Libros de ayer y hoy
Anaya pelea por el tercero
Pablo Hiriart
Si el PRI ha cometido el error en esta elección presidencial de pelearse por el segundo lugar y no por el primero, Ricardo Anaya está peor: trae pleito casado con el lugar número tres.
Hay una lucha a muerte entre PRI y PAN que solo favorece al puntero: López Obrador.
La batalla absurda fue iniciada y fomentada por un político intolerante, sectario y rijoso: Ricardo Anaya.
Intolerante porque es tan inseguro como AMLO, y considera a las críticas como parte de un complot de enemigos reales o imaginarios. A la competencia la considera una amenaza.
Sectario porque en las listas de candidaturas sólo tienen lugar los que se alinean con él y renuncian a su independencia y convicciones. No quiere compañeros, sino subordinados.
Rijoso porque sólo puede vivir en la pendencia y es incapaz de tender puentes y construir proyectos donde no sea él beneficiario directo. Puso al PAN a su servicio y destruyó a quien le cuestionara.
Con un proceso democrático, como los que se estilaban en su partido hasta su llegada al poder, hoy Acción Nacional estaría en el primer lugar de las preferencias. Así lo mostraban las encuestas previas, en que Zavala, con alianza PAN-PRD, superaba a López Obrador.
Cualquier otro panista, con menos rencores que Anaya, hoy estaría en disputa con el primer lugar, y no con el tercero.
Su conducción egocéntrica del partido lo llevaron a ese embrollo que pagará el PAN, y también México: no despega el candidato del que fue el más democrático de los partidos políticos.
El que sube es AMLO. Cuando lo quieran bajar va a ser demasiado tarde.
Sólo López Obrador capitaliza el descontento social por la corrupción y la inseguridad.
¿Ya vieron la encuesta en la Ciudad de México de El Financiero? Claudia Sheinbaum tiene el 52 por ciento de las preferencias, contra el 27 de quien va en segundo lugar.
Sheinbaum cuenta con todos los negativos para bajarla de su pedestal, pero se ha beneficiado del silencio de los candidatos del PAN-PRD y PRI hacia ella, hacia AMLO y a su partido.
Morena trae toda la fuerza porque no existe valla alguna para contener su empuje, pues panistas y priistas están demasiado ocupados en sacarse los ojos.
Por cada acusación de corrupción al PRI, viene una respuesta de corrupción al PAN o directamente a Ricardo Anaya. Y lo que piensa el votante es que ambos tienen razón.
La ingeniería de lavado de dinero en el caso Anaya con la bodega de 54 millones de pesos en Querétaro parece evidente.
Y evidente resulta que la PGR protege a César Duarte al no traerlo pese la ostentosa red de propiedades que han aparecido bajo su propiedad.
O que no se atienden las pesadas observaciones de la Auditoría Superior de la Federación sobre el ejercicio del gasto público en algunas secretarías. Y el silencio en el caso Odebrecht.
Lo anterior pide a gritos una Fiscalía General de la Nación con autonomía plena para devolver la confianza de la ciudadanía en la procuración de justicia.
Pero los únicos que pudieron construirla eran el PRI y el PAN… y están entretenidos en llenarse de lodo uno al otro.
Ya estaban los acuerdos para la Fiscalía General de la Nación, con plena autonomía, votada por Anaya y el PAN en la Cámara de Diputados. Y luego la frenaron porque el dirigente nacional se enojó con el PRI.
Por delante el interés personal. Después la nación y el partido que dirigía.
Hoy estamos viendo el escenario creado por los partidos políticos venezolanos que abrieron paso a que el chavismo se instalara en ese país, para destruirlo por completo… a través de la vía democrática.
El extraño silencio de Anaya a los desvaríos y peligros que implica López Obrador para México, habla de que el candidato de la alianza PAN-PRD es rehén de sus rencores.
Y esos rencores lo llevan a disputar el tercer lugar en lugar del primero. Tal vez se le haga, y se lleva la de bronce.