítulo es una historia del petróleo mexicano hasta 1933, que fue escrito por José López Portillo Véver, padre del actual presidente. Y en el segundo tomo aparece el dictamen pericial que contiene las 40 conclusiones que llevaron a fallar a favor del aumento de salarios a los obreros del sindicato petrolero. Firman Efraín Buenrostro, presidente, Jesús Silva Hérzog, secretario y Mariano Moctezuma, vocal.
— ¿Cómo fue usted nombrado perito de la comisión dictaminadora?
—Al estallar la huelga por la ausencia de contrato colectivo, se planteó el conflicto de orden económico ante la Junta Federal de Conciliación Arbitraje. No sé como se usa ahora, pero en ese entonces se nombraba una comisión de tres peritos y en el caso específico ante la junta especial del grupo, fuimos Efraín Buenrostro, subsecretario de Hacienda, Mariano Moctezuma, subsecretario de Economía y yo, que fui designado secretario y por entonces era consejero en materia económica del Secretario de Hacienda, Eduardo Suárez. Como ustedes saben, en estas cosas el que trabaja siempre es el secretario, de ahí que me aboqué a trabajar.
“La comisión debía hacer en el término de 30 días, un informe sobre el estado de las compañías y un dictamen con las conclusiones del caso. Sin embargo, había un pequeño detalle. El legislador pensó en una compañía enfrentada a un grupo de trabajadores, y en este caso, eran todos los trabajadores contra toda la industria petrolera. ¿Qué hacer? No era posible modificar la ley. Entonces yo hice una ligerita maniobra: me di por recibido de la notificación como perito, diez días después y así pude contar con 40 días para elaborar informe y dictamen”.
El economista y maestro hace una pausa. Con cierta emoción, sus ojos buscan inútilmente los libros y los documentos que yacen al lado y que son parte de lo que su vida y su experiencia han recogido. Su voz se quiebra.
—Y no se equivocó -responde a una pregunta- porque efectivamente era y soy teórico marxista. Y no lo soy en la práctica porque mi edad no me lo permite.
— ¿Y cómo se precipita el problema petrolero entre compañías y Estado?
—Cuando la junta falla, las compañías la atacan y empiezan sus medidas de agresión económica contra el país. Para enero de 1938, las compañías ya estaban sacando dinero, mientras trataban de impedir que hubiera barcos petroleros en los muelles de los puertos mexicanos. Los carros tanques que transportaban petróleo, fueron enviados a Estados Unidos a la par que la Suprema Corte fallaba en contra de las compañías. ¿Qué tenía que hacer el general Cárdenas ante el gravísimo problema? Rescatar el decoro del pueblo mexicano, no había otra y tuvo que expropiar.
—Sin embargo, débil como era nuestro país, ¿cómo se atrevió Cárdenas a desafiar a los países más poderosos de la tierra?
—Quiero contar un detalle que nunca he relatado porque me molesta hablar en primera persona, pero creo que es importante. Unos días antes de la expropiación, yo hice notar al general Cárdenas que Hitler tenía ocho días de haber arrojado sus tropas sobre Austria y tomado la ciudad de Viena; como todo aquello representaba algo más desde el punto de vista internacional, debería de ser tomado en cuenta para la expropiación. Es decir, que ante ese hecho que hacía inevitable la Segunda Guerra Mundial, la expropiación pasaba a segundo término y por lo tanto, no iba a pasar nada. Y ya ven ustedes, ¡nada nos pasó!
— ¿Usted recuerda maestro cómo participaron las organizaciones políticas en el problema petrolero?, ¿tuvo alguna incidencia la izquierda?
—La inmensa mayoría estuvo al lado de Cárdenas. La izquierda desde luego, con más razón. En cuanto a la alta burguesía, no tengo elementos para juzgarla, pero si hubo en ese entonces, un nuevo dato para la historia de México: la posición de la iglesia a favor de la expropiación, es algo que no se puede negar. Después de todo, a cada quien lo suyo.
