Un vecino distante, desconfiado y colérico nos vigila
Como periodistas sabemos que tenemos frente a nosotros un buen año para contar. No quiero decir con esto que sólo debamos aspirar a ese enigmático objetivismo de transmitir datos y discursos de manera aséptica o algorítmica, tampoco para prejuzgar ni llenar de adjetivos calificativos todo acontecimiento o personaje público; narrar implica explorar la esencia de la condición humana (comenzando por la nuestra) en este complejo tejido de historias que nos toca compartir e intentar comprender.
Cada año que comienza viene con un caudal de buenas voluntades y mejores propósitos aunque luego se nos olviden incluso las buenas maneras; no por ello, sin embargo, estamos condenados a abandonar la ilusión. Este 2024 ya ha arrancado con muchos desafíos por atender y seguro traerá dos o tres episodios que nos provoquen auténtica sorpresa o pasmo. Vendrán también, por desgracia, esas perversas tentaciones de poner la mirada persistente en el pasado y dar apenas unos atisbos al presente y a la esperanza.
Decía Ibargüengoitia que en México hay «partidarios de lo que sea, siempre y cuando se refiera al pasado»; y tenía razón, romantizamos ruinas prácticamente de cualquier cosa pero nos cuesta trabajo encontrarle la belleza a la paulatina y cotidiana construcción de la vida. Muchas veces juzgamos con tal facilidad y velocidad que se nos asoma el prejuicio. Por ello, más que defender o anhelar sombras del ayer, los periodistas debemos estar aquí y ahora en este imbricado andamiaje social que debemos relatar, para los demás, tanto con pasión como con compromiso.
Entre las lecturas de fin de año me sorprendió encontrarme con los cuentos de María Enriqueta Camarillo, una longeva y prolífica escritora mexicana de la que, injustamente, se conoce más bien poco. Entre sus relatos, me pareció maravilloso el cuento titulado «El Piadoso Morabú». Se trata de un vendedor de dátiles que recorre el desierto contando pequeños relatos a su compañero de viaje para animarlo y entretenerlo en el agotador trayecto.
En el cuento, el mercader Morabú cuenta historias sobre palmeras, sobre el desierto y de las peripecias de unos argelinos viajeros que se encuentran con unos leones, que se pierden en llanuras arenosas interminables, que encuentran milagrosamente un oasis y hasta dialogan con una fuente encantada.
Pero recordemos que Morabú hace los relatos con el objetivo de no ver desfallecer a su compañero quien «aunque nada respondía ni comentaba, marcha menos fatigosamente y alzaba de vez en cuando sus ojos… así el mercader desplegaba más y más el abanico maravilloso de su imaginación y buscaba en él las más interesantes descripciones de paisajes, los más ricos relatos de sucedidos y cuentos sólo con el objeto de alentar a su compañero fiel, de distraerle en un camino tan penoso, de ayudarle, de confortarle…» .
El final del cuento es fantástico porque se explica que mercader no hace ese viaje con ninguno de sus hermanos porque «si así hubiera sido, Morabú le habría llevado en hombros hasta caer por tierra». Su compañero de viaje era su camello.
De manera natural, los cuentos tienen la capacidad de revelar los mecanismos con los que intentamos comprender y compartir el mundo; la narrativa no sólo es un hilo conductor de acciones, personajes y situaciones sino parte de un tejido social con el que podemos reconectarnos a través de símbolos y significados. El cuento de María Enriqueta Camarillo justamente recuerda que el relato tiene una vinculación con andar el camino y compartirlo incluso con los más insospechados acompañantes.
El relato honesto y generoso se contrapone a una cultura informativa contemporánea que se ha acostumbrado a atender los acontecimientos desde el individualismo y la autorreferencialidad; que envilece el lenguaje en diatribas enfurecidas y vulgares; y que es profundamente onanística al autosatisfacerse en sus certezas y prejuicios.
Tenemos frente a nosotros un buen año para contar, hago votos para que los periodistas hagamos estos relatos de nuestra cotidianidad con tanta generosidad como el mercader, para hacer menos arduo el camino compartido, para entender, para imaginar.
Feliz 2024 a todos.
*Director VCNoticias.com
@monroyfelipe