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OAXACA, Oax. 30 de enero de 2025.- El 13 de febrero, el maestro Shinzaburo Takeda cumplirá 90 años en su edad cronológica. Sin embargo, nos confiesa que en realidad nació en 1979, cuando llegó a dar clases a la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), su casa, su razón de ser.
Nació en Seto, Japón, en 1935, pero en la conversación nos deja claro un punto: nada de Japón. Su vida y su obra están dedicadas a Oaxaca, donde encontró su verdadera identidad como artista, creció como persona y se convirtió en padre, no solo de su familia biológica, sino de más de 200 hijos: sus alumnos, sus “hijitos”, todos oaxaqueños.
“Oaxaca me apoyó para conservar mi personalidad, para ser artista. Gracias, Oaxaca, que me motivaste, gracias”, comenta con voz serena, una sonrisa discreta y el pañuelo en la cabeza que lo ha acompañado por décadas.
Estamos en su taller, su espacio de inspiración, donde ha sido prolífica su obra: pintura, cerámica, grabado, todo lo que puede surgir de una mente inquieta que encontró en la sencillez la forma más honesta de expresarse.
Rodeado de bastidores, acuarelas y colores, con sus dos perritos akita, se sincera: “Yo no quiero ir a otro lado. Cuando salí de Japón, decidí no volver. No quiero estar allá, quiero estar aquí, en Oaxaca”.
Nos acompaña Fulgencio Lazo, artista plástico y uno de los primeros alumnos del maestro en Bellas Artes, uno de sus “hijitos”. Explica que esta es la forma de cariño del maestro: adopta a sus estudiantes con el corazón y los motiva hasta que logren su propio camino.
De sus discípulos han surgido artistas que han llevado su obra al extranjero, una “conquista” artística, según el maestro Takeda. Lazo vive en Seattle; Monterrosa, quien ya falleció, llevó su arte a Japón; Alberto Ramírez radica en París y Rolando Rojas, entre otros, ha alcanzado reconocimiento internacional. Son muchos, muchas generaciones de artistas.
Sin embargo, el maestro Takeda no se atribuye el mérito. “Yo no les di nada, tal vez solo un motivo”, dice con humildad. Más allá de su enseñanza técnica, destaca el esfuerzo de cada uno por trascender a pesar de provenir de comunidades marginadas.
Lo que ha hecho, subraya Lazo, es formar artistas y seres humanos, generar comunidad y crear oportunidades. Su enseñanza va más allá de la técnica: integra a sus alumnos, los impulsa a apoyarse entre ellos y construir juntos.
“Yo soy extranjero”, nos dice el maestro. “En mi complejo de inferioridad, quería tener una familia propia y aquí la encontré. Tengo esposa y dos hijos, pero mi mundo es la UABJO. Cuando encontré a mis hijitos, esa fue mi familia, y ahora están por todo el mundo”.
Cada uno ha tomado su propio camino. “No hay una escuela Takeda”, aclara el maestro. “Cada uno tiene su propia identidad, manifiesta su arte desde su cultura: la Sierra, el Istmo, la Costa. Eso es Oaxaca”.
La riqueza cultural de Oaxaca es parte fundamental de su obra y de su enseñanza. “Decidí no contar nada de Japón. Es mi decisión para los jóvenes oaxaqueños. ¿Japón? No.Oaxaca. Tenemos que amarla”.
Recuerda que en sus inicios, algunos críticos le señalaron que no tenía un estilo propio, como Tamayo o Rivera. “Oye, Takeda, usted no tiene estilo, no sirve para dar clases”, le dijeron. Pero él, convencido, encontró su propia respuesta: “Un artista no debe imitar a Tamayo ni a Rivera, ni ser japonés o mexicano por obligación. Tiene que ser auténtico”.
Para él, la clave es viajar y conocer el mundo. Pero muchos de sus alumnos, sus “hijitos”, vienen de familias humildes y no pueden costarlo. Por eso, han juntado dinero, conseguido transporte, apoyos organizados. “Ahora ya tienen un autobús; ahora la comida… mi preocupación es cómo dar alimentación a 10 personas durante cinco días”, comparte.
Ese sentido de comunidad ha trascendido generaciones. Sus discípulos, ahora artistas consolidados, cooperan para impulsar a los nuevos talentos. Porque, como dice el maestro, no importa la crítica cuando se puede influenciar a los jóvenes y darles herramientas para formar parte del mundo.
Lazo lo refuerza: “Su influencia no ha sido solo en la pintura. Todos estos jóvenes saben que han recibido algo inmaterial, espiritual. Por eso vamos a regresar ya seguir con esta energía”.
Takeda agradece a la promotora de arte Alilí y a la Fundación Chocolate Mayordomo, que junto con otras instituciones han apoyado la promoción de las artes gráficas en Oaxaca.
“El trabajo del maestro tendrá continuidad cuando él no esté”, dice Lazo con certeza. A través de actividades como la Bienal de Grabado o la posibilidad de exponer en el extranjero, su legado seguirá vivo en cada uno de sus alumnos.
El maestro Shinzaburo Takeda cumplirá años el 13 de febrero, y el 17 la Fundación Chocolate Mayordomo le rendirá un homenaje por su trayectoria y su aportación al arte. Pero él insiste: no ha hecho nada, solo ha amado a Oaxaca como su patria ya sus alumnos como sus hijos.
“Antes era huérfano, ahora ya no. Tengo amigos, tengo familia. Y por eso digo: gracias, Oaxaca”.