Y el maestro Silva Hérzog elevando la voz, ya puesto de pie con dificultad a un lado del escritorio, se esmera en detalles. Y cuenta y ríe y a veces su voz se quiebra. Y de pronto dice que ya no quiere hablar y vuelve el rostro hacia la hilera de árboles, por la ventana y se justifica.
“Después de todo-dice-, si siguiera hablando del tema, no pararía nunca de hablar”.
Y entonces nos vamos.
Suplemento de Unomásuno
18 de marzo de 1980.
“El Partido Comunista y La Confederación Sindical Unitaria en México (CSUM), intervinieron en muchas huelgas petroleras anteriores a la nacionalización de la industria”. Así comienza el capítulo “La nacionalización petrolera” del libro Mi Testimonio, Memorias de un Comunista, de Valentín Campa. Ahora, frente a nosotros, el ex líder ferrocarrilero, ex candidato a la Presidencia de la República, diputado de la Coalición de Izquierda y miembro del comité central del Partido Comunista Mexicano (PCM), continúa la ilación de sus memorias en el local del partido. Hay puntos de su libro que se alargan, otros que se complementan, pero una cosa queda clara en su exposición: la intervención de la izquierda en la nacionalización del petróleo, no parte de la lectura del decreto de Expropiación, el 18 de marzo, sino que viene de más atrás. De fines de los años 20, cuando enfrentados al callismo, los líderes del PCM y de la central sindical en la que actuaban la CSUM, exigían la salida del país de las compañías holandesas, inglesas y estadounidenses, que tenían en sus manos el petróleo.
“Recuerdo en especial una huelga en Minatitlán, contra la compañía El Águila, subsidiaria de la Royal Dutch de Londres, que fue reprimida en 1929. En ese entonces, el ministro de Industria y Comercio era Ramón P. Denegri, quien ofreció que respetaría la libertad de la mayoría. No obstante, al ver que la mayoría era adversa al gobierno, cedió a favor de la CROM de Luís N. Morones. En esos años de tiranía callista, influimos en huelgas en Las Choapas, Agua Dulce y Tuxpan, en Veracruz y en El Ébano de San Luís Potosí, que era propiedad de la Huasteca Petroleum Company”.
—¿Cómo estaba organizado entonces el sindicato petrolero?
—No existía como tal. Recuerdo que yo participé dentro del sindicato ferrocarrilero en la formación, en 1937, del sindicato nacional cuya comisión organizadora se reunió en las calles de Hidalgo y Héroes, sede de la sección dieciséis de ferrocarriles. La propia CSUM, trasladó al nuevo sindicato, sus sindicatos locales e influyó en muchas unidades para que también se adhirieran. Recuerdo que, incluso, fuimos a ver a los líderes del sindicato blanco de la Huasteca y los convencimos para que se volvieran independientes. Al poco tiempo se adhirieron a la sección de Industria y Comercio. En esa época, el sindicato petrolero llegó a tener 15 mil trabajadores, cuyas condiciones de vida eran pésimas debido a los efectos cíclicos de la crisis del 29.
— ¿Hubo algo que influyó directamente en la expropiación petrolera, aparte de los conflictos laborales contra las compañías, que se originaron meses antes?:
—El hecho político previo que condujo a la expropiación, fue la gran lucha que dio el movimiento sindical y campesino y el pueblo en general contra el callismo. Las luchas y las denuncias constantes siempre apoyadas por el PC, fueron las que crearon las condiciones para la nacionalización. En julio de 1935, Calles, por conducto de Ezequiel Padilla, publicó en El Nacional, órgano del Partido Nacional Revolucionario (PNR), un ataque contra el movimiento sindical, en concreto por las muchas huelgas que se realizaban en contra de las compañías extranjeras. Había en ese escrito, una especie de reto para el general Cárdenas.
“Recuerdo que el PC fue una del las fuerzas que pidieron a Breña Álvarez, secretario general de los electricistas, que tenía un gran peso, que convocara con carácter urgente a todas las organizaciones democráticas, para contestar el ataque callista. Esto sucedió en las calles de Colombia, con una gran concentración a la que sólo faltaron la CROM de Morones y la CGT de Julio Ramírez, que se decía anarquista, pero que en realidad era callista también”.
