En el caso de Santiago Nieto, ex titular de la FEPADE, todos perdieron. No hubo un solo ganador.
                Se tenía que ir porque llevaba años violando la ley con filtraciones, pero su remoción no fue un acto puro de justicia sino que tuvo todos los componentes de una venganza.
                La primera derrotada con ese episodio fue la justicia, porque fue selectiva.
                Justicia selectiva no es justicia.
                A Nieto le aplicaron la ley por casos que a otros les perdonan.
                Había que sancionarlo, sí, pero se hacen de la vista gorda cuando los sujetos de las filtraciones son los adversarios del gobierno.
                El castigo a Santiago Nieto desnudó la selectividad que existe para castigar, y la enorme impunidad que tienen las filtraciones desde la época en que el presidente Ernesto Zedillo convirtió a la PGR en una agencia de noticias encubiertas y por lo general falsas.
                Se tenía que ir Santiago Nieto por sus filtraciones, pero no busquemos justicia imparcial en ello, porque no la hay.
                También perdieron los medios de comunicación que han construido su fama con base en las filtraciones del poder, pues los dejaron en la estacada y sin argumentos para sustentar lo que publicaron.
                Otro gran derrotado fue el Frente PAN-PRD-MC, que tomó como bandera la causa de un fiscal filtrador y mentiroso, y al final se quedaron “vestidos y alborotados” porque Santiago Nieto se echó para atrás y renunció a defenderse pues dice que es “un hombre de leyes”.
                Apostaron todo a una mala carta, e hicieron el papelón al tomar la tribuna del Senado a fin de crear parálisis legislativa que levantaron al momento del reparto del dinero con la votación de la Ley de Ingresos.
                Perdió el PRI, porque evidenció que le teme a la autonomía de los órganos de fiscalización. Nieto fue removido cuando había avanzado en el caso Odebrecht, que toca a funcionarios y ex dirigentes de ese partido.
                El gobierno también perdió, ya que si el objetivo era anular la investigación del caso Pemex-Odebrecht, no salió avante en su objetivo. La destitución de Castillo hace obligatorio que el nuevo Fiscal retome el tema como una prioridad de su encargo.
                Y si no se investiga ahora va a ocurrir en el siguiente sexenio. No hay salida, es cuestión de tiempo.
                Perdió López Obrador, porque mostró su oportunismo al salir en defensa de una fiscalía que a principio de año había calificado de inútil y de estar al servicio de los mafiosos del poder.
                Ahora sí tendrá que ser investigada su campaña presidencial anticipada que lo hace competir con ventaja sobre sus contendientes que sí respetan las leyes y los tiempos.
                Quitaron de la FEPADE a su ángel protector (le quedan otros), y tiene que castigarse el peculado de Delfina Gómez en Texcoco, que hizo lo mismo que se le acusa a César Duarte en Chihuahua. Aunque en el caso de la morenista están los oficios firmados por ella quien, además, está confesa.
                Perdió Santiago Nieto porque mintió y un fiscal no puede ser mentiroso. Para su nombramiento ocultó que era asesor jurídico del PRD. Juez y parte, a escondidas.
                Perdieron los coordinadores parlamentarios que exigieron votación abierta de la reposición de Nieto en su cargo, porque según sus argumentos coordinan a senadores que se venden.
                Y perdieron los que clamaban votación abierta para la elección de un fiscal, cuando por norma es voto secreta para evitar que el candidato sepa quién sufragó en su contra. Si eligieron a Nieto en votación abierta fue por un acuerdo político, que obviamente ya no existe.
                Nadie ganó con este episodio bochornoso. Todos perdieron.