Libros de ayer y hoy
Por: Pablo Hiriart
MÉXICO, 30 de noviembre del 2016.- Lo que necesita cambiar esta administración para ganar las próximas elecciones, como se adelantó de manera triunfalista en el Consejo Político Nacional del PRI, es la forma de gobernar del Presidente Peña Nieto.
Ahí está el punto. El gobierno ha tenido aciertos, pero el problema es la manera de gobernar que provoca el rechazo de los votantes.
Si había un repudio generalizado a la actuación del titular de la Comisión Nacional del Deporte, Alfredo Castillo, ¿para qué lo ratifican en el cargo?
Ante la mala imagen de secretarios de estado, ¿para qué insistir en sostenerlos en el cargo?
¿Cómo que no pueden detener a Javier Duarte, si lograron capturar al Chapo Guzmán en tiempo récord?
Si Donald Trump trató a los mexicanos de delincuentes, ¿para qué invitarlo a México antes de que ganara?
De acuerdo con la más reciente encuesta de El Financiero, realizada por Alejandro Moreno, el 67 por ciento de los electores no piensa votar por el PRI en las próximas elecciones, el 10 por ciento no contestó y el 23 por ciento dijo que sí lo hará.
Y de ese 67 por ciento que no va a votar por el PRI, el 36 por ciento respondió que su negativa es por la forma de gobernar de Enrique Peña Nieto.
El 20 por ciento es por la corrupción, 13 por ciento por la inseguridad, 12 por ciento porque nunca le ha gustado ese partido, sólo seis por ciento por la reforma energética, apenas dos por ciento por la reforma educativa y el resto no contestó o manifestó alguna otra razón.
Resulta evidente: hay un modo de gobernar que no gusta.
No es la reforma energética, no es la educativa ni es por otras acciones de gobierno, sino por la manera de gobernar que genera casi el doble de rechazo que la corrupción. No es un dato menor el que nos da la encuesta.
Paradójicamente Peña Nieto ganó las elecciones presidenciales de punta a cabo, desde la oposición, por su forma de gobernar en el Estado de México.
Y ahora pueden perder las elecciones presidenciales por su forma de gobernar el país.
Algo no cuadra. ¿Su fortaleza se transformó en debilidad? No ajusta.
Esa pieza que no ajusta es que desde el inicio del sexenio una burbuja encerró al Presidente para alejarlo de la población, pelearse con los empresarios, congelar la relación con los exponentes de la cultura, distanciarse de los líderes de opinión profesionales y sobre estimar la “información basura” de redes sociales contra las cuales (casi) no hay defensa.
Peña es un político que sale triunfante en medio de multitudes, en entrevistas no hay manera de ponerlo en jaque y en el diálogo en corto hasta sus adversarios admiten su afabilidad y sencillez.
¿Entonces? ¿Por qué lo convirtieron en alguien tan lejano como un señoritingo de la realeza?
Dicen que el PRI no está derrotado para el 2018, y los números muestran que tiene con qué ganar (base del 23 por ciento). Lo que necesitan hacer es cambiar la forma de gobernar.
¿Quieren ganar? Más pueblo y menos realeza.
¿Quier en ganar?Más contacto con líderes de opinión nacionales y extranjeros, académicos, opositores, y menos discursos en acartonados escenarios que transmiten eso: rigidez.
¿Quieren ganar? Más firmeza contra la corrupción y menos protección a los cuates.
¿Quieren ganar? Más Peña y menos asesores de imagen.