— ¿Cómo reaccionó Cárdenas?
—Es de todos sabido que el movimiento sindical acordó hacer un llamamiento a la nación, pidiendo una repulsa enérgica al callismo. La respuesta de Cárdenas no se hizo esperar; dio a entender abiertamente que el jefe de gobierno era él. Lo demás, ya es historia. Cárdenas cogió de las orejas a Calles, Morones, Melchor Ortega y al recién resucitado por el PRI, Luis N. León y los mandó al único lugar en que podían estar gracias a los méritos hechos en las compañías gringas: Estados Unidos.
— ¿Cómo se inicia el problema laboral propiamente dicho que concluyó en la expropiación?:
—En 1937, ya constituido el sindicato petrolero, el congreso nacional acuerda presentar un contrato industrial a las empresas petroleras, para su firma, pero éstas lo rechazan. Entonces el sindicato emplaza a huelga y ésta estalla el 29 de mayo de 1937. Yo recuerdo que Cárdenas habló con los principales dirigentes petroleros, proponiéndoles que levantaran la huelga con la mira de tomar medidas más de fondo, pero hubo cierta resistencia. Entonces el Presidente les propuso a nivel confidencial que pidieran el arbitraje a la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, sobre la base de un estudio e investigación exhaustiva de las empresas.
“Los líderes aceptaron y se nombró a una comisión integrada por Jesús Silva Herzog, Efraín Buenrostro y Mariano Moctezuma. El dictamen de la comisión fue favorable al sindicato, lo que condujo a un juicio largo y complicado que concluyó con la ratificación por la Suprema Corte del fallo de la Junta. La rebeldía de las empresas ante el fallo dio lugar a la huelga general y directamente a las medidas de fondo que había prometido el presidente Cárdenas”.
—¿Qué hacías tu en el momento de la lectura del decreto de expropiación?
—Estaba en el buró político del PCM al que ya pertenecía desde entonces. Recuerdo que el mensaje leído a la nación y transmitido por la radio, causó un gran impacto. Las compañías no podían creer, en su soberbia, el alcance del decreto, e hicieron grandes campañas difamatorias en sus países de origen. El pueblo sin embargo, esto también es parte muy relatada de la historia, se solidarizó con Cárdenas y al día siguiente que se reunió -había más de medio millón de personas en el Zócalo, en una ciudad de un millón de habitantes-, para expresarle su apoyo. El PC estuvo como partido en esas concentraciones, pero también con su unidad sindical y en otros frentes que por entonces teníamos.
—¿Recuerdas algunos efectos del decreto?
—La actitud de las compañías, el boicot de Estados Unidos, la reacción de las organizaciones patronales a las que pertenecían las compañías expropiadas, como la Concamín y la Concanaco, que nos llamaron “bandoleros”, así como la actitud de los bancos privados, que vieron ir de sus arcas, el dinero que saquearon las empresas. Es curioso que sean esos grupos, los que, 42 años después, estén aprovechando la expropiación petrolera.
—¿Qué papel jugó el PC en las denuncias contra Cedillo, cuando éste preparaba la insurrección en Las Palomas, San Luís Potosí?.
—En ese aspecto ocurrió un caso singular que yo relato en mi libro. Uno de esos secretarios confidenciales de Saturnino Cedillo, que decía odiarnos por los ataques reiterados que habíamos hecho contra su jefe, sorpresivamente nos envía una carta. Este hombre, J. Encarnación Cruz, decía en esa carta a los comunistas, que su jefe se estaba reuniendo con tres coroneles en las Palomas, uno alemán, otro japonés y el otro, hombre de confianza de Rockefeller, de la Standard Oil. En las reuniones secretas, en las que también Cruz participaba como hombre de confianza de Cedillo, se hablaba de rebelión contra Cárdenas, por el asunto del petróleo. El, que temió ser cómplice de traición a la patria, se dirigió a nosotros como los que más confianza le merecíamos y nos pidió hacerlo saber al general Cárdenas.
—¿Qué hizo el PC ante el sorpresivo informe?
