Líneas Quadratín
Como si el tiempo se hubiera detenido y la fatalidad nos agarrara por el pescuezo, las prioridades de México para este 2021, son exactamente las del 2020.
Si acaso, cambió el orden y tenemos que, en el número 1, aparece hoy la amenaza de la pandemia, no sólo como crisis de salud, sino también de credibilidad.
El país se acerca aceleradamente a los 130 mil muertos, sin que el gobierno hubiera tenido nunca bajo control el problema, y con la sospecha, mundial, de que mintió.
Existen versiones de que, de casi el millón de muertes que hubo en México durante 2020, al menos 281 mil fueron no esperadas o “exceso de mortalidad”.
Ello implica que el número real de muertes por Covid-19 podría ser muy superior a los casi 126 mil fallecidos que aceptó la Secretaría de Salud Federal hasta el 31 de diciembre.
Esto también quedó asentado en las proyecciones del Subsistema Epidemiológico y Estadístico de Defunciones (SEED) y la Organización Mundial de la Salud.
Según los datos oficiales, en 21 países reportan que el 99 por ciento del exceso de mortalidad se debió al Covid. En México, el gobierno federal nos dice que sólo fue el 45 por ciento.
EL TRÍPODE DE LA DESGRACIA.
En el número 2 de prioridades, se coloca ahora la crisis económico-financiera-laboral, como un trípode inseparable que nos acompañará todo el año.
En 3o, la seguridad interna, ligada a la seguridad nacional. Es decir, va más allá de la mera seguridad pública. El crimen organizado continúa expandido y descontrolado por el país.
Las ejecuciones y matanzas colmarían el Zócalo con una montaña de más de 50 mil cadáveres, sin que el gobierno sepa todavía como enfrentar a ese demonio.
Esto nos habla entonces de: 4o, una crisis de gobernabilidad, con un régimen que habla más de lo que actúa, en medio de mensajes encontrados o equivocados.
Para rematar con esta cascada de desgracia, tenemos como 5o lugar, el tema de la educación. La pandemia obligará a permanecer otro trimestre bajo encierro, con educación a distancia.
Los efectos de esto se verán en los años siguientes, cuando tengamos casi una generación de niños, jóvenes y profesionistas, con deficiencias terminales en el aprendizaje.
México, como país, tendrá que enfrentar una nueva franja de rezago. Al analfabetismo ancestral, tendremos que sumarle la desigualdad, por la brecha tecnológica que se ha abierto.
Este es el panorama, en lo que llamamos Dejá Vu, aunque ahora presenta tonalidades más dramáticas, porque tenemos a un régimen sin dinero y más preocupado por el tema electoral.
En suma, esto quiere decir que, contra todo lo que diga el Presidente, no hay avances, ni mejoras, ni cambios sustanciales que se puedan presumir.
Así puestas las cosas, el año que comienza no parece ser diferente al anterior, porque el tono de la polarización sigue siendo el mismo y hoy el mundo, bajo la óptica de la 4T, se divide solamente entre izquierda y derecha. No hay punto medio.
Él continúa con su discurso de que “los conservadores” y “Fifís” parecen estar “desquiciados”; “son muy mentirosos e hipócritas”.
Ese es su tono discursivo del año pasado, el mismo con el que terminó… y con el que empieza el 2021, apoyado por una tropa de politólogos y comunicadores muy caros y poco eficientes.
LA CRISIS DE CREDIBILIDAD.
A todas las crisis y prioridades que enlistamos al principio, hay que añadir, sin duda, la crisis de credibilidad. El primer mandatario de la República se ha enredado en sus propias mentiras.
AMLO se rodeó, desde el principio de su mandato, de lo que hoy se ve como una nueva casta de informadores y comunicólogos de la 4T que hoy ya no parecen funcionar.
Como candidato, esas voces emergentes fueron útiles para inundar las redes sociales, hasta posicionar el mensaje de símbolos, con frases que hoy suenan huecas a la luz de los hechos.
Lo grave es que, para el presidente, el peor de sus enemigos ha sido él mismo, por no permitir que esos que trabajan a su alrededor, cumplan sus funciones.
La imagen caricaturizada de López Obrador, hoy es la constante. Y pareciera que no hay nadie en su equipo de Comunicación Social que se atreva a corregir los graves errores.
No sólo fueron los fallos de comunicación sobre una pandemia “aplanada”, “aplastada”, “controlada”; que ya se veía la luz.
Otro error grave de comunicación, fueron las mentiras en torno al fallido operativo del “culiacanazo”, en el que Durazo se atrevió a decir que “sólo pasaba por ahí”.
Luego, las inundaciones en Tabasco, a un mes de que AMLO había dicho que se estrenaba en México un “modelo” en el manejo de presas. Y después decidió inundar las zonas pobres.
Lo más grave es que, de todo su equipo de comunicólogos y opinadores, ni uno sólo supo desmentir que la decisión de inundar Nacajuca, fue para no ahogar Dos Bocas.
