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Cuando hace diez días el gobernador de Michoacán comentó las indicaciones de sus médicos y dijo: “me piden una vida tranquila pero el gobierno del estado no ha sido muy tranquilo que digamos”, estaba indicando desde entonces la salida airosa con la cual el Gobierno Federal ha querido hacerlo definitivamente a un lado.
Era esa salida o el método Reina, es decir, la investigación a fondo y el aprovechamiento de la “inexplicable” aparición de una fotografía borrosa de su hijo Rodrigo El Gerber Vallejo Mora departiendo con Servando Gómez Martínez, La Tuta, el líder prófugo de Los Caballeros Templarios… el más buscado. El tema no es banal considerando sus consecuencias en materia de alta seguridad.
Por lo pronto Fausto Vallejo tendrá mucho tiempo para cuidarse el hígado… y los corajes. También para pensar en el desastre de su vida: su fracaso político y moral, su desventura y su dilema: ¿para gobernar es peor un hijo desobediente o un hígado trasplantado?. Esa debe ser ahora la única pregunta; excepto claro la otra, la lógica, ¿quién va a hacerse cargo del gobierno-fachada de Michoacán?.
Y le llamo gobierno-fachada por la presencia ahí del Comisionado Federal, embajador extraordinario y plenipotenciario de Los Pinos.
La insoportable levedad del ser esfumó la figura de Vallejo; el gobernador sólo contaba para fotos, protocolos de cartón… y taparle el “ojo al macho”; su rol era simular una normalidad institucional en la cual ya nadie creía.
La situación del gober era insostenible; indefendible. La fragilidad de su mandato se debatía entre el hígado prestado, el hijo desobediente, el Comisionado Federal… y el valido encarcelado.
En poco más de dos años, se ausentó del encargo en cuatro ocasiones.
En marzo de 2013, estuvo 12 días fuera para una consulta médica en el DF; para abril, solicitó al Congreso estatal una licencia de tres meses para ausentarse del cargo; en julio pidió una ampliación de seis meses más.
Vallejo asumió la gubernatura de Michoacán en febrero de 2012, luego de una década priista en la sombra de la oposición… a la cual el tricolor se niega a regresar. Durante su intermitente gestión fue cuestionado por los altos índices de inseguridad, el surgimiento de los grupos comunitarios de “autodefensa” ante la ausencia de autoridad institucional, así como por las acusaciones de presuntos vínculos del número dos en su gobierno con el crimen organizado… y desde luego la sospechosa conducta de su querubín.
La tragedia política del gobernador michoacano desde hace meses era la crónica de una renuncia anunciada, otra digna novela para el realismo mágico… surrealismo trágico en este caso.
¿A Vallejo como a España, también le robaron su corona?.
TIEMPO EXTRA: Lo decía Renato Leduc en alusión a otras cosas: “a tiempo amar y desatarse a tiempo”. Pero hoy en la política – especialmente en el Congreso–, entrar y salir, atarse y desatarse, comienza a ser una costumbre chocante. Los partidos se sientan a la mesa y de ella se levantan cuando las cosas no les parecen, cuando sus intereses corren riesgo, o simplemente cuando quieren usar presencia, concurrencia y participación, como moneda de cambio en el infinito juego de los intereses políticos que secuestra al Poder Legislativo. Actos de fuerza, chantajes o como se les quiera llamar, pero a veces se ven cosas colindantes con lo ridículo: no bien regresa el PRD a la mesa de las discusiones de las leyes secundarias de la reforma energética cuando de ella se levanta el PAN, cuya ausencia se había dado previamente con pretexto de la integralidad de las reformas electorales en los estados de la República como una garantía de imparcialidad por parte de los gobernadores tan temidos. Temidos cuando meten la mano en los procesos electorales, especialmente si son de otro partido, es claro. Y así van uno con otro, tomados de la mano y en una actitud cuya alternancia nos recuerda el jueguito de las sillas; esta actitud, quizá viene siendo una herencia del célebre Pacto por México… les enseñaron la vereda y se robaron el camino.
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