—Me nombró para que fuera yo la persona encargada de comunicar a Cárdenas el suceso y así fue como en reiteradas ocasiones y cada vez que llegaban los informes de Cruz, yo me dirigía al palacio, donde tenía derecho de picaporte, para entrevistarme con Cárdenas. Los informes estaban bien detallados, con mapas y croquis y fue así como ayudado en parte por ellos, se pudo derrotar con el tiempo, al funcionario traidor, de lo cual, el PC como fuerza actuante dio buena cuenta, con participación directa.
—Tú haces la denuncia en tu libro, del arreglo al que llegó Miguel Alemán con la Royal Dutch, en la compra de acciones.
—En efecto, una vez hecho el arreglo, con las compañías, Ávila Camacho las indemnizó con 24 millones de dólares. Sólo quedaron a salvo los derechos de la compañía inglesa El Águila, de la Royal Dutch, para la que se habían fallado 157 millones de pesos. Las acciones se vendían a precio de bancarrota y sorpresivamente Miguel Alemán va y las compra y se hace un convenio entre México y la compañía mediante el cual el país acepta pagar 81 millones de dólares, más 25 millones 594 mil dólares por concepto de intereses insolutos antes de la firma del convenio y 23 millones 496 mil dólares por intereses del 17 de septiembre de 1948 al 17 de septiembre de 1962.
“Nosotros hicimos una gran campaña contra esa especulación cuyas pruebas fueron aportadas por el periodista Edmundo Jardón Arzate, ya que aparte, el abogado de Alemán había cobrado el 10 por ciento en la operación. Por desgracia y pese a nuestras denuncias Alemán se salió con la suya y se robó, con sus socios, el dinero de la nación”.
—¿Y qué piensas de la expropiación 42 años después?
—Que lamento que el desarrollo capitalista que ha tenido México haya provocado los hechos escandalosos que estamos viviendo, en los que son precisamente los principales opositores de aquel acto democrático, los que tengan como nodriza a la industria petrolera. En otro renglón, me siento orgulloso de haber participado y de seguir participando hasta lograr la verdadera integración popular de la industria. Yo soy de las gentes que puede decir, ¡estuve ahí y participé!
Suplemento de Unomásuno
18 de marzo de 1980.
LA SEGUNDA GUERRA OPACO ANTE LA OPINION DEL MUNDO EL ACTO DE CARDENAS: RENATO LEDUC
Renato Leduc, periodista, poeta, bohemio -en orden invertido-, estaba en París cuando se expropió el petróleo. Sus andanzas, relatadas por el mismo; “no eran para investigar, sino en busca de faldas” y estaban ligadas a un oscuro puesto oficial, dependiente de la Secretaría de Hacienda.
“Yo estaba en una oficina que la Tesorería de la Federación había instalado para cobrar el impuesto del ausentismo. Esta era una jalada parecida al IVA, que trata de demostrar que cuatro es igual a diez. La ley del ausentismo pretendía recabar el impuesto sobre propiedades mexicanas cuyas rentas y dividendos gozaban los ricos en el extranjero”:
—¿Y qué impacto te causó la noticia de la expropiación?.
Con voz ronca de tanto hablar, Renato Leduc mide el espacio entre los asientos. Se acerca más, “para no castigar la garganta” y entibia el buche de cerveza en la boca. Los parroquianos han dejado de prestar atención. Demasiado cotidiano es en el bar Corinto este hombre de aspecto singular, que habla hasta por los codos, mientras sus manos, siguen la redondez de su bastón.
—El asunto –empieza a responder-, no fue tan impactante como muchos creen. Después de todo estaba en puerta otro asunto más grande que preocupaba a todos: La Segunda Guerra Mundial. Un día me levanto y lo leo en la prensa. Le Monde y Le Fígaro, pinche prensa burguesa, se ponían de lado de las compañías expropiadas. La noticia apareció en primera plana, en la parte de abajo, con panegíricos, que indudablemente habían sido pagados. Pocos días después llega El Nacional con la versión oficial y nos enteramos de cabo a rabo que Lázaro Cárdenas había expropiado un petróleo que paradójicamente era nuestro.