Eso hubiera dado al traste a uno de sus proyectos estelares. Pero el mandatario ha preferido seguir adelante con las mentiras, y gastando grandes sumas en ese equipo estelar de comunicación.
Apenas hace unos días, el portal EMEEQUIS dio a conocer los sueldos que perciben las principales figuras de este nuevo círculo de opinadores.
Aparecen los nombres de Estefanía Veloz, Gibrán Ramírez, John Ackerman y el reconocido historiador Lorenzo Meyer, cuyo hijo ya forma parte del gabinete de López Obrador.
Cabe mencionar que en esta no aparecen los ingresos de sitios importantes en Youtube, como el de Vicente Serrano.
Estas personalidades, son los encargados de lanzar en las redes sociales, los mensajes del gobierno federal, y contrarrestar la andanada de “adversarios”.
Estos comunicadores, junto con medios como Regeneración y El Sendero del Peje, mejor conocido como SDP, tratan de posicionarse principalmente en Twitter y Facebook.
Es ahí donde se da la batalla, porque las televisoras tradicionales perdieron su peso específico al haberse posicionado la televisión por cable, que permite evadir las noticias tradicionales.
El portal EMEEQUIS realizó una investigación a través de Compranet, para saber cuánto dinero del presupuesto federal, se destina para mantener los altos sueldos de estos politólogos y opinadores.
LOS AMANUENSES DEL RÉGIMEN
Aunque la mayoría de ellos no han sido periodistas, entendido en la forma antigua de trabajar la información y “sudar” la nota, son quienes realizan una feroz crítica contra reporteros.
Todos ellos perciben remuneraciones a través de Canal 11 o el IPN, con sueldos no inferiores a los 50 mil pesos mensuales en el peor de los casos.
Así, aparecen en la lista la dramaturga Sabina Berman y John Ackerman. La primera se deslindó el año pasado de Ackerman.
Ellos percibieron casi medio millón de pesos por semestre. Estefanía Veloz, obtiene sus remuneraciones como Estefanía Juárez Mora, nombre que aparece en los registros públicos de Estados Unidos.
La activista nació en San Diego, California; hija del político y activista Jaime Martínez Veloz, ex diputado federal y considerado de izquierda, hasta que se pasó al gobierno.
La joven percibió en 2020, casi un millón de pesos, sueldo que difícilmente gana algún catedrático del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Ella colabora en el canal de televisión del Instituto Politécnico Nacional (IPN) como analista política y de temas feministas. Está afiliada a Morena.
Entre enero y junio estuvo adscrita a la Subsecretaría de Asuntos para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
Ahí percibía adicionalmente 73 mil pesos mensuales, de acuerdo con registros de la Cancillería.
Otra de las figuras de la comunicación dentro de la 4T es, sin duda, Gibrán Ramírez Reyes, exaspirante a la dirigencia nacional de Morena, quien ganó 1 millón 354 mil 385 pesos en Canal Once durante 2020.
Ramírez conduce el programa De buena fe; Estefanía Veloz colabora en dicha emisión. Su contrato está firmado como Estefanía Juárez Mora y tiene rango de reportera. Ganó 108 mil 576 pesos en el trimestre final de 2019 y 867 mil 063 pesos en el 2020.
Gibrán Ramírez dio un salto en el escalafón entre 2019 y 2020. Por ejemplo, de octubre a diciembre del año pasado cobró por concepto de conducción 204 mil 554 pesos. Los análisis se los pagaban por separado. Un trimestre de análisis le significaron 55 mil 680 pesos.
Incluso el respetado historiador, politólogo y académico Lorenzo Francisco Meyer Cossío está por debajo, en esa nómina de élite. Él ganó 558 mil 990 pesos por sus análisis de siete meses, entre mayo y diciembre.
Lorenzo Meyer es padre del secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano del gabinete obradorista, Román Meyer Falcón.
John Ackerman, exintegrante del Comité Técnico de Evaluación del INE (promovido por Morena), es esposo de la secretaria de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, ganó 173 mil 076 pesos en el trimestre que va de marzo a junio, y 283 mil 216 pesos de octubre a diciembre. Suman 456 mil 292 pesos.
LA DIVISIÓN, ÚNICA ESTRETEGIA DE LÓPEZ OBRADOR
Es triste pensar que el Presidente, lejos de gobernar para todos, se ha preocupado más por mantener su parcela de poder, y se dedica a hablar para su clientela de 30 millones de seguidores, no para todo el país.
Pudiendo llegar a ser un líder amado por toda la nación, prefirió dividir, provocar, insultar a los que nos consideró sus adversarios.
Hoy, tristemente México es uno de los países más divididos del mundo. No es exagerado decir que, para estas fechas, el presidente es repudiado por otros 30 millones de mexicanos.
Al menos, hoy nadie puede negar que hay miles y miles de desencantados… más los que se acumulen.