El pleito a navajazos entre el presidente del PAN contra el PRI, y viceversa, va a terminar por abrir las puertas de la Presidencia a López Obrador.
Las encuestas lo ponen arriba, así se va a mantener y hasta puede subir más, pues el pleito a muerte es entre el que va segundo, el PAN, y el que va tercero, el PRI.
Resulta inconcebible que Ricardo Anaya le abra las puertas de Los Pinos a López Obrador sólo por una cuestión de odios personales.
Su vocación vengativa puede echar por la borda en los siguientes años todo el entramado de reformas que le han dado viabilidad y un futuro a México.
Anaya y su pleito con el PRI van a hacer ganar a López Obrador.
El principal odio de Anaya es contra Felipe Calderón, el que le dio la oportunidad de servir en su gobierno.
Anaya y AMLO comparten el mismo rencor hacia el ex presidente panista. Cualquiera de los dos que llegue a Los Pinos va a intentar enjuiciarlo y lo va a perseguir.
Por eso la cargada de Anaya contra los priistas. Si no gana él, que gane AMLO. Van a hacer lo mismo con su acérrimo enemigo.
Es extraña su aversión al PRI, pues se trata del partido con el cual acordó las reformas del Pacto por México, que dieron a luz reformas que se van a caer si gana López Obrador, quien ha prometido acabarlas.
¿A qué le tira Anaya con su “guerra” contra el PRI? ¿De dónde el odio, si eran aliados?
La idea es que si no gana él que gane AMLO. Entonces para abajo todo lo construido desde 1989 hasta la fecha. Una locura.
Los priistas han tenido la pésima ocurrencia de atacar con todo a Anaya. Se han metido con su patrimonio y el de su familia. ¿A dónde van con ese pleito?
Van por una comisión legislativa que indague la riqueza de Anaya. Un exceso. Una locura.
Priistas y panistas se van a aniquilar. Ya lo están haciendo.
Entre ellos llevan en hombros a López Obrador a la Presidencia.
Con esos rivales, AMLO no necesita hacer campaña.
Es muy fácil para López Obrador ganar la Presidencia en esta ocasión. Sólo tiene que “nadar de muertito”, pues los que se están despedazando son sus adversarios.
Con un discurso moderado, un plan de gobierno sin extremismos, como seguramente es el que le confecciona el empresario Alfonso Romo, y sin comprar pleitos, AMLO gana.
No importa que una vez en el gobierno lleve a cabo su agenda populista que ha proclamado desde hace años, aunque ahora la esconda (como hizo Chávez en Venezuela). El objetivo es ganar.
Y si no gana va a arrebatar, con toda facilidad.
Si Anaya triunfa por un escaso margen, ¿el PRI le va a levantar el brazo? Jamás a un iracundo como ése, que les declaró “la guerra”.
En caso de que el candidato del PRI gane por un porcentaje estrecho, ¿Anaya le va a levantar el brazo? Nunca a un priista, pues se metieron con su patrimonio, el de su suegro, sus cuñados.
Tenemos encima el peor de los escenarios. O gana AMLO por las buenas o gana por las malas.
Pero de que esta vez gana, todo indica que sí. Sus adversarios lo van a hacer ganar.
Los puentes entre PRI y PAN están rotos, y son las únicas dos fuerzas democráticas que podrían salvar al país en caso de una embestida populista contra las instituciones autónomas: el INE, el Banco de México, la Suprema Corte, el Congreso.
Nuestro futuro se asemeja demasiado al de Venezuela antes de la llegada de Chávez. Desprestigio de la clase política. Enojo contra gobernantes. Un populista al acecho. Y las fuerzas democráticas profundamente divididas.
Todavía están llorando sus errores. Esperemos que no sea nuestro futuro.