Libros de ayer y hoy
QUERÉTARO, 12 de diciembre 2019.- Muy bien que nos mantengamos en el bloque comercial de América del Norte, pero los festejos del gobierno por el acuerdo no corresponden a sus méritos: la renegociación se hizo y firmó en el sexenio anterior.
En el actual se hizo un agregado (adenda) en que cedemos a demandas de Estados Unidos que en su momento fueron rechazadas por el gobierno mexicano y, a regañadientes, aceptadas y firmadas por Trump.
Con la insólita debilidad del actual gobierno ante Estados Unidos, y falta de negociación con los demócratas, nuestros representantes cedieron en lo que ya habíamos ganado y firmado en el último mes del sexenio pasado.
Más vale un insatisfactorio que una ruptura, sí.
Pero al gobierno de izquierda, antineoliberal y que llegó a la Presidencia a gritos contra los presidentes anteriores por “entreguistas”, cedió lo que ninguno había aceptado: la vigilancia extranjera sobre el cumplimiento de nuestras leyes.
Quizá no esté mal, pero nuestros actuales gobernantes se oponían a ello y decían que era ceder soberanía. Eso hicieron ellos ahora que están en el poder.
Trump tiene razones para bañar en elogios a nuestro Presidente: le dio lo que Peña Nieto no le había dado.
Los morenistas en el poder se quieren presentar como arquitectos del libre comercio con Estados Unidos y Canadá. Qué poca memoria. Eso lo hizo Carlos Salinas en su gobierno, pese a la oposición iracunda, con marchas y boicots, del actual mandatario y sus compañeros de partido.
Qué bueno que hayan cambiado de opinión y le den continuidad a lo que equivocada y airadamente combatieron, cuando decían que el TLC era la entrega del país a Estados Unidos y señalaban como “vendepatrias” a sus impulsores.
Está bien el T-MEC, pero por favor un poco de modestia a la hora de festejar la renegociación a gusto de Trump, de lo que ya se había negociado y firmado a pesar de las resistencias de Trump quien fue doblegado con razones.
Por respeto al régimen democrático que aún tenemos, el Presidente debe aceptar voces críticas, con representatividad, al adenda que se firmó en Palacio con estadounidenses y canadienses. A Gustavo de Hoyos, presidente de Coparmex, sencillamente lo censuró.
El presidente descalificó a De Hoyos y lo desconoció como representante empresarial. “Yo diría que él está haciendo campaña política porque quiere ser candidato de un partido conservador en Baja California. Si a esas vamos. Y es un indicio, nada más por su comportamiento, porque no representa realmente a los empresarios. Es como una especie de dirigente de un partido, pero tiene todo su derecho a manifestarse”.
¿Con qué autoridad el presidente desconoce la representatividad de Gustavo de Hoyos como dirigente patronal?
Llegó a la presidencia de Coparmex a través de una elección. Y los miembros de esa Confederación lo reeligieron en el cargo y designaron representante de sus intereses por un periodo determinado.
Dice el presidente de la República que De Hoyos “no representa realmente a los empresarios”. O sea, sólo reconoce como legítimos a los que le aplauden, y a quien discrepa lo censura. Nadie que difiera de él representa a nadie.
Ah, pero “tiene todo su derecho a manifestarse”, añadió el mandatario. Pues sí. Faltaba más.
Y en dado caso que Gustavo de Hoyos quisiera ser candidato en su estado o donde se le pegue la gana y la ley lo permita, ¿por qué debe ser objeto de ataques de parte del Presidente?
Gustavo de Hoyos, líder de Coparmex, no estuvo de acuerdo con las concesiones que se hicieron en el adenda del T-MEC. Fue un exceso lo que se dio a Trump y a los sindicatos estadounidenses.
Criticó que en la recta final de las negociaciones del adenda, los empresarios hayan sido marginados. En su opinión “el gobierno fue un mal negociador”
Dijo: “lo que se cerró ahí (el martes en Palacio) me parece una postura santannista. Creo que desde que se cede en el Tratado Guadalupe-Hidalgo la mitad del territorio, la historia contemporánea de México no registra un gobierno que haya cedido más”.
Puede ser discutible la opinión del líder de Coparmex y está bien que el presidente responda, pero que lo haga con argumentos y no con la censura a un dirigente empresarial que, por criticarlo con dureza y claridad, ya “no representa realmente a los empresarios”.