“No toda la prensa estaba podrida, no obstante. Había en París –aún existe pero ha bajado-, un periódico Le Crapouillot (el sapito) que tenía mucho peso entre la gente democrática. Este periódico era dirigido por Galtier Boiccelle y su redacción estaba integrada por morteros de trinchera, antibelicistas que habían hecho muchas denuncias contra el ejército. Como consecuencia algunos habían sido fusilados. Los editoriales de ese periódico se pusieron a favor de México de inmediato. Lo defendieron, incluso, cuando México presionado por el boicot, vendió petróleo a la Alemania de Hitler y a la Italia de Mussolinni.
“Las llamadas democracias dan a países como el nuestro, vendas y medicinas, me había dicho Indalecio Prieto cierta vez en París. ¡Ah, pero las armas se las dan a los fascistas! Y eso mismo sostenía Le Crapouillot criticando a las democracias burguesas de Europa, de la época, que entregaba a Hitler la España de Franco, pero se lanzaban contra un país pobre como México que defendía lo que le era propio”
—¿Y tu estuviste ligado de alguna manera a la expropiación en el extranjero?
—Así directamente no. Ni siquiera nos llegó comunicado oficial. Como técnico fiscal que era entonces nos dedicábamos otro abogado y yo, a explicarles a los cónsules lo del famoso impuesto del que no entendíamos ni papa. El gobierno había descubierto, de pronto, que el servicio diplomático es la playa de recreo de los políticos indeseables y allá iban ex funcionarios, generales ladrones y cosas por el estilo. Estos tipos, no contentos con haber salido del país en condiciones sospechosas, hacían todo tipo de transas con el dinero que se cobraba en el extranjero. Entonces convirtieron nuestra oficina en un centro de recaudación de finanzas para evitar cualquier transa del cuerpo diplomático.
—¿Y qué pensaron de Cárdenas los mexicanos que vivían en París en ese entonces?
—Había muy pocos mexicanos por allá, en esos tiempos. Quizás algunos que formaron parte de la legión extranjera durante la guerra española. Uno de ellos Néstor Hernández, muchacho que debe andar por los 60, fue condecorado no hace mucho, en Oaxaca. Estaban también gentes que estudiaban como García Robles, ese funcionario penicilina de la Secretaría de Relaciones que en ese tiempo se estaba especializando en Derecho Internacional. El estuvo presente, me acuerdo, cuando el embajador Eduardo Villaseñor llegó a París a tratar de contrarrestar la campaña que hacían las empresas expropiadas.
García Robles y otros abogados hicieron folletos explicando la situación, que se repartieron entre la prensa y la gente del pueblo.
“Narciso Bassols, que por entonces era embajador en Inglaterra y había recibido uno de los chaparrones más fuertes de parte de las compañías inglesas, llegó a París a la par que Villaseñor. Recuerdo que aún se comentaba su presencia en la Sociedad de las Naciones para defender a Abisinia de la invasión italiana. El delegado italiano, muy soberbio le dijo delante de todas las delegaciones que no se podía tomar muy en serio a una persona que se llamaba Narciso”.
“Mi nombre será ridículo, contestó nuestro embajador, pero en México tenemos un embajador italiano que se llama Scarolle Speciale y no sabe uno si es diplomático o aperitivo”.
“La anécdota parisina -sigue Leduc-, se esfumaba sin embargo ante el fantasma de la guerra. Las gentes que leyeron lo de la expropiación encontraron congruente con la posición que México había sostenido al defender a Abisinia, pero no profundizaron en ella. El fascismo se expandía a grandes rasgos y el frente popular había sido derrotado. La gran burguesía europea, rendía pleitesía a Hitler”.
—Y de Cárdenas qué se pensaba?
—Nada. En esa época el personaje mexicano más conocido era Villa. Pancho Villa se había llamado una sección de la legión extranjera en España y Tito de Yugoslavia había peleado contra el fascismo en la primera guerra en una legión llamada también Pancho Villa.
“Yo regresé a México en 1942, durante el gobierno de Ávila Camacho y recuerdo que lo que más me llamó la atención de la expropiación petrolera, fue el hecho de que la gente dijera que el señor Buenrostro no era la persona adecuada para estar al frente de PEMEX. Fuera de eso, nadie comentaba nada”.
