Líneas Quadratín
Por: Pablo Hiriart
El Bronco y Reforma
El gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez, amenazó con meter a la cárcel –demanda penal- al dueño del Grupo Reforma porque no le gustó una nota que sus diarios publicaron.
Para nadie es un misterio que el Grupo Reforma “infló” al Bronco en campaña y colaboró con suficiente energía para convertirlo en gobernador del estado. No sabían lo que hacían.
Ese respetable –y en muchos sentidos líder- conglomerado de medios encumbró a un personaje autoritario por el solo hecho de que iba en contra de los partidos tradicionales y prometió meter a la cárcel al gobernador saliente Rodrigo Medina.
Ahora resulta que el encarcelado no va a ser el ex gobernador Medina, sino –según los deseos de El Bronco- el director y dueño del Grupo Reforma, Alejandro Junco.
Es el riesgo de encumbrar e inflar opciones estridentes contra los excesos del poder, sin revisar la hoja de vida democrática de esos personajes ni reparar en los peligros que representa un talante autoritario.
Lo mismo le va a pasar a Reforma con López Obrador, a quien muchos de sus articulistas veneran con devoción casi mística, o lo apoyan veladamente.
Tienen todo el derecho a ello y hay razones suficientes para buscar alternativas radicales en contra de los males endémicos de nuestra clase política. Pero ojo con quien impulsan.
Eso les pasó a los grandes medios en Venezuela que apoyaron a Chávez para llegar al poder, y hoy sus dueños son perseguidos, están en el exilio, fueron expropiados, y los reporteros dan noticias de viva voz en el transporte público para ganarse la vida.
Dijo El Bronco el lunes que analizaba demandar penalmente a los directivos del El Norte y Grupo Reforma por haber publicado que su gobierno había pagado siete millones de pesos en espectaculares, en Nuevo León y en la Ciudad de México, con su foto en la portada de una revista.
El hecho mostrado por el diario es verdad. Ahí están las fotos y los espectaculares no son gratis.
No contento con amenazar con demanda penal, el gobernador neoleonés acusó al dueño y director de Reforma de haberse robado una calle (sic) en San Pedro y de andar en helicóptero todos los días.
“¿De dónde saca el dinero para comprar el helicóptero, quién le paga el helicóptero?”, preguntó de manera prepotente al reportero de esa casa editorial.
El periodista no se amedrentó ni perdió el estilo: “Son recursos privados”, le contestó.
Y El Bronco echó de nuevo la caballería del Estado encima: “Pues lo vamos a fiscalizar, a ver si es cierto sin son privados, y buenos privados y si no son recursos malos o mal habidos”.
Luego, el castigo a la libertad de expresión: A partir de hoy “cero noticias para El Norte (Grupo Reforma). Y cuando te vea a ti no te voy a decir nada. Siempre voy a estar: ¿dónde está el del periódico El Norte? ¡Oye, compadre! ¿Te puedes ir? Porque tengo el derecho de decidir a quién le puedo dar información y a quién no”.
Es el retrato de un político autoritario al que el Grupo Reforma hizo crecer como carta fuerte contra la continuidad de PRI o PAN.
También El Bronco fue impulsado por empresarios que buscaban desquitarse por agravios económicos del gobierno de Medina, o el de Peña Nieto y del PAN.
Ojalá aprendan la lección. Cualquier demócrata es mejor que un populista autoritario, pues tarde o temprano ponen en práctica su talante despótico.
Ese tipo de personajes, con el poder que da el Ejecutivo Federal en sus manos -que es diferente a un mandato estatal donde casi todo se limita a administrar-, aplastan a la crítica e inventan delitos para encarcelar o amedrentar.
Cuidado con criar cuervos, que sacan los ojos.