Líneas Quadratín
La tentación de Marcos
Pablo Hiriart
Tarde o temprano iba suceder. Los dos Mesías inventados por una intelectualidad y prensa irresponsables estaban destinados a chocar: Marcos y AMLO.
El tema por el cual disienten es lo de menos, pues se trata de un duelo de egos en el que ninguno de los dos acepta la “divinidad” del otro.
Marcos y su “ejército” anuncian que van a frenar una obra del gobierno en la selva chiapaneca, y López Obrador responde con auténtico asombro: ¿cómo me hacen esto a mí, si no soy como los demás?
Su carácter divino no lo reconoce Marcos, y menos en su territorio donde no hay más Ayatolah que él.
Lo que sorprende en este pleito es que voces críticas al gobierno han tomado con juvenil entusiasmo la postura del EZLN de no permitir la construcción del Tren Maya, y elogian al jefe guerrillero por el sólo hecho de que se opone a López Obrador.
¿Tan grande es la escasez de líderes en la oposición como para encenderle veladoras a un encapuchado que se levantó en armas para derrotar al Ejército Mexicano, tomar el poder e instaurar una dictadura en el país?
El Tren Maya debe ser cuestionado e idealmente frenado por la vía de la razón, nunca por la fuerza.
Su construcción es una insensatez económica y probablemente ambiental, pero eso no es motivo para aplaudir a un grupo armado que carece de la representatividad democrática que sí tiene el gobierno federal.
El sector más sensato de la sociedad tendría que ponerse del lado de la ley y no tomar partido en un pleito entre dioses inventados por la prensa y una intelectualidad ansiosa de redentores.
Y si el gobierno va a echarse para atrás en su proyecto, o en una parte de él, que no sea por la amenaza armada de un grupo que opera en la ilegalidad, que secuestró y mató, y que ha hundido aún más en la pobreza a la población de sus zonas de influencia en Chiapas.
Cuidado con la tentación de apoyar el radicalismo armado con tal de «sumar fuerzas» contra el gobierno. Al final de la partida los ganadores suelen ser los fundamentalistas y no los demócratas. Los ejemplos en el mundo, sobran.
Doblemente riesgoso es darle respaldo popular al EZLN porque tenemos un gobierno particularmente proclive a ceder ante grupos armados.
Si el EZLN logra reactivarse luego de estar políticamente derrotado, exigirá que los malhadados «Acuerdos de San Andrés Larráinzar» que alcanzó con el gobierno de Ernesto Zedillo se plasmen en ley.
López Obrador es débil ante los violentos, y con el EZLN envalentonado por el respaldo de una oposición que le cayó de maravilla, no sería descabellado que negocie la concreción en ley de esos Acuerdos que les entregaría pedazos del territorio nacional.
Marcos y el EZLN han permanecido intocables gracias a la defensa política que por años han tenido de parte de la izquierda radical, y porque la prensa lopezobradorista ha logrado construir dos divinidades cívicas en México: Marcos y AMLO.
Ahora tienen problemas internos. Que se arreglen. Pero fueron ellos, los propagandistas de López Obrador, quienes llevaron a Marcos a los altares de la lucha social en el país.
Es su pleito, no el de quienes creen en la democracia y en la legalidad como única forma de gobierno y de resolución de los conflictos.
De este lado de la cancha no hay dudas: existe un sólo Ejército y el monopolio del uso de la fuerza recae en el Estado y no en grupos de particulares, como es el EZLN.
El lopezobradorismo coqueteó con los violentos, se puso de su lado y encumbraron a Marcos a las alturas del Olimpo.
Ahora, que con su pan se lo coman. Pero que en ese duelo de divinidades inventadas no dañen al país ni se ponga en riesgo la integridad territorial de la nación.
Patético el tema del Tren Maya, pero cuidado con darle alas a un grupo armado que no fue electo por nadie y es contrario a las libertades democráticas.