— ¿Pero tu habías conocido el problema petrolero antes de ir a Europa?
—Claro, antes de irme yo tenía un amigo, el Sapo Rocha, cuyo hermano defensor de campesinos petroleros, acababa de ser asesinado por los esbirros de las compañías. Me acuerdo de mi maestro Rafael Rojo de la Vega que trabajaba por entonces en el despacho de Manuel Valero abogado reaccionario que asesoraba a las compañías. Pues bien, en cierta ocasión, Rafael perdió un pleito contra los abogados patronales y éstos lo fueron a buscar para hacer las paces”.
“No se vaya usted ofendido – le dijeron a Rojo de la vega-, le queremos dar un banquete”.
“Y yo me fui con ellos, -me contó Rafael-, y el terminar la comida me pidieron que les dijera unos versos. Entonces me puse de pie y les dijo: Orizaba ciudad cabrona e hija de la chingada, montada en una loma verde, blanca y colorada. Aquellos tipos se enojaron y sacaron a relucir las pistolas”. Rafael salió huyendo en medio de los tiros.
Así era pues, la cosa.
Suplemento Unomasuno
18 de marzo de 1980
EXPROPIACION NACIONALISTA Y DEVALUACION, EFECTOS DE LA
EXPROPIACION PETROLERA: RICARDO TORRES GAYTAN
Balaceándose sobre el sillón de su oficina de Tabmes “en la que soy sólo un arrimado”, el maestro emérito de la UNAM y ex funcionario de tres gobiernos, oficial mayor de la Secretaría de Economía con Ruiz Cortines entre otros puestos, saca una caja de puros de su escritorio y se la envía a un amigo. De inmediato vuelve a marzo de 1938.
“Yo era sólo un estudiante de economía y no pude hacer ningún análisis inmediato de la expropiación en ese entonces. Tenía apenas un mes en el segundo año y las cuestiones monetaristas se dan en el tercero y cuarto año de la carrera”.
—¿Pero que explicación dieron los economistas de la secuela, de la devaluación tan sorpresiva?
—Ninguna. Los maestros que teníamos entonces no tenían formación de economistas, sino eran más bien funcionarios o abogados. A mi me dio finanzas públicas el jefe del Departamento de Recaudación Fiscal que carecía por otra parte de título universitario. La cuestión empezó a verse clara hasta 1939, cuando llegaron entre diez y doce economistas españoles que tenían formación europea. Uno de ellos había sido, incluso, viceministro de finanzas de aquel país.
— ¿Y la gente qué pensaba?
—No entendía nada. Estaba confusa. No se explicaba porqué de 3.60 que era la paridad entonces el peso empezó a flotar hasta llegar incluso a los 6 pesos frente al dólar. Recuerdo que el Banco de México anunció que se retiraba del Mercado y cerró la venta de dólares. Las compañías expropiadas empezaron a saquear sus arcas y los capitalistas nacionales los secundaron. Esta ausencia de capitales que produjo la devaluación, ocasionó entre otras cosas, que el peso flotara hasta 1941, cuando se estabilizó en 4.85. La guerra surtió efecto para que empezaran a llegar nuevos capitales extranjeros y la economía mexicana se reactivara. El auge creó empleos, que había sido una de las deficiencias ocasionadas por la expropiación y aceleró las exportaciones. La paridad el peso duró hasta 1948, cuando hubo una nueva devaluación.
El maestro Torres Gaytán, autor del libro Un Siglo de Devaluaciones del Peso Mexicano, sostiene que la devaluación de 1938 fue uno de los precios que hubo de pagar el pueblo para hacer suyo -al menos en apariencia-, el petróleo. “El costo social fue muy grande, pero el pueblo no protestó. La reacción ante el peso devaluado, no fue la misma, por ejemplo que en 1976”.
— ¿Pero hubo algo positivo con la devaluación?
