Querétaro, golpe a la impunidad
AMLO, su primer golpe anunciado
Pablo Hiriart
Si en algo ha sido consistente Andrés Manuel López Obrador ha sido en considerar mafiosos y alcahuetes a los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La pregunta que surge de manera natural es ¿por qué piensa poner como secretaria de Gobernación a Olga Sánchez Cordero?
O visto a la inversa: ¿cómo acepta la ex ministro Sánchez Cordero la humillación de servir a quien la insulta de esa manera?
Pero no es lo único ni lo más grave.
El miércoles de la semana anterior, en Colima, calificó a los ministros de la Corte como “alcahuetes”, “mafiosos” y que están “maiceados” para sacar resoluciones contra el pueblo.
La señal de alerta está en la consistencia y en el objetivo.
Primero, porque desde hace años les dice lo mismo: eso piensa de ellos.
Y segundo, porque el posible próximo titular del poder Ejecutivo del país considera que su contrapeso, el poder judicial, está encabezado por mafiosos, alcahuetes y maiceados.
El conflicto entre poderes se ve venir desde ahora, si es que AMLO gana las elecciones.
Lo que sabemos de antemano es quién ganaría ese pleito: nuestro Chávez.
Los ministros no aguantan una campaña de desprestigio y hostigamiento desde el poder Ejecutivo, con toda la fuerza del Estado.
López Obrador tendrá, ahora más que nunca, todo el dinero que quiera para movilizar “al pueblo” contra sus enemigos: los ministros de la Corte.
Dice que ganan mucho y, en efecto, así es. Pero el alegato no ese, sino sus resoluciones judiciales:
“¿Qué hacen (los ministros)? ¿Se sabe de alguna resolución de la Corte en beneficio del pueblo? ¡Nada! Están de alcahuetes de la mafia del poder, por eso los tiene bien maiceados”, dijo en Colima.
No fue un exabrupto ni una improvisación. Lo ha dicho en reiteradas ocasiones. El 30 de octubre de 2014 escribió en Facebook, a propósito de un fallo que no le gustó:
“Si de por sí ya estaba en duda la honestidad de los ministros, ahora se ganan con creces que se les tache de vulgares corruptos”.
Antes, en 2013, furioso porque se le negó un amparo al Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), López Obrador arremetió en Tuxpan, Veracruz: Los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación “no actúan con justicia. Están bien maiceados. Yo no tengo confianza en los ministros de la Corte porque no actúan con justicia. Se vio, por ejemplo, en el caso de la señora Cassez, de cómo, por consigna, la dejaron libre”.
(Por cierto, la ministro ponente para liberar a Cassez fue Olga Sánchez Cordero)
Después de lo ratificado el miércoles en Colima contra la Corte de “alcahuetes”, “maiceados” y “mafiosos”, ¿qué sigue para López Obrador en caso de ganar la presidencia de la república?
Confrontar a la Corte y deshacerse de ministros de esa catadura moral, según la opinión que él tiene de ellos.
Viene el choque de poderes. La primera crisis. El primer golpe para demoler instituciones autónomas que no le gustan.
Para López Obrador, está claro, no importan las leyes, sino la justicia como él la entiende, no como la entiende la Corte.
Que nadie se diga sorprendido cuando comience el acoso, desde el poder Ejecutivo, contra la Suprema Corte.
Puede hacer como Chávez: ampliar el número de ministros para tener el control de ese poder. O acosarlos con campañas en su contra y manifestaciones de repudio hasta lograr que renuncien.
Lo que se viene no es juego ni se disipa con chistes fabricados por grupos de publicistas. México lo resentirá.