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QUERÉTARO, Qro., 28 de junio de 2025.- En la Sierra Gorda de Querétaro sobrevive en silencio una tradición culinaria cargada de simbolismo: el tamal de muerto. Este platillo ceremonial, propio de comunidades otomíes y chichimecas como Jalpan, Landa y Pinal de Amoles, no se vende ni se cocina por antojo.
Se prepara solo en Día de Muertos, como ofrenda sagrada para honrar a los difuntos y proteger a los vivos. Su receta ancestral incluye maíz prieto, chile chino, carne de guajolote o cerdo, y se envuelve en hojas de totomoxtle.
Más que un alimento, el tamal de muerto es un ritual. Las mujeres de la familia lo preparan desde la noche anterior, nixtamalizando el maíz y armando los ingredientes en un proceso que une generaciones. Según leyendas recopiladas por autores como Vega Monroy, incluso se usaban agua ritual o cenizas del difunto para crear un vínculo espiritual entre quien partió y quienes permanecen, protegiéndolos de sus males.
Poco conocido fuera de su región, este tamal representa una memoria colectiva en riesgo de desaparecer. En un país donde la industrialización amenaza las cocinas tradicionales, preservar el tamal de muerto es resistir al olvido y reafirmar el papel del maíz como corazón de nuestra identidad cultural.