—Únicamente que nuestras exportaciones subieron de precio. Pero, paradójicamente, los minerales y el petróleo que eran lo que exportábamos, empezaron a ser boicoteados por Estados Unidos y Europa, hasta los años cuarenta, cuando a regañadientes, tuvieron que echar mano de nuestras reservas. El propio petróleo dio entonces, para que se pagara la deuda de la expropiación, ya que el auge de la guerra nos permitió una recuperación que supimos aprovechar
“Fue durante la época de Ávila Camacho cuando Eduardo Suárez firmó el convenio de pago a las compañías extranjeras. Este había sido ministro de Hacienda con Cárdenas y completó en ese puesto dos años, a excepción, claro, de un año en el que estuvo Bassols y renunció por un quítame estas pajas. A éste se le conocía como el campeón de las renuncias y solía hacerlo sólo porque una mosca se paraba en su escritorio”.
Torres Gaytán, con 68 años a cuestas, fue asesor de la Secretaría de Hacienda durante el gobierno de Miguel Alemán, pero recuerda que en 1938, “éste fue uno de los primeros que como gran patriota, vino de Veracruz a felicitar al general Cárdenas por el acto tan valiente que había realizado”.
—Sin embargo, según la izquierda, Miguel Alemán fue una de las personas que más se benefició con la expropiación petrolera, al comprar posteriormente en forma especulativa, las acciones de la Royal Dutch de Londres.
El maestro Torres Gaytán deja de balancearse y se queda muy serio.
—Se dicen muchas cosas por ahí –afirma-, la gente suele repetir cosas, pero no las demuestra.
Le recordamos que hay pruebas, datos y testigos. El entrevistado prefiere recordar la apoteosis de las concentraciones, cuando en medio del bullicio del México viejo, él participaba de los acontecimientos.
— ¿Usted participó en algún acto especial dentro de la universidad?
—Yo lo hice como cualquier otra persona del pueblo. Todos los estudiantes solíamos descolgarnos de las aulas, cuando la multitud se había apoderado del zócalo y Cárdenas salía al balcón del palacio a agradecer la solidaridad. Sin embargo, debo reconocer que mi participación, como la de muchos estudiantes, era por las ganas de echar relajo y flojear. Como la mayoría de la gente, no entendíamos la trascendencia del acto.
“Las manifestaciones y el júbilo eran espontáneos, no había acarreados. Si algún manipuleo hubo, cosa que dudo, debió haber sido muy inteligente de parte de Cárdenas. La gente llegaba sola sin ser convocada y reaccionaba como una sola alma. Esta gran unidad en torno al presidente, fue lo que permitió que llegáramos unidos a la Segunda Guerra Mundial y a que soportáramos con optimismo los efectos negativos de la expropiación.
— ¿Qué significaba la expropiación dentro de un régimen que había hecho de la nacionalización un símbolo? Se habían expropiado en 1935 el ferrocarril y las tierras fronterizas y porteñas.
—El petróleo sin duda es más simbólico que la nacionalización propiamente dicha, porque el solo anuncio de la expropiación causó un impacto soberbio.
—Usted, persona nacida en Michoacán como Cárdenas, ¿qué impresiones recogió entre los coterráneos del general durante los meses posteriores a la expropiación?
—Yo no me pude mover de la ciudad por mucho tiempo, porque no tenía ni para el camión. A los 26 años que entonces tenía, me costeaba los estudios trabajando como empleado en una oficina de estadística del Departamento del D.F., en los altos del mercado Abelardo L. Rodríguez y ganaba 110 pesos al mes. Eso apenas me alcanzaba para comer.
— ¿Hay sin embargo algo de aquella época que usted relacione con el presente?
—Quizá muchas cosas, sobre todo la alternativa que se abre para el país si el petróleo es aprovechado como se debe. Se dice por ahí que hay funcionarios que se enriquecen, que hay grupos privilegiados que se aprovechan del petróleo. No lo sé. Lo que si me consta es que hace un año estuve en Tampico y por curiosidad fui a ver la residencia del cacique del sindicato petrolero, La Quina y me quedé sorprendido aún sin conocer el interior”.
“¡Cómo cambian los tiempos!, pensé Y me fui decepcionado!”
Suplemento
De Unomásuno