Libros de ayer y hoy
Fallaron todas las encuestas previas e incluso las de salida, y el PRI recibió una paliza histórica el domingo.
El gran triunfador fue Acción Nacional, que regresó de una baja votación en las elecciones intermedias, y el domingo recibió el respaldo de la población en la mayoría de los estados que estaban en juego.
Ganó el PAN, ganó su presidente Ricardo Anaya, y ganaron los candidatos de ese partido que pudieron captar el descontento social por el gobierno del país y por impresentables gobernadores estatales.
No hubo tal “sorpresa” como erróneamente titulé mi columna de ayer, hecha con base en encuestas de salida, sino que se impuso la lógica: ganó el descontento en siete de doce elecciones estatales, lo que es un golpe seco al PRI, como publiqué que ocurriría apenas el 11 de mayo.
Hace menos de un mes escribí en esta columna:
“Lo más probable es que el mal humor social que hay en el país se refleje en los resultados electorales del 5 de junio. Y aunque los comicios tienen un fuerte ingrediente local, lo lógico es que los platos rotos los pague el PRI.
“Con el descontento que hay, pedirle al partido gobernante que arrase en los comicios del próximo mes es tan ilusorio como plantar un manzano y exigirle que dé cerezas.
“Al PRI le puede ir muy mal en las próximas elecciones porque la gente está enojada con el gobierno y no lo va a premiar dándole votos a su partido”.
Eso fue lo que ocurrió el domingo. Las encuestas previas y sobre todo las de salida, que por lo general son certeras, fallaron.
Hubo voto oculto, fue de enojo, y si alguna sorpresa hubo fue que el PRI ganara cinco estados, cuando no había hecho méritos para ello.
El resultado final que perfila el PREP es que el PAN se lleva siete entidades y el PRI cinco, de escasa relevancia demográfica. Una paliza en toda a línea.
Llama la atención que el enojo social no fue histérico al momento de expresarse en las urnas: lo hizo por el PAN, un partido democrático y dialogante, y no por la opción radical, anti todo, como es Morena.
El partido de López Obrador tuvo buenas votaciones en Veracruz, Oaxaca y Zacatecas, aunque muy lejanas para declararse ganador. En la Ciudad de México, su bastión, no fue la barredora que se esperaba ni sepultó al PRD. Ganó, pero de manera menor a la esperada.
Como publiqué el 11 del mes pasado, triunfó “el descontento social”, ayudado por “el desastroso de varios gobernadores priistas”.
Pero el ciudadano no castigó al PRI con cualquiera ni con el más gritón: le dio el votó al PAN.