Líneas Quadratín
La devastación está en marcha, por decreto
Pablo Hiriart
El presidente ha condenado a México, por decreto, a hundirse mucho más profundo que los demás países en esta crisis mundial.
Vamos en contrasentido de los principales países, con medidas que toman lo peor del neoliberalismo -austeridad a rajatabla-, y lo peor del populismo: aplastar al sector privado.
Así no hay camino ni futuro para México.
Las ocurrencias o caprichos del Presidente ya nos costaron el año pasado tirar bajo cero la economía, que significa el empobrecimiento general de la población pues crece a un ritmo de 1.5 por ciento anual.
Ahora, con la crisis mundial, hasta las instituciones más emblemáticas del capitalismo aconsejan a los gobiernos hacer lo que antes desaconsejaban: tomar deuda y gastar.
¿Qué anunció ayer el presidente de México? Presentó un decreto que es un plan de austeridad.
Esa era la parte criminal del neoliberalismo, y la adopta López Obrador cuando se necesita rescatar la economía, el empleo, las cadenas productivas, a los que viven en la economía informal y a los millones de mexicanos que ya están perdiendo sus trabajos o lo perderán en los siguientes meses.
Asombroso es que haya justificado ese decreto con un «dadas las circunstancias ocasionadas por la crisis mundial del modelo neoliberal que, sin duda, nos afecta, propongo la aplicación urgente y categórica de las siguientes medidas….»
Y propone una contracción ultra neoliberal del gasto público, mientras apuesta orientar el gasto a los elefantes blancos de su aeropuerto, tren Maya, la refinería, y más subsidios a Pemex para seguir perdiendo dinero a manos llenas.
Ni con el barril de petróleo a bajo cero entendió. Imposible. No hay salida para México con López Obrador. Olvídenlo, el barco tricolor se hunde irremediablemente, sin una oposición política fuerte.
En lugar de gastar más, el gobierno va a gastar menos.
Su ortodoxia neoliberal lo lleva a decir que este año «tampoco habrá déficit público». No sabe lo que dice. Su ex secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, escribió el lunes que «en 2019 sí hubo un déficit del sector público del orden del dos por ciento del PIB de acuerdo con las cifras oficiales».
López Obrador maneja las finanzas del país desde Palacio Nacional y no acompañado por el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, sino por la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, y por el periodista (?) Pedro Miguel, que escribió el Plan Nacional de Desarrollo sin tener la más mínima idea de la materia (!!).
Casi desapercibido pasó otro decreto, publicado anteayer 21 en el Diario Oficial, en el que se le inyectan 65 mil millones de pesos adicionales a Pemex para elevar la producción de petróleo. Le quitan esa cantidad como carga fiscal: subsidio.
Es decir, a Pemex se le mete dinero cuando pierde a raudales (365 mil millones en 2019), el precio del barril de crudo está y seguirá estando por debajo del costo de producción, sus bonos son basura en el mundo y debe más de cien millones de dólares.
No hay manera de hacerlo entender.
Ojo con esta obsesión ruinosa de AMLO, porque puede tener una forma de financiarla, para inevitablemente quebrar después. Usar el dinero de las Afores en la compra de bonos de Pemex.
Tal vez la iniciativa del diputado de Morena que propuso estatizar el manejo de los fondos de retiro haya sido para medir el ambiente. El gobierno tiene los instrumentos legales para obligar a las Afores a invertir una parte de los recursos donde les diga. En las empresas quebradas del Estado, por ejemplo.
De lo poco que se salva de la austeridad decretada ayer está la construcción de la refinería en Dos Bocas, que nos va a costar, si bien nos va, 307 mil 580 millones de pesos.
¿Eso es una prioridad nacional? Claro que no: se necesitan recursos para ayudar a las empresas a seguir vivas, mantener con ingresos a su personal, apoyar a los productores, a los desempleados, a los informales, y fortalecer el sistema de salud pública.
El dinero lo vamos a tirar en una refinería que hasta el Instituto Mexicano del Petróleo concluyó, hace más de un año, que no es viable. La refinación es un negocio cada vez menor.
La Asociación Internacional de Energía informó que viene una ola de cierres de refinerías en el mundo. Las grandes empresas del ramo reducen la producción o paran temporalmente.
Y en el decreto de ayer que anuncia el freno del gasto público, se informa que este año se invertirán diez mil millones de pesos adicionales a lo presupuestado para incrementar la capacidad de refinación de las plantas actuales… que pierden dinero.
Afortunadamente el Banco de México es autónomo e inyectó 750 mil millones de pesos al sistema financiero, con lo que habrá créditos disponibles a una tasa de interés baja y dar liquidez a la economía.
Pero esas medidas, que debió tomar Hacienda, necesitan complementarse con estímulos fiscales. ¿Y? Cero.
La aversión ideológica del presidente al sector privado (que mueve la economía del país) al parecer era desconocida por la élite del empresariado. Ahora ya saben con quién están tratando.
Tratan con un presidente que los detesta, que va a destruir a buena parte del sector privado, que va a empobrecer a las clases medias, y a los pobres los tendrá como clientela electoral.
A los pobres también los va a golpear: subsidios para 22 millones (menos que antes), y nada para los nuevos pobres, que serán varios millones más.
La devastación del país avanza incontenible cada día, y si es necesario hacerla a decretazos, López Obrador lo hará. Lo está haciendo.