Querétaro, golpe a la impunidad
Tres tristes tigres
Pablo Hiriart
Ninguno de los candidatos presidenciales ha hecho una sola propuesta ambiciosa (y coherente) para atender los dos reclamos más sentidos de la población: mejorar los ingresos y vivir en paz.
Acaban de comenzar sus precampañas, que en realidad son campañas, y destacan por su desconexión con los anhelos de la sociedad.
Hay uno que ofrece verdaderas chifladuras, que es López Obrador.
José Antonio Meade no ofrece nada, por lo que se infiere un continuismo de bostezo que no entusiasma a nadie. Y Ricardo Anaya da muestras de no tener la menor idea de las demandas de la gente, pues sus principales preocupaciones parecen elaboradas en un café de París.
López Obrador ataca un tema central, como es el deseo de pacificar el país, pero lo hace con un disparate marca Golden de Acapulco: liberar a los asesinos, amnistiarlos. Es decir, olvidar sus crímenes, fosas con cadáveres, disolución de cuerpos de jóvenes en barriles con ácido, secuestros que acaban en mutilaciones y asesinatos, descuartizados cuyas agonías suben a You Tube, decapitaciones…
Piensa que soltando a los criminales se va a acabar el crimen.
Ofrece que va a pacificar el país en tres años, mediante el otorgamiento oficial de impunidad.
Una más de sus propuestas deschavetadas que van a conducir a la profundización del caos en materia de seguridad.
En economía ni se diga. Becas para más de tres millones de jóvenes. Ni con la dádiva se soluciona el problema, pues en el país hay siete millones de ninis, y no tres. Y la salida que propone para esa minoría es completamente asistencialista, sólo posible de cumplir con una deuda como la contraída a principio de los años ochenta, además de ser un programa clientelar: permanece pobre, sólo sobrevives gracias a mí, y si quieres seguir haciéndolo estás obligado a votar por mí. Populismo puro. Abominable.
José Antonio Meade ha salido a defender la Ley de Seguridad Interior, sin decirle a la población que ese ordenamiento no va a frenar la violencia y la criminalidad, sino que solo dará garantías legales a las Fuerzas Armadas para realizar las tareas de seguridad pública que le encomienda la autoridad civil.
Meade no ofrece paz, sino únicamente seguir combatiendo a los criminales. Y el problema, como hemos visto en 11 años, es mucho más complejo. Le apuesta al mando único, sin tomar en cuenta que ya existe en muchos estados donde la criminalidad se ha disparado por la incapacidad de sus gobernadores, como en Morelos, de Graco Ramírez; Chihuahua, de Javier Corral; y Baja California Sur, de Carlos Mendoza Davis.
¿Esperanzas para los que aspiran a mejores ingresos? Más de lo mismo y resultados a largo plazo, cuando tengamos frutos de la reforma educativa.
Y al final de todos, Ricardo Anaya. Un insólito caso de extravío.
Su gran oferta consiste en cambiar el régimen político. Tal vez haya que hacerlo, o tal vez no. Pero ese tema no está en ningún lugar de la lista de las preocupaciones ciudadanas.
Más poder al Congreso y menos al presidente. Ajá. Un Primer Ministro. Ajá. ¿O será Jefe de Gabinete? Tal vez un vicepresidente. Puros diputados plurinominales. O solamente de mayoría.
Allá Ricardo Anaya y sus nuevos amigos, sus ideólogos recién llegados de las filas del PRD y otras adquisiciones recientes.
Pero Anaya tenía un partido serio, histórico, con experiencia, propuestas congruentes y ligadas a una doctrina humanista. Adiós a todo eso. Enjoy.