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Paseo de la reforma; dudas y promesas.
Ahora sí, parece que va en serio la reforma política de la Ciudad de México. Según Mario Melgado, presidente de la Comisión del DF en el Senado, el acuerdo entre PRI, PAN y PRD es sólido. Buena noticia.
Se trata de dotar a la capital de la República de una Constitución propia para ampliar las libertades democráticas; otorgarle nuevo estatus de autonomía y atribuciones similares a las de los otros 31 estados de la República –aunque no sería un estado más, sino que tendría tratamiento especial, por mantener en su territorio la sede de los poderes de la Unión–…. y por su puesto rebautizarla simplemente como Ciudad de México.
Sin embargo, sorprende la propuesta de crear una Asamblea Legislativa complementaria, cuya finalidad sea elaborar precisamente el texto constituyente.
El método parece rebuscado.
Tendríamos dos “asambleas”. La ordinaria –con 66 diputados para los temas mundanos del día a día–, y la extraordinaria, la cual se integraría con 100 expertos, eruditos y ciudadanos notables, con la única consigna de elaborar la Carta Magna local… procedimiento más complejo que la simpleza del anuncio.
Única pregunta, por el momento: ¿para otorgarle mayor status democrático al DF, los “padres” constituyentes serán propuestos mediante los viejos vicios y costumbres de las cuotas partidarias y el reparto del botín entre las “tribus” perredistas?
El senador Delgado propone elegir a los constituyentes en los comicios del año entrante. Hasta ahora ignoramos las bases jurídicas para definir el “carácter excepcional” de tal asamblea constituyente, y el rumbo de una elección distinta a los códigos vigentes.
De lograse la reforma propuesta –a partir de 2018– las delegaciones serían transformadas en alcaldías. Como en los demás municipios del país, los encargados de cada demarcación serían votados y estarían acompañados de concejales, equivalentes a los regidores y síndicos.
Eso sí, las alcaldías de la CDMX tendrían autonomía política pero no presupuestal –faltaba más–.
Antes de concretar el sueño dorado, los legisladores, senadores y constituyentes, deberán resolver algunos desafíos como los límites de la autonomía, la coexistencia con la federación y las atribuciones y privilegios del poder federal sobre el poder local.
La reforma de la CDMX, cumpliría un anhelo, quizá una obsesión de quienes la han gobernado en las últimas dos décadas. El cuento de la mayoría de edad política y el supuesto tratamiento de los capitalinos como ciudadanos de segunda habrá de terminar, por lo menos en el papel.
No habrá problema para resolver los mecanismos de nombramiento y ratificación de autoridades encargadas de la seguridad y la justicia, pero habrá otros asuntos que saquen canas verdes.
Para muestra el botón educativo. La Ciudad de México, por muy autónoma que resulte, difícilmente podría absorber de buenas a primeras el manejo de escuelas de nivel básico, actualmente bajo mando y control del Gobierno Federal. Para hacerlo, primero necesitaría multiplicar su presupuesto… y armar una reforma educativa propia.
Todo parece ideal a ojos de los políticos promotores de la propuesta; políticamente es un “bombón” electoral, sin embargo, nadie se ha tomado la molestia de explicarnos los beneficios prácticos para el ciudadano.
Por ejemplo: ¿El nuevo estatus de la CDMX se traducirá en mejores servicios sociales y de salud, mayor eficiencia, menor corrupción, reducción de trámites burocráticos, menos baches, pocos encharcamientos, mejor alumbrado… y mejores policías?.
Del sueño dorado despertamos con más dudas.
BORREGAZO: Parece que los afanes de Porfirio Muñoz Ledo, como promotor de la reforma de la CDMX, no llegarán a donde él quería. El ex perredista no encabezará la Asamblea Constituyente.
¿Fue pre condición para lograr consenso entre los partidos?.
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