Libros de ayer y hoy
Directo al precipicio
Pablo Hiriart
Entramos en una crisis económica de grandes proporciones y el gobierno le apuesta, para salir de ella, al estatismo y al pleito con el sector privado.
Pleitos así hundieron al país en los años setenta y tardamos 20 años en empezarnos a recuperar. Pero no hay memoria: va de nuevo. No hay manera.
Lo que oímos ayer en la conferencia mañanera confirma que vamos directo al precipicio y el presidente y su equipo, en lugar de frenar, pisan el acelerador.
Ningún país puede prosperar sin un sector privado pujante y productivo, algo que descubrió China desde Deng Xiao Ping. Aquí resulta un accesorio al que se le puede usar y tirar.
Con la consulta popular en Mexicali (en la que votó el cinco por ciento de los empadronados) se canceló una planta cervecera que tenía todos los permisos y 900 millones de dólares invertidos.
Fue una bofetada a la inversión extranjera y nacional, acompañada del mensaje de que el gobierno mexicano no respeta el estado de derecho.
Para que haya empleo se necesita inversión, y para que haya inversión se requieren condiciones que debe crear el gobierno. Esas se acabaron. No hay seguridad jurídica, que es lo mínimo a pedir.
De la conferencia de ayer se esperaban medidas para atenuar el impacto de la crisis, y hubo una reiteración de la fobia presidencial a la iniciativa privada, el anuncio de que se persistirá en los errores cometidos con la inversión del gobierno, y mentiras por doquier sobre la situación económica.
Y en la estrategia de salud para combatir el coronavirus hay un completo desastre.
Hugo López-Gatell declaró que México entraba en la fase dos de la lucha contra la pandemia, pero once horas antes había dicho que no era necesaria.
“Cuando ya no sea posible ni tenga caso rastrear los casos (de contagio), ese día ya podríamos decir que estamos en fase dos”, dijo el lunes en la noche el responsable de controlar la epidemia.
Y agregó: “Es un proceso gradual este cambio (a fase dos). No es de un día para otro ni porque ya tengamos casos de contagio local”.
En efecto, no fue de un día para otro, sino cuestión de horas.
¿Por qué esa contradicción en un tema de extrema delicadeza? ¿Quién manda en Salud?
El presidente recomendó no creer en mitos y confiar en la ciencia, cuando la semana pasada mostró amuletos, un dólar, un trébol para protegerse, e invitó a la población a salir a las calles a consumir.
Fase uno: detente enemigo. Fase dos: no crean en mitos.
Si salud es un desastre (al fin y al cabo las epidemias tienen un ciclo), en economía estamos peor.
No habrá medidas fiscales para proteger empresas ni apoyo a las cadenas de producción de parte del gobierno, sino reparto de dinero a personas y changarros, lo que está muy bien, pero no hay un plan extensivo para proteger las fuentes empleo.
El presidente no sabe que auxiliar transitoriamente a empresas ayuda a sostener toda la cadena: desde el productor, los proveedores, el distribuidor y la empresa que permanece activa y permite que funcione todo lo demás.
Nadas nuevo: AMLO además detesta a los empresarios fifís, delincuentes de cuello blanco, minoría rapaz y otros adjetivos que usó contra ellos en toda su carrera política.
Ayer habló de “400 mil millones de pesos en caja” que se obtuvieron de ahorros contra la corrupción. Ese dinero no existe.
Hay, eso sí, una línea de crédito disponible de 65 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional que el gobierno pasado renovó tres días antes de irse y se los puso sobre la mesa.
Además, hay poco más de 150 mil millones de pesos que les quedan del FEIP, que se armó en las administraciones pasadas y se lo dejaron a AMLO en casi 300 mil millones de pesos, para emergencias.
El año pasado usó la mitad en gasto corriente, lo que no habría ocurrido si en verdad tuvieran “en caja” 400 mil millones de pesos “ahorrados en corrupción”.
Urge dinero para infraestructura de salud y para salvar fuentes de empleo, pero el presidente lo va a destinar a sus proyectos que no son tarea esencial de un gobierno:
Para este año hay presupuestados 40 mil millones de pesos (que serán más, porque los insumos son en dólares) para una nueva refinería. El año pasado Pemex Refinación perdió 63 mil 206 millones de pesos. Vamos por más.
A Pemex se le invertirán 100 mil millones de pesos este año, más 100 mil millones que le metieron el pasado, y tuvo pérdidas por 346 mil millones de pesos – 92 por ciento peor que en 2018-. Los ingresos disminuyeron 16 por ciento y los costos aumentaron 30 por ciento.
El gobierno gastará en 2020-21 la cantidad de 95 mil 260 millones de pesos en el aeropuerto que hará el Ejército en Santa Lucía.
Y gastamos 75 mil millones que hubo que pagar en liquidar contratos y bonos Fibra E por destruir el aeropuerto de Texcoco, una joya mundial, que ya estaba fondeado (aún faltan por pagar cuatro mil 200 millones de dólares en bonos de largo plazo a tenedores extranjeros.
Toda la obra anterior la puede hacer el sector privado y el gobierno podría dedicar los recursos de los contribuyentes a sus tareas esenciales. Salud, por ejemplo, donde hubo subejercicios, o apoyar la agricultura, a la que quitaron 42.5 por ciento de su presupuesto para este año.
Ah! Y también este año vamos a gastar 35 mil millones de pesos en el Tren Maya, que iba a hacer la IP, pero rechazó el proyecto por ser financieramente inviable.
En eso le gusta gastar al presidente. Y la planta productiva, las fuentes de empleo, la actividad económica, que se hundan, son privadas.
Por cada punto del PIB que caiga la economía se pierden unos 200 mil empleos formales. ¿Cuántos puntos vamos caer en el segundo trimestre? Los especialistas estiman que podrían ser más de ocho puntos.
Sí, vamos directo al precipicio.