Líneas Quadratín
Mensajes de Venezuela y Nicaragua
Los medios de comunicación críticos, cerrados, como la edición impresa de El Nacional.
El Nacional lo había resistido todo de parte del gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, pero no pudo con el fin del suministro de papel: después de 75 años, el viernes imprimió su último ejemplar.
Su presidente editor, Miguel Henrique Otero, lo dirigía desde el exilio, porque en su país tiene orden de aprehensión.
Al desaparecer, cae el último diario independiente de alcance nacional en ese país, y de ahora en adelante sólo se le podrá seguir en su plataforma web.
Dice Miguel Henrique Otero, quien tuvo que huir de su país porque Maduro lo acusa penalmente, que “se ha intentado acabar con el periódico a través de la agresión física de los llamados ´colectivos´ (grupos de choque del gobierno), de la utilización de los tribunales, la amenaza permanente, la vía tributaria y la restricción publicitaria, así como las campañas de desprestigio y la difamación de los medios oficiales” (ABC, viernes 14)
La radio y la televisión pertenecen al gobierno de Nicolás Maduro, o se alinearon con él, y ya no hay un solo periódico independiente que haga crítica a esa dictadura.
Ejercer la crítica hacia el poder es fácil en un régimen democrático, pero hacerlo en dictaduras o regímenes autoritarios, como el de Maduro y Ortega en Nicaragua, es exponerse a la agresión física, al acoso gubernamental, a la persecución judicial y al hostigamiento de la prensa oficialista.
Se llega al extremo de lo ocurrido con El Nacional: cierre de la edición impresa y su presidente en el exilio para evitar la cárcel.
En Nicaragua, el jueves en la noche la policía del régimen sandinista asaltó la sede del diario electrónico Confidencial, crítico del gobierno de Daniel Ortega, y destrozaron la redacción, se llevaron computadoras y documentos de los periodistas.
Fernando Chamorro, director del diario, escribió en su cuenta de Twitter: «denuncio al dictador Daniel Ortega, jefe supremo de la Policía Nacional, como el responsable del asalto a las oficinas de Confidencial… Saquearon nuestra redacción. Un ataque brutal contra la libertad de prensa y la libertad de empresa».
Esa misma noche fueron allanadas las sedes de cuatro organismos no gubernamentales en Nicaragua. Donde llegan los populistas autoritarios no crece pasto. Entran al poder con las banderas de la lucha contra la corrupción, la desigualdad, los derechos humanos, y la promesa de una mejor economía. Después no se van nunca del gobierno y llevan a sus países a la ruina económica, al enfrentamiento social contra «los ricos» y sólo se mantienen en el poder mediante el control policiaco y político.
Sus enemigos son el poder judicial independiente, los empresarios, los medios de comunicación y periodistas críticos, el Congreso y políticos opositores.
Como los populistas son ineficientes por definición, no logran sus metas económicas ni cumplir sus promesas. Culpan de sus fracasos a esas instituciones y personas, contra las cuales arremeten.
Está calcado. Así funciona en todos los países que han tomado ese derrotero que abre esperanzas para un cambio rápido y radical. Así son los populistas.
Si en Venezuela o Nicaragua, desde el inicio de sus gobiernos populistas y autoritarios hubiese habido una oposición unida, una resistencia firme para defender las instituciones democráticas y los contrapesos del poder, hoy no estarían como están. Venezuela tiene el 61.2 por ciento de la población viviendo en la pobreza extrema. Sus habitantes huyen adonde sea.
Los empresarios que llevaron del brazo a Hugo Chávez al Palacio de Miraflores, hoy están en el exilio, han sido expropiados, o viven en su país asediados por el estigma de ser los «culpables» del desastre económico y social.
Y Nicaragua vive un baño de sangre contra los opositores. Sus medios de comunicación críticos, acosados o allanados, como Confidencial, mientras el país es aplastado por la bota criminal de Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo.
Las libertades sólo se aprecian cuando se pierden. Y si no se defienden, se pierden irremediablemente.
La democracia, esa despreciada señora que da espacio para ser criticada y hasta denigrada, es un valor fundamental que se pierde y no se recupera en décadas, una vez que los países están en la ruina y la polarización ideológica los pone en la ruta de la confrontación.
Nadie dice que en México va a suceder exactamente lo mismo. Pero no está demás atender el mensaje que Venezuela y Nicaragua mandan al mundo: la democracia y las instituciones que la sostienen no se defendieron a tiempo.