Libros de ayer y hoy
Por Pablo Hiriart
¿También les van a perdonar Tláhuac?
Cuando el delegado en Tláhuac, Rigoberto Salgado, pidió a los familiares de desaparecidos en esa demarcación no hacer públicas sus denuncias, estaba solapando al crimen organizado.
Apagaba la posibilidad de que se le fuera a “calentar la plaza” y llegara la Marina, el Ejército o la Policía Federal a desmontar esa guarida de sicarios, narcomenudistas y extorsionadores cercanos a él y a su partido.
Hay que estar atentos a que las autoridades de la capital y las federales hagan su trabajo y no eximan de su responsabilidad a los líderes políticos de Tláhuac por el solo hecho de ser de Morena.
Ese partido ya salió en defensa el delegado, porque algo importante oculta en esa demarcación.
Quisieron ocultar a los desaparecidos por el grupo criminal ligado al delegado, a quien López Obrador puso como un ejemplo de “lealtad y honestidad”.
Y no sería de extrañar, dados los vínculos familiares del delegado con la banda que comandaba El Ojos, que el financiamiento de Morena en la ciudad provenga de grupos criminales. O al menos su campaña.
¿Por qué defiende Morena a Rigoberto Salgado? Porque los indicios apuntan a que se trata de un pez gordo.
Esa es la razón por la cual hay que exigir a las autoridades que no se amedrenten y le apliquen la ley a los que se coludieron con narcotraficantes en Tláhuac. No importa que sean de Morena.
Ya les perdonaron Iguala, donde José Luis Abarca llegó a la candidatura perredista impulsado por el coordinador de Morena (cuando era movimiento) en Guerrero, Lázaro Mazón.
Mazón era el hombre de AMLO en Guerrero. Por eso defendió la candidatura de Abarca cuando le cuestionaron sus antecedentes criminales.
El crimen de los 43 normalistas de Ayotzinapa debió haber sentado en el banquillo de los acusados a todos los promotores políticos de Abarca.
¿A cambio de qué hicieron candidato y le dieron cobijo al padrino político del cártel Guerreros Unidos?
¿Por qué lo empoderaron si sabían que con Abarca entraban a la narcopolítica?
Las preguntas debieron haber sido respondidas por los dirigentes de Morena y se las perdonaron.
También perdonaron las ligas del gobierno de Michoacán con La Tuta. Al hermano del gobernador, empleado del líder criminal, lo hicieron candidato a diputado federal por el distrito de Lázaro Cárdenas y le dieron fuero para huir de la justicia.
Su escape estuvo pactado. Se las perdonaron.
Como les perdonaron el atraco de la Línea 12 del Metro, donde pagaron 12 mil millones extras por una obra que sólo funciona parchada y en la que hay que gastar 200 millones de pesos al año para que no se descarrile.
Adquirieron en 18 mil millones de pesos trenes que no sirven para las vías de un Metro.
Queman autobuses privados. Toman por asalto camiones de grandes empresas y los desvalijan. Ocupan carreteras para impedir que los usuarios lleguen a tiempo a su destino. Se apropian de casetas de cobro, bloquean aeropuertos… y no les pasa nada.
Nadie ha pagado por los desfalcos y contubernios de Morena y sus aliados, porque las autoridades les tienen miedo.
Esta vez no debe haber ni temores ni impunidad. Lo que se anidó en Tláhuac tiene responsables y deben responder